La madrugada del domingo 25 de mayo, el monumento más emblemático de Tlaxiaco —El Reloj— fue rayado con pintura en lo que las autoridades calificaron como un acto de vandalismo. La reacción fue inmediata: el Centro de Control y Comando (C2) detectó al presunto responsable mediante videovigilancia y, según el Ayuntamiento, fue detenido pocas horas después en las inmediaciones de una tienda departamental.
“El sujeto fue seguido visualmente y localizado (…) donde continuaba dañando instalaciones”, informó el gobierno municipal mediante un comunicado oficial.
El individuo, que se encontraba aparentemente en estado de ebriedad, portaba dos recipientes con pintura y fue puesto a disposición de las autoridades por el delito de daños a propiedad ajena, de acuerdo con el artículo 397 fracción IV del Código Penal Federal.
Una ofensa al patrimonio… pero ¿el peor crimen?
El Reloj, declarado como patrimonio cultural del municipio de Tlaxiaco, es considerado un símbolo de identidad local. No obstante, la reacción ciudadana en redes sociales no se centró únicamente en la defensa del monumento, sino en la manera en que las autoridades actuaron con celeridad. En contraste con otros delitos que suelen quedar impunes.
“Uuyy el máximo criminal de Oaxaca!”, ironizó un usuario.
“Que lo quite con cepillo dental y al mero sol hasta que acabe, fichenlo”, escribió otro.
“Ay que sacarle los ojos para que no mire lo que pinta este pintor”, se lee en otra opinión que desató críticas por incitar a la violencia.
El tono burlón, crítico e incluso sarcástico con el que se comentaron los hechos revela una profunda desconfianza hacia las instituciones. Así como un hartazgo ante la impunidad en otros casos más graves que no reciben atención oportuna.
¿Justicia o teatro político?
En el comunicado oficial, el Ayuntamiento reiteró su compromiso con la protección del patrimonio histórico. Además, aseguró que, notificará al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Tal y como lo marca la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, para la emisión de un dictamen y restauración.
Sin embargo, entre la ciudadanía crece el debate: ¿actuar con esa contundencia ante una pinta justifica tanto despliegue? ¿Dónde queda esa eficiencia ante delitos mayores como asaltos, desapariciones o robos a negocios?
“¿Y la mentira?”, cuestionó otro internauta.
“Son muy buenos para agarrar pintores, pero no para frenar la delincuencia real”, se expresó en otro comentario.
Un castigo ejemplar… para un delito simbólico
Más allá del daño material —que sin duda afecta un símbolo importante para Tlaxiaco—. Lo que generó más polémica fue el contraste entre la gravedad del castigo y el contexto del acto. Además del estado del presunto responsable: ebrio, solo y con pintura en mano.
“Esto es lo que pasa cuando la justicia funciona solo para lo visible y no para lo que realmente lastima a la sociedad”, opinó una ciudadana.
Una imagen que pinta más que una pared
Mientras se espera el dictamen del INAH y la posible restauración del reloj, la escena deja una imagen más profunda: la distancia entre lo que la ciudadanía espera de la autoridad y lo que realmente obtiene.
El caso del “vándalo del Reloj” se convierte, paradójicamente, en un retrato simbólico del desencanto social. Donde la tinta sobre la piedra parece menos grave que la ausencia de justicia ante los problemas estructurales del municipio.