“Son los pueblos los que deben decidir”, afirma director del Museo Textil de Oaxaca
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“Son los pueblos los que deben decidir”, afirma director del Museo Textil de Oaxaca

Héctor Meneses, director del MTO, habla sobre los recientes casos en que empresas y marcas han tomado elementos del patrimonio textil


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La última colección de la marca Carolina Herrera, en la que se emplean elementos característicos de comunidades indígenas de México mantiene el debate y la reflexión sobre apropiación, plagio o uso indebido de estos.

En los últimos años, al menos desde 2014, los bordados de Tenango de Doria han sido de los más recurridos para que otras empresas los recreen en sus productos. Para el director del Museo Textil de Oaxaca, Héctor Meneses, el presunto “reconocimiento” del que habla Wes Gordon (director creativo de Carolina Hererra), es “un abuso más, una falta de ética más”, que sólo se intenta escudar “bajo el lema o la frase de es un homenaje o es admiración”.

Es lo mismo que ocurrió con la diseñadora francesa Isabel Marant, en 2015, con la blusa de Santa María Tlahuitoltepec, señala. En caso de que se quisiera rendir homenaje, Héctor considera necesario cumplir con varios pasos: acercarse a las comunidades para que sean partícipes, dar un reconocimiento desde el marketing diciendo qué comunidades y pueblos de México están involucrados. También, analizar qué de todo eso regresa a las comunidades.

“Si uno quiere hacer un homenaje en serio, se involucra en todo eso, no nada más toma el diseño, lo aplica a su visión y hasta que le llueve entonces declara que es un homenaje”, apunta Meneses. En el reciente caso, la marca tomó elementos de los textiles de Tenango de Doria, Hidalgo; de la región Istmo, Oaxaca, y de la ciudad de Saltillo, Coahuila. Ello generó el descontento del gobierno mexicano.

¿Qué piensa de la carta de la Secretaría de Cultura pidiendo explicaciones a la firma Carolina Herrera?

Me parece un inicio de conversación, que ya haya una carta desde el Gobierno de México habla más de lo que ha pasado en el pasado. Sin embargo, creo que todavía hay muchas cuestiones por afinar. Por ejemplo, el usar el término plagio no aplica porque este está relacionado con la propiedad intelectual individual, documentada, certificada. Esto no, esto va más allá, esto es un uso indebido de un conocimiento tradicional, de un conocimiento colectivo.

¿Se podría hablar de apropiación cultural?

En mi opinión sí porque estas flores istmeñas o los bordados de los tenangos o la secuencia de colores del sarape de Saltillo no son una cuestión meramente estética, sino que hay una antropológica, histórica. Si fuera eso, al no estar desconectados, me parece que el término apropiación cultural sí aplica porque no es nada más esa flor, la flor está en un contexto social y cultural más grande.

Se habla de una propuesta de ley para proteger el patrimonio de las comunidades, pero que también se consulte a los pueblos sobre ella, ¿lo considera viable?

No sé si es viable; necesario, sí, porque este patrimonio es de los pueblos. Si nada más queda discutirlo en el Senado, otra vez caemos en alguien más decidiendo por los pueblos, cuando los pueblos han sido muy vocales, abiertos, directos, es decir: tómennos en cuenta. Si no, es seguir tratando a los pueblos como niños que no pueden tomar decisiones cuando claro que lo pueden hacer y lo deben hacer porque es conocimiento suyo ¿Qué tan viable?, no lo sé, porque no sé qué cuerpo dentro de los pueblos tendría la autorización o la relevancia, la autoridad para tomar parte de esas decisiones y votar.

¿Qué piensa de que la decisión de autorizar el uso de un elemento la tome la Secretaría de Cultura si no se logra un acuerdo con la comunidad?

No me parece porque finalmente este patrimonio es de los pueblos y son ellos los que deben de decidir (…) Me parece que el Gobierno de México no estaría en posición de decidir por los pueblos indígenas.

En todos los casos sobre plagios, apropiaciones, ¿cree que haya algún “beneficio” para las comunidades afectadas?
Es una consecuencia, una que creo que lo que permite es un paso a diversificar la creación. Pero también tenemos que recordar que eso siempre ha estado latente en los pueblos. Cuando llega una nueva máquina de coser, un nuevo hilo, una nueva gama de colores, telas, listón, las mujeres u hombres que se dedican a ello lo incorporan, lo empiezan a reinterpretar. El Istmo es un claro ejemplo de esa situación. Entonces, quizá estos eventos de apropiaciones empujan y aceleran el proceso porque el tema está en la mesa de todos, la gente puede pensar más cotidianamente en ello.

Hay comunidades que han tomado telas o materias traídos de otras partes y lo han hecho parte de su identidad, ¿de qué se podría hablar?

En mi opinión, ahí es creación textil. El caso del Istmo de Tehuantepec es muy interesante porque cuando se crea ese traje, ni el encaje ni el terciopelo ni el raso ni esa técnica de bordado ni una máquina de coser son originarios de aquí o locales. Sin embargo, ese traje es icónico para esa cultura, para Oaxaca y para México. Pero todo está en cómo ellas lo hicieron propio. Mientras esa traducción a la cultura propia ocurre, es creación; es lo que permite la evolución y transformación constante de la indumentaria.

¿Aplicaría eso para San Bartolomé Quialana con sus pañoletas o San Marcos Tlapazola con las telas que traen de EU?
Vendría en el sentido de que ellas estarían pasando por esa situación que las mujeres istmeñas zapotecas pasaron hace 150 años. Están teniendo estos nuevos materiales incorporándolos a su vestimenta actual.