La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en todos los ámbitos de la vida ha transformado desde la medicina hasta la educación. Pero un terreno poco explorado, y cada vez más alarmante, es el uso de esta tecnología por parte del crimen organizado. En México, los cárteles han comenzado a integrar herramientas digitales avanzadas, como modelos de lenguaje, deepfakes, drones y dispositivos militares, para ampliar su alcance y sofisticación operativa.
DEL CAMPO DE BATALLA A LOS CIELOS URBANOS
Durante los últimos años, los grupos delictivos mexicanos han dejado de depender únicamente de métodos tradicionales. El uso de drones, originalmente visto como una herramienta de vigilancia en conflictos bélicos, ha sido adaptado por los cárteles para el monitoreo de territorios, transporte de droga y vigilancia de rutas. A ello se suman inhibidores de señales y dispositivos militares que complejizan la labor de las fuerzas de seguridad.
Recientemente, el Departamento del FBI alertó sobre una creciente amenaza digital tras detectar que el grupo de hackers Scattered Spider amplió su espectro de ataques al sector aéreo. Esta revelación coincide con acusaciones recientes de que el Cártel de Sinaloa habría hackeado cámaras de seguridad en la Ciudad de México, hechos que han sido desmentidos por el C5 capitalino, aunque persiste la desconfianza pública.
INTELIGENCIA ARTIFICIAL: LA NUEVA ARMA DEL NARCO
Desde 2022, con la popularización de plataformas como ChatGPT, la inteligencia artificial dejó de ser un recurso reservado a ingenieros y expertos. Hoy, basta una conexión a internet para acceder a modelos capaces de traducir idiomas, redactar textos complejos, automatizar tareas o generar imágenes y voces falsas.
Esta democratización tecnológica ha sido rápidamente capitalizada por los grupos criminales. Según Carlos Solar, especialista en ciberseguridad del Royal United Services Institute for Defence and Security Studies, la ventaja operativa de las autoridades policiales se está viendo erosionada. “La adopción veloz de IA está forzando a las fuerzas de seguridad a enfrentarse a un entorno más digital y sofisticado”, advierte Solar.
DEEPFAKES Y EXTORSIÓN EMOCIONAL
Una de las aplicaciones más perturbadoras de la IA en el crimen organizado es la creación de deepfakes, imágenes o voces generadas artificialmente para engañar a las víctimas. La modalidad más frecuente es la llamada telefónica en la que un familiar “secuestrado” pide ayuda con voz creíble. Sin embargo, todo es falso: la voz ha sido replicada a partir de audios disponibles en redes sociales.
Este tipo de fraude se ha vuelto más frecuente y eficaz. Las víctimas, guiadas por la angustia, terminan entregando dinero sin verificar la autenticidad del supuesto secuestro.
ESTAFAS DIGITALES EN NOMBRE DE LOS DESAPARECIDOS
Otro uso siniestro de la IA por parte del crimen es la creación de portales falsos que simulan pertenecer a organizaciones que buscan personas desaparecidas. A través de ellos, los delincuentes solicitan fotos de los seres queridos y con IA generan imágenes que los muestran en escenarios de secuestro. Luego, exigen rescates falsos a cambio de su supuesta liberación.
Esta estrategia ataca directamente la desesperación de las familias, aprovechando la legitimidad de la causa de búsqueda y la facilidad para difundir contenido falso.
AUTOMATIZACIÓN DEL CRIMEN
La IA no solo permite crear nuevas formas de fraude, también perfecciona las existentes. Mediante la automatización, los cárteles pueden realizar cientos de llamadas y mensajes a posibles víctimas de forma simultánea.
Este tipo de spam delictivo aumenta la eficiencia y reduce el costo operativo, elevando los márgenes de ganancia del crimen digital.
UN FUTURO DESAFIANTE PARA LA SEGURIDAD
Aunque especialistas afirman que las fuerzas de seguridad aún conservan una ventaja en términos de inteligencia e infraestructura, la brecha se está cerrando rápidamente. La expansión de herramientas de IA accesibles, gratuitas y fáciles de usar permite a los criminales adaptarse a un entorno digital que las instituciones aún están comenzando a entender.
En resumen, la lucha contra el crimen organizado, históricamente centrada en decomisos, operativos y detenciones, ahora se enfrenta a un nuevo campo de batalla: el ciberespacio. La urgencia por desarrollar estrategias de ciberseguridad más robustas ya no es una recomendación académica, sino una necesidad crítica ante un enemigo cada vez más invisible y tecnificado.