Feminista y afín a la película fotográfica, así como al blanco y negro, Lucero González recrea los orígenes de la vida humana, de la madre Tierra y de las vidas primigenias en tres series. Una dedicada a las deidades femeninas Xochiquetzal, Coatlicue y Coyolxauhqui; otra protagonizada por las cascadas de Hierve el Agua, y una tercera por los manantiales de Cuatro Ciénegas.
Desde este viernes 19 de enero y hasta marzo próximo, la fundadora y directora del Museo de Mujeres Artistas Mexicanas (Muma) expone en la galería Resplandor (Constitución 100-A, centro de Oaxaca de Juárez). A diferencia de 2016, cuando presentó Una habitación propia, Lucero plantea otra visión de la creación, en la que relaciona a la mujer con la naturaleza y la ciencia. Así, cuerpo y paisaje son las constantes en las series que comparte.
Si en Una habitación propia se intuía la idea de la escritora Virginia Woolf sobre el quehacer de las mujeres y las condiciones necesarias para ello, la exposición Origen invita a reflexionar sobre la vida humana a través de las diosas Xochiquetzal, Coatlicue y Coyolxauhqui. Además de pensar en el origen de la naturaleza a través de las grietas de las cascadas petrificadas de Oaxaca, en las que el fenómeno de pareidolia asocia con el aparato reproductor femenino, y en las líneas que el tiempo ha logrado “dibujar” en este paisaje.
Origen es también una mirada a la ciencia, a través de las ciénegas en que se alojan 3 mil bacterias del periodo Jurásico, y un paisaje que Lucero captura con película, pero muestra con impresiones digitales a color —rompiendo así su tendencia por el blanco y negro.
La exposición de Lucero González es la que inicia la serie de exhibiciones en Resplandor. Compuesta por tres series, comprende cuestiones místicas y simbólicas que abordan también el origen e identidad de la socióloga nacida en la Ciudad de México.
Ella, que se pregunta de dónde proviene y quién es, halla en las deidades prehispánicas una respuesta: “Soy de aquí, soy mujer y todo esto me ha acompañado como simbología de creatividad, de fuerza, de libertad y ese motor interno”.
Siguiendo las huellas en la memoria interna de los tiempos —explica— es como elige a las deidades a representar, siendo elegidas aquellas que le transmiten fuerza y energía positiva.
Para la poeta argentina Sandra Lorenzano, quien habla de la serie Raíces, las deidades Xochiquetzal, Coatlicue, Coyolxauhqui son “complicidades femeninas en la soledad y los encuentros”. Son —agrega— el canto de las pieles sobre un infinito blanco y negro; las flores y las luciérnagas que acompañaron de niña a la fotógrafa Lucero González. Y son “la búsqueda ritual de los orígenes”.
Por su parte, Angélica Abelleyra describe a la serie Voces del viento (de las cascadas de Hierve el Agua) como un lugar sagrado y mágico, un sitio ceremonial de la cultura zapoteca que resiste a los embates de la acción humana.
“Miramos esos nacimientos líquidos que emanan del corazón de la tierra. Y nos asombra el silencio y el viento, desafiados sólo por el águila que planea en medio de las paredes rocosas y el precipicio”.