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Carlos Salinas y Ernesto Zedillo fueron los autores materiales de la destrucción del sistema político mexicano que, con su “dictadura perfecta”, habían logrado un estilo de gobierno y de vida política, aceptados por todos los actores económicos y políticos, además del pueblo, que siempre guardo obediencia reverencial al tlatoani en turno

A partir de 1921 el país empezó a forjar un sistema de gobierno impuesto, en lo esencial, por el sistema financiero de los poderosos bancos estadounidenses y europeos. Este sistema político creado a través de la democracia representativa creó lo que Mario Vargas Llosa atinadamente llamó “la dictadura perfecta”, encarnada no en un “hombre fuerte”, sino en un partido fuerte, que cada seis años iba renovando sus cuadros, tratando todos y cada uno de los gobiernos en acabar de cumplir los objetivos de la Revolución Mexicana.

La figura presidencial tomó características de sacralidad que estaban en el inconsciente del pueblo basado en la matriz civilizadora ancestral del Anáhuac. En efecto, el pueblo que tiene una herencia cultural y civilizadora de diez mil años fundamentada en la Matria, se impone a los dos siglos del concepto de Patria, que un puñado de españoles nacidos en España llamados gachupines y un puñado de españoles nacidos en el virreinato llamados criollos, crearon en 1824, y que, indebidamente le llamaron México, porque esta tierra desde tiempos ancestrales se llamó Anáhuac. Así es como nace la Patria, como una copia de países que estaban surgiendo en Europa e Iberoamérica.

Esto es muy importante para entender los procesos políticos e históricos de los dos últimos siglos en el Anáhuac. Un puñado de criollos ha usufructuado el poder económico, político, social, cultural, educativo y religioso, sin tomar en cuenta al pueblo del país que fundaron en 1824. Pueblo al que históricamente desprecian, explotan y no le tienen empatía, pero que, sin embargo, forma la estructura vertebral del país que les da de comer y a algunos, los hace extraordinariamente muy ricos.

El Dr. Guillermo Bonfil Batalla en 1987, en su magistral obra “México Imaginario una civilización negada”, plantea esta crisis cultural y política que no había sido llevada al análisis serio y descolonizado, pero que nos permite entender lo que vivimos y no entendemos de nuestra sociedad. Pero el punto de esta entrega, amable lector, es analizar qué es lo que le ha pasado a “la dictadura perfecta”, que ahora se nos presenta caótica, incapaz y desbordada.

En efecto, cuando el capital financiero internacional ordena a las élites políticas mexicanas implantar el neoliberalismo, tuvieron que destruir el estilo de gobierno que había estado funcionando exitosamente durante gran parte del siglo XX, con un gobierno fuerte, un sistema político ordenado, y una economía mixta que mantenía un crecimiento constante. En pocas palabras, “la ideología revolucionaria institucional”, fue cambiada por el neoliberalismo. Carlos Salinas y Ernesto Zedillo fueron los autores materiales de la destrucción del sistema político mexicano que, con su “dictadura perfecta”, habían logrado un estilo de gobierno y de vida política, aceptados por todos los actores económicos y políticos, además del pueblo, que siempre guardo obediencia reverencial al tlatoani en turno.

Desde Salinas a Peña Nieto, los presidentes no solo se dedicaron a entregar al país, sino a destruirlo en todos los campos que pudieron, en especial en el sistema político que mantuvo al país en un orden “aceptado por todos los actores”, especialmente en las leyes no escritas del ejercicio del poder. Desde la presidencia de la república hasta las presidencias municipales.

Uno de los objetivos del sistema mundo es la destrucción de los sistemas políticos de los países del “mundo libre”, incluidos los llamados del primer mundo. Entre más divididos, enfrentados y atomizados estén los países en su vida política, son más vulnerables a las deshumanizadas decisiones del poder financiero supra nacional.

En México, como resultado de los desastrosos gobiernos neoliberales, la figura presidencial se ha visto disminuida. La administración actual ha perdido, en gran medida, el respeto de su investidura y ha preferido, parece, como estrategia política, gobernar laxamente a partir de ser un líder popular. La pregunta es cómo gobernará el siguiente presidente. Pero existe un problema mucho mayor que la pérdida del poder presidencial, y es que los gobernadores se han convertido en verdaderos señores feudales de los estados, que están haciendo lo que literalmente les viene en gana, sin que ningún poder federal o estatal los pueda contener y mantener en el respeto al orden constitucional. Tenemos vergonzosos casos de verdaderos delincuentes con total impunidad en un entramado de corrupción con los poderes judicial y legislativo. A río revuelto, ganancia de Educayotl, A.C.