Vamos a contar verdades
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Vamos a contar verdades

 


Para saber a dónde vamos, es necesario saber primero, dónde estamos, y para saber dónde estamos, es indispensable conocer con exactitud de dónde vinimos.

Gay crea el mito de Antequera; los fundadores de su Antequera terminaron y murieron en la cárcel según escribe el español, Bernal Díaz del Castillo.
Las poblaciones indígenas fueron aniquiladas por el hambre insaciable y enfermiza de riqueza de los invasores.

La esclavitud fue abolida por Hidalgo, Morelos, Guerrero; si no hubiera existido ¿Por qué abolirla? no puedes abolir algo que no existe.

El nombre oficial de nuestra capital, que llevamos en la mente y en el corazón es: Oaxaca de Juárez; la del indio, la del oaxaqueño, la del mexicano.
Juzguen ustedes mismos. José Antonio Gay dice en su Historia de Oaxaca, p.328: “La población de la ciudad iba creciendo lentamente. Antes de bajar al sepulcro, los fundadores de Antequera habían dado vida a una generación más numerosa de criollos y mestizos, a los que sucesivamente se fueron agregando peninsulares que llegaban a establecerse a Oaxaca para disfrutar mercedes de terrenos o para desempeñar alcaldías, corregimientos y otros cargos, o para buscar fortuna en el comercio y el trabajo.

“Avecindados todos en la ciudad, por medio de alianzas matrimoniales podían multiplicarse sin obstáculo, pues las guerras habían cesado, no les alcanzaban las pestes que diezmaron a los indios, ni resentían otra alguna causa de despoblación. Por falta de datos, no es fácil, sin embargo, saber con exactitud el número de vecinos de Oaxaca en aquel tiempo. Oaxaca, era reputada entonces la segunda ciudad de españoles de la Nueva España. Unos piratas ingleses cogidos en las costas de México y llevados en la escuadrilla destinada a perseguir al célebre corsario Drake para servir de intérpretes en caso necesario, habiendo pasado por Oaxaca después de aquella infructuosa expedición, pudieron observar el estado que guardaba; más en la relación de su viaje que publicó uno de ellos, nada dice de la población, limitándose a referir, sin pormenores, que caminaron por “la ciudad de Toatepec” (Tehuantepec) y luego por “Xashaca” (Oaxaca). En la narración del viaje a Guatemala del Comisario fr. Alonso Ponce, se lee únicamente que era “Guaxaca la segunda poblazon de españoles en la Nueva España; todas las casas eran de adove cubiertas de teja, y hay en ellas gran vecindad, toda es gente muy devota de nuestro estado”. Tomás Gage, refiriéndose al año 1626, dice que “el vecindario de Guajaca apenas llegaría á dos mil personas”. Como Burgoa, que por ser oaxaqueño y haber nacido en ese tiempo es el más digno de crédito en este punto indica esta última cifra, juzgamos que no se debe buscar otra, bien que comprendiendo en ella no sólo a los nativos de España sino también a los españoles criollos y a los mestizos. Fácil fuera obtener la población si se contase con el archivo parroquial; mas habiendo perecido los libros de ese tiempo, en un incendio, según se dice, hay que pedir a los viajeros lo que no pueden dar los anales de Oaxaca. Los asientos ordenados de muertos y nacidos comienzan en el Sagrario de la ciudad en el año de 1652, y de ellos, por un cálculo aproximado, se puede deducir la población indicada por Burgoa.

Tomás Gage, que acabamos de citar, describe en estos términos la ciudad y el valle de Oaxaca: “Guaxaca, cabeza del obispado de su nombre, aunque no de grande estención, es un pueblo muy lindo y muy alegre. Es, como todas las demás de América, esceptuadas las plazas marítimas, ciudad abierta y sin murallas, baluartes, ciudadela, artillería ni municiones para defenderla. Está gobernada por un alcalde mayor, cuya jurisdicción se estiende, mas allá del Valle hasta Nejapa, y casi hasta Tecoantepec, que es un puerto sobre el mar del Sur.

El Valle tendrá unas quinientas millas de largo y diez de ancho, y lo riega un río muy abundante de pesca que pasa por medio.
“Cúbrenlo muchos rebaños y vacadas, y proveé de lanas las fábricas de paño de Puebla de los Ángeles, de cueros a los mercaderes de España, de carnes a la Ciudad de Guaxaca y todas las demás del contorno extemadamente ricas, y mantiene muchos conventos de religiosos y muchas iglesias con sus ornamentos.

“Tambien en que cultiva la caña de azúcar; y como á esa ventaja se reune la de sus abundantes y buenas frutas, la ciudad de Guaxaca tiene la fama de fabricar las mejores confituras y dulces de toda América.

“Se cuentan dentro de la población seis conventos entre los de los frailes y los de las monjas, que son muy ricos; pero el de la orden de Santo Domingo lo es mas que todos los otros, porque su tesoro vale mas de tres millones, siendo la iglesia el edificio mejor y mas hermoso de toda la comarca. La obra se acabó estando yo allí, y las paredes de piedra son tan gruesas que yo mismo he visto andar por encima las carretas cargadas de piedras y otros materiales.

“Los conventos de monjas de Guaxaca son nombrados por la habilidad de las religiosas para las dos clases de bebidas que hacen en aquellos países y son el chocolate y los atoles, que se parecen á la leche de almendras de Europa, aunque mucho mas espesas.

“Para no hablar más de Guaxaca, solo diré que su aire es tan templado, tanta su abundancia de todas las cosas necesarias a la vida, y tal y tan cómodo su asiento entre ambos mares del Norte y del Sur, teniendo á un lado a San Juan de Ulua y al otro Tecoantepec, pequeño puerto sin fortificación, que no hay paraje alguno en toda la América donde yo hubiera deseado más establecer mi morada que en esta ciudad.”

El P. Florencia no difiere mucho en su descripción de Oaxaca de la que hace Tomás Gage: “Es Guaxaca, dice, una de las más populosas y bien fundadas ciudades de la Nueva España. Con la riqueza grande de la grana, que después del oro y de la plata es en la Nueva España el género mas precioso y de que abunda en extremo en el valle, y otros géneros que hacen muy acreditado el trato y comercio desta ciudad, ha crecido tanto, que después de México y la Puebla tiene el tercer lugar en la Nueva España”.