Durante una transmisión en vivo desde una estación de policía en Brasil, un inesperado altercado tomó por sorpresa a la audiencia cuando un prisionero esposado agredió a un reportero que cubría el suceso.
La confrontación comenzó cuando el comunicador, micrófono en mano, ingresó a la comisaría y se dirigió directamente hacia el prisionero, un joven que vestía únicamente una bermuda y una gorra. Sin mediar palabra, el detenido se abalanzó hacia el camarógrafo, advirtiéndole sobre grabarlo sin su consentimiento. El reportero, en plena transmisión y señalando continuamente al reo, recibió un escupitajo en la cara por parte del mismo.
Visiblemente enojado, el reportero reaccionó propinando una fuerte bofetada al detenido, provocando que este perdiera su gorra al inclinarse hacia atrás por el impacto. A pesar de estar esposado, el prisionero tomó una posición defensiva, como si estuviera listo para continuar la confrontación.
Un agente de la Policía Militar intervino rápidamente, acercándose para separar al prisionero del reportero. Sin hacer uso de la fuerza, logró controlar la situación al colocar al reo contra el muro.
El incidente ha generado división en la opinión pública respecto a la ética profesional del reportero y su reacción ante la agresión. Mientras algunos consideran que el comunicador no debería haber reaccionado violentamente, otros argumentan que actuó en defensa propia. El debate sigue abierto en plataformas y medios de comunicación sobre la responsabilidad y el comportamiento adecuado en situaciones en vivo y de tensión.
