Ser indígena: moda, cuota y oportunismo
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Arte y Cultura

Ser indígena: moda, cuota y oportunismo

Para la socióloga y poetisa Elisa Ramírez, persisten la arrogancia, el clasismo y racismo que parecen llevar de vuelta a tiempos de la Colonia


A principios de los años 70, en medio de la reorganización económica del país, cuando gobernaba Luis Echeverría, la socióloga Elisa Ramírez (Ciudad de México, 1947) llegó a la región Istmo de Oaxaca. Por entonces, recién había salido de la universidad, tenía 24 años y entró en contacto con San Mateo del Mar, un pueblo que guardaba una situación similar a la del todo el territorio nacional. En esos años, y ligado a sus labores en la Casa de la Cultura de Juchitán, Ramírez decidió recopilar la tradición oral de la ahora comunidad huave (aunque sus habitantes sólo se denominaban a sí mismos como mareños).El resultado vio la luz en forma de un libro publicado en 1987 por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Bajo el nombre de El fin de los montiocs, tradición oral de los huaves de San Mateo, Elisa reunió mitos, cuentos y demás relatos que sus amigos e interlocutores accedieron a contar. Recientemente, editorial Alias decidió publicar el libro que se presentó en Oaxaca el pasado fin de semana. A propósito de la reedición, Ramírez vuelve la mirada a San Mateo, una de las comunidades afectadas por los sismos de septiembre de 2017 y que busca reconstruirse con el apoyo de varias iniciativas y organizaciones que apuestan por lo tradicional, y para lo cual han consultado el volumen de la autora.

A más de cuatro décadas de ese primer encuentro con San Mateo, y luego de volver en los años 90 y los primeros del siglo XXI, Elisa recuerda que entonces el país carecía de una conciencia étnica y los derechos indígenas poco o nada existían. Por su parte, los mareños (huaves) “estaban en un momento en donde se acababa de abrir la refinería de Pemex, en donde por primera vez eran asalariados” y existía una lengua sin identidad.

“Haz de cuenta que tienes un conglomerado de personas hablaban (una lengua), pero no querían ser indígenas y que además no se llamaban ikoots, eso es una cosas de décadas después. No se llamaban ikoots, no pescaban con papalotes, no tejían en redondo, todo esto es posterior. Empezaban las artesanías, el vínculo con el INI (Instituto Nacional Indigenista)”.

Fue en ese contexto que comenzó su labor para reunir los relatos en un libro “muy híbrido”, “que todo mundo lo ha usado como fuente”.

El libro se presentó también en la Feria del Libro de Juchitán, a finales de mayo. Los textos de Elisa, relativos a la construcción de casas en esos años, recobraron importancia.

“Por supuesto que es mínimo, por supuesto que no se reconstruye nada, menos desde fuera. El asunto es que para darle solidez a una reconstrucción, a una identidad y todo, esto puede ser una herramienta”, explica la autora respecto a un proceso que plantea preguntas varias:

“¿Cómo reconstruir una casa sin reconstruir la comunidad, cómo reconstruir una comunidad sin lengua, sin relatos sin costumbres, sin tradición, sin creencia?”. Es decir, interrogantes que hacen ver que “estamos huérfanos no solamente de casa, sino de culturas, de lenguas”.

El libro habla de cómo era San Mateo en los años 70, pero Elisa reconoce que entre entonces y ahora San Mateo y el país son otros.

“Ha cambiado totalmente el concepto de cultura, el de ser indígena, y ha cambiado esto, se ha convertido en una moda, en una cuota, en una manera distinta de enfrentarse y de luchas por los derechos. En San Mateo se les cruzó primero toda la lucha de la COCEI, que primero no tenían nada que ver más que consigo mismos, pero finalmente hicieron alianzas con ellos, tuvieron que hacer alianzas inter étnicas, participar en consejos, y hubo una revolución intermedia que cambió todo el ámbito indígena para siempre, que se llamó los zapatistas”.

A partir de eso, el movimiento zapatista, Elisa percibe una lucha por los derechos y la identidad, además de una reivindicación, de una autodenominación. No obstante, explica que lo indígena se percibe también como una mercancía, un arma política, una manera de adquirir prebendas o para acceder a programas del gobierno.

“Es una arma de doble filo esto de ser la ‘indianidad’, pero finalmente les conviene, lo usan y están en su derecho, están asumiendo su derecho”.

El año pasado, Elisa presentó la exposición Ediciones: frutos de la cultura de las comunidades indígenas, integrada por libros y documentos sobre el quehacer editorial desarrollado desde los años 70. Sobre comunidad y el término indígena, sus reflexiones conducen a la reflexión sobre el paternalismo y el oportunismo político del que estos han sido objetos, y como lo ve en el caso del candidato a la presidencia José Antonio Meade.

“Dijo que se van a respetar los acuerdos de San Andrés, me pregunto cómo va a hacer para respetar los acuerdos de San Andrés sin la anuencia de los zapatistas y del consejo indígena. Está hablando de Marichuy, ¿cómo se atreve a hablar de Marichuy y del consejo indígena una persona que está en un sistema que por naturaleza excluye a la comunidad, excluye la toma de decisiones colectivas, excluye las formas de enseñanza y de aprendizaje de toda la educación, que nos mete a todos en un sistema? Cuando consideramos a los indígenas aparte, volvemos a las cosas racistas de antes de la Independencia”.

Lo que se requiere —señala— es una determinación desde las comunidades, no desde un partido político. Y sólo a partir de ello se podrá fomentar una manera de conservar, de utilizar y de reciclar la oralidad.

Ramírez, quien entre 1980 y 1984 coordinó el proyecto editorial Tradición Oral Indígena, de la Dirección de Educación Indígena, y la Dirección de Publicaciones, de la Secretaría de Educación Pública, dice que incluso lo indígena se trata como un problema o un universo aparte. Y ello se debe al racismo y clasismo, de “la arrogancia de quien tiene la razón, de quien tiene la lengua verdadera, la religión verdadera, estamos como en la Colonia, y estamos llevándoles remedio como en la Colonia, estamos volviendo a evangelizar a los indios con la luz de la razón, de la palabra, de la economía, de la acumulación, de algo para ganar dinero”.

LA LITERATURA E INVESTIGACIÓN DESDE DENTRO

De los años 70 a la fecha, Elisa refiere que otros cambios se han visto en la oralidad de los pueblos y en la investigación respecto a estos. Ahora, explica, hay muchos autores bilingües que hacen poesía con temas y formas propias que se relacionan con manera comunitaria de compartir y de hacer su producción algo público.

“Pero además hay un fermento y un resurgimiento y vertiente de poesía indígena que va a enriquecer de manera notable la poesía mexicana, que está bastante agotada. Creo que son el polo más esperanzador de la poesía mexicana contemporánea”.
Junto a la efervescencia literaria, también reconoce un cambio en los estudios antropológicos y lingüísticos, en los que se han involucrado profesionales de las mismas comunidades.

“Asistimos al cierre de ese formato en donde había informante y antropólogos que interpretaban al sujeto. Tenemos escritores, investigadores y conocedores internos que comparten, son acompañados, dicen, hacen”.

Para Elisa, se ha dejado de lado la figura de “Indiana Jones”, de personas que iban a la montaña y que enseñaban a leer y escribir la palabra de Dios. Y este cambio lo asocia con los zapatistas, quienes “replantearon las relaciones entre los indígenas, entre las comunidades y el exterior”.