“Cree en ti y todo será posible”, fue la frase que portaron como bandera Jorge García y Rosalino Meneses López, para hacer el 1-2 en los 100 kilómetros de la prestigiada carrera las 200 millas de México “Tras las huellas del jaguar”.
A unos días de lograr tal hazaña, los integrantes del club de atletismo Okami, recordaron cada detalle de la aventura que les costó ampollas, hambre, deshidratación y llevó su mente y cuerpo al máximo.
El hablar de su participación les eriza la piel a ambos corredores oaxaqueños, quienes recuerdan a detalle cada kilómetro.
El tiempo general de Jorge García fue 16 horas, con 26 minutos y 38 segundos, y un segundo más tarde cruzó la meta Rosalino Meneses.
Ese tiempo fue toda una eternidad y les dejó un gran aprendizaje a ambos, sobre todo a Jorge, quien relata que aceptó el desafío para honrar la vida, después de superar el Covid durante la pandemia.
El originario de San Antonio de la Cal relató que estuvo incapacitado 40 días debido a esa enfermedad, llegando a bajar 12 kilos, y después de su alta médica sufrió sobrepeso, alcanzando los 80 kilos. Tras esa circunstancia, Jorge comenzó a reencontrarse con el atletismo, entrenando con mayor disciplina y entusiasmo.
El regreso a las pistas no fue nada sencillo; sin embargo, el sueño de ser parte de las 200 millas de México, lo mantuvo firme en cada sesión. Esa ilusión se fue convirtiendo en realidad desde enero, cuando comenzó de lleno la preparación para alcanzar los 100 kilómetros, “Tras las huellas del jaguar”.
Junto a Meneses López, vecino de La Raya Zimatlán de Álvarez y compañeros del club Okami, forjaron semana a semana las agallas necesarias para cumplir con el objetivo deseado.
Luego de meses de alistamiento, en los que incluso corrieron de madrugada, llegó el día que marcaría su trayectoria.
Estar en el faro del Cerro Hermoso, a lado de ultramaratonistas que admira incrementó los nervios y desde luego la adrenalina, que explotó en sus pies al escuchar la señal de salida.
Con la experiencia de Rosalino acompañándolo, Jorge se lanzó por todo tras su propósito, sin saber cómo terminaría.
A lo largo del camino la unión y su abastecimiento fueron elementales para llegar a tierra prometida. En los 100 kilómetros tuvieron que librar pantanos, humedad, víboras, dolores de cabeza y altas temperaturas; no obstante, su fe no decayó.
Entre risas, los integrantes del club Okami confesaron que entre sus provisiones llevaban aproximadamente ocho litros de agua, dulces y hasta tasajo.
Aunado a esto contaron con la amabilidad de la gente de las comunidades por donde pasó el reto, que los motivó y en una oportunidad hasta les regaló una sandía que fue lo que les dio mayor vigor para ir por la meta.
Rebasada la mitad del trayecto y sabedores que iban al frente de los 100 kilómetros, inició un nuevo sueño, el de conquistar la categoría.
Las comidas, cambios de tenis y de ropa fueron tomados con la mayor brevedad, a fin de no ser alcanzados por otros competidores.
Esa sensación impulsó cada paso, hasta el momento en el que pudieron escuchar las olas y ver la meta, esa que cruzaron con un nudo en la garganta y con emociones encontradas por ser los primeros de su categoría en arribar.
Las muestras de afecto de su staff y de los organizadores enmarcó el abrazo entre los dos guerreros que terminaron impresionados por la fortaleza de la mente, cuando las piernas ya no dan más.
Una vez digerida la aventura, Rosalino y Jorge se mostraron agradecidos con todas las personas que fueron parte de esta hazaña, desde los que colaboraron en los entrenamientos, hasta el staff y personas que los alentaron en su andar.
Y, finalmente, aseguraron que estarán evaluando una nueva incursión en esta carrera para el próximo año, posiblemente en las 200 millas.
