Susana Wald: la vida, el arte y la libertad
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Arte y Cultura

Susana Wald: la vida, el arte y la libertad

En su más reciente exposición, la artista quiere llamar la atención sobre el valor de la vida, aunque la respuesta del para qué se vive siga sin hallarse en miles de años


Susana Wald ha cumplido nueve veces nueve años. Es, como ella misma se declara, la artista profesional más longeva en Oaxaca, el estado en el que se estableció el 26 de mayo de 1994, y en el que, pese a la lluvia del siguiente día de su mudanza y que destruyó varias de sus pertenencias, sigue una trayectoria comenzada en Buenos Aires, Argentina. Ahí, a los 15 años de edad, supo que era artistas.

Wald es hija de padre comerciante/empresario (amante de la historia, la lectura y las artes) y de madre pianista. Ni un día de su vida ha dejado de trabajar, relata quien como ritual familiar toma a las 13 horas un descanso para el café. Ya sea como traductora literaria e intérprete, diseñadora, artista visual, editora de libros (en Canadá, donde vivió 24 años, tenía una editorial llamada Oasis Publications) o diseñadora gráfica, cada instante ha sido de trabajo y de “chamba” para conseguir la libertad creativa.

“Yo no tengo hobby, a mí me gusta trabajar. Hobby es lo que haces para entretenerte. A mí me gusta, me apasiona lo que hago, y si no trabajo me enfermo”.

¿No hay límites para ver en qué trabajar o explorar? “Sí, hay límites; no entiendo nada de física nuclear, aunque me gustan las ciencias. También soy enfermera”, suelta entre risas y remembranzas. “Tengo una vida ya vivida muchos años y entonces me caben muchas cosas”, afirma la nacida en Budapest, Hungría, en 1937, y sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial, lo mismo que de un gobierno totalitario, gracias a la migración de sus padres a Buenos Aires, Argentina.

Susana es chilena y canadiense, y aunque se ve como latinoamericana, aclara que no puede afirmarse mexicana “porque no se puede tener tres nacionalidades”. Pero eso no ha limitado su conexión con Oaxaca que desde Toronto visitó siete veces y en una octava se quedó.

“No soy el tipo de persona que viene de fuera y se junta con otros ‘afuerinos’, siempre he estado trabajando con gente de acá y gente muy joven”, relata la autora de 80 grabados y dibujos que forman parte de la Colección Toledo/INBA.

En la década de los 90, cuando llegó a Oaxaca (1994), Susana comenzó a tocar puertas en galerías como la Quetzalli (aún sobre el Andador Turístico), pero el no ser oaxaqueña le impidió exponer su trabajo en ella. “Quizá debiera volver y preguntarles si ahora sí”, dice. Por lo pronto, en tres décadas, ha conseguido compartir su quehacer artístico en otros sitios, como la galería Arte de Oaxaca, en tiempos en los que el fallecido Rodolfo Morales aún remodelaba su casa en Ocotlán de Morelos, o en el Centro Cultural Santo Domingo.

A sus 81 años, Susana se mantiene en el arte, en un camino que hace 55 años fue marcado con su primera exposición individual. Ahora, sigue esa ruta iniciada en la cerámica y el dibujo con una muestra pictórica, de grabado y dibujos, titulada La vida sí vale, abierta hasta el 20 de enero en Espacio Xicoténcatl (calle Xicoténcatl 303, Centro de Oaxaca de Juárez).

La exposición quiere llamar la atención sobre el hecho de que la vida “sí vale”, aun cuando una canción ranchera dicte que la vida no vale nada o cuando los problemas generen momentos oscuros y dificultades en las vidas de las personas. Incluso, cuando los problemas ambientales marquen un futuro incierto. “Yo creo sí vale (la vida), que hay que plantar más bosques, que hay que cuidar más a los niños”, expresa quien por 24 años vivió en Canadá, luego de estar en Argentina y Chile.

Fue en ese tiempo en el norte donde Wald (cuyo apellido significa selva, en alemán) aprendió el valor de la vida. Eso, desde el instante en que vio cómo ésta se cuida a tal grado de que cada escalón es muy similar a otro, de que no hay escalera sin barandales, y donde los infantes y ancianos se protegen mucho. “Los viejos y los niños están libres de muchas cosas y tienen muchas facilidades”.

Hace días, en la presentación del libro de su amigo Édgar Saavedra, ante el comentario de que éste le admiraba hasta la muerte, Susana interrumpió para decir que “hasta la vida”. Ella cree que aunque cada persona sufra la parte negra de la existencia, se han logrado hallar luces y razones para vivir, por eso su resistencia al afirmar el valor de ésta.

“Muchas veces demora uno muchos años en darse cuenta a qué vino, pero es la pregunta que nos ha preocupado por lo menos 100 mil años, ¿para qué vivimos? Exactamente, no hay respuestas, pero yo tengo la sensación de que es para algo fenomenal”.

En medio de esa interrogante, para la que ni ella ha encontrado la respuesta, sabe que la gente encuentra asideros para qué vivir y que “la gran mayoría de la sociedad no se suicida”.

De la muerte, que en México incluso se celebra, Wald cree que sólo se trata de una fase. “Yo no le puedo decir a nadie cómo va a encontrar la razón para vivir, pero sí me ha tocado ser docente y a los alumnos uno los ayuda a encontrar razones para vivir, y si no, no eres buen docente”, apunta.

En La vida sí vale, Susana Wald reúne su obra más reciente, parte de la cual mostró en 2017 en el Centro Cultural Santo Domingo y una más hecha para un poemario sobre lo femenino.

Sus piezas, protagonizadas por mujeres, a veces como deidades femeninas o como la luna, son una aproximación a las preocupaciones tenidas por años, como la preocupación por el medio ambiente, por la visibilidad de las mujeres, por la literatura y las artes en general (que quisiera se enseñaran desde la niñez).

Entrada en la selva oscura, una de sus últimas muestras en Oaxaca (en 2017), se basó en su apellido, Wald, que en alemán se refiere a la selva. Asimismo, en una frase que aparece en un verso de Dante Alighieri, el escritor italiano de La Divina Comedia. Ahora, algunas de las piezas se observan en La vida sí vale, para la que, confiesa, no tenía idea de cómo empezar.

“Yo trabajo a partir de la selva oscura; no sé lo que voy a hacer cuando parto con mis cosas”, narra quien como la artista más longeva en Oaxaca también remarca la profesionalidad, aprendida en la Escuela Nacional de Cerámica (en Buenos Aires), y para la que la modestia, expresa, no es una de sus cualidades.