Una mujer, de 36 años de edad, a quien llamaremos Margarita, fue y es víctima de violencia familiar, junto con sus dos hijas vivió al lado de su esposo una pesadilla, que si bien no recibía del él maltrato físico, sí era violentada de manera psicológica, sin embargo aún separada de su agresor, la sigue viviendo, aseguró.
Debido a la situación que prevalecía en su hogar la afectada decidió ponerle fin a la relación y se separó de su esposo, sin embargo, éste no dejó de molestarla y la llamaba para insultarla a ella y a sus hijas. La mujer siempre era cuestionada en dónde andaba, con quién estaba, por qué se vestía, de esa manera quería tener el control sobre ella y sus hijas, aunque ya no vivían con él y jamás había aportado un peso para los gastos de la casa, refirió la mujer.
Cansada de la situación tramitó un divorcio, el cual hasta el momento se encuentra detenido, sin una explicación por parte de las autoridades.
“Yo solo quiero que me deje en paz, que no se meta más en mi vida, tampoco en la vida de mis hijas”, mencionada la con voz desesperada la afectada.
Sin embargo, el hostigamiento vía telefónica continúa a pesar de ya llevar varios años separados y que sus hijas ahora son mayores de edad.
“Las mujeres no hallamos el eco esperado en las autoridades, respecto a la atención hacia nosotras que somos violentadas”, afirmó con lágrimas en los ojos.
“En la vida real todo es distinto, los carteles que colocan las autoridades en dónde aseguran que para denunciar violencia hacia la mujer basta una llamada al 911 o al 089, te motivan pero acudir a ellos, pero una vez que conocen tu caso es triste ver como te abandonan y tu expediente se queda archivado, te das cuenta que estás sola”, argumenta la víctima de violencia familiar.
Así como el caso de Margarita hay un sinnúmeros de situaciones en que las mujeres siguen siendo víctimas de violencia familiar de parte de sus esposos o parejas, sin que encuentren en las autoridades un verdadero apoyo para solucionar sus problemas. Pareciera que todo queda en discurso y buenas intenciones, pero mientras ellas siguen viviendo en carne propia un infierno.