¿Se agotó la Guelaguetza?
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Toltecáyotl

¿Se agotó la Guelaguetza?

 


La fundación anahuaca de lo que hoy es la ciudad de Oaxaca, muy probablemente se remota al 1500 aC. Su destrucción se dio por los invasores castellanos que llegaron a finales de 1521. La ciudad corrió la misma suerte que la CDMX, pero esa barbarie ha sido tratada de ocultar por los historiadores hispanistas.

La fundación ancestral se debe a que en el cerro llamado Huaxyacac, se produce un contacto energético entre Tepeyóllotl, la energía de las montañas, con los seres humanos. Yac, significa nariz, y el cerro que posteriormente se le llamó, “Del Fortín”, es la nariz de la Sierra Norte. Una nariz de las montañas que se mete el valle, lugar de “pedimento” entre la energía de las montañas y los seres humanos. El Yac, más conocido es el del Tepeyac.

Esa es la importancia del Huaxyacac, razón por la cual el asentamiento ancestral era de carácter sagrado, al cual llegaban a visitarlo de muchas partes del Anáhuac, como hoy llegan al Tepeyac.

Durante siglos los anahuacas realizaban la ceremonia al cerro sagrado. Durante la Colonia, los Viejos Abuelos tuvieron que disfrazar la ceremonia y hacerla cristiana. Así vino cambiando y adaptándose para poder sobrevivir. En 1931, Oaxaca sufrió una catástrofe sísmica, durante días tembló y más de la mitad de la ciudad quedó en ruinas. Las familias pudientes y los capitales huyeron a la CDMX, los temblores dejaron una ciudad, semidesierta, en ruinas y en la pobreza.

Para 1932, se conmemoraban los 400 años, de que la corona española extendió una cédula real que elevaba de villa a ciudad a Oaxaca, pero que no firmó el rey. Por la falta de recursos se decidió invitar a las regiones a participar en este festejo. Esta es la génesis de lo que hoy llaman Fiesta de la Guelaguetza, que, durante gran parte del siglo XX, fue una fiesta totalmente del pueblo, en la que se mezcló una tradición ancestral con tradiciones venidas del sincretismo de la cultura popular.

Oaxaca siempre ha estado incomunicado por la falta de carreteras, las regiones eran universos culturales y económicos incomunicados, de modo que esta fiesta representó por muchos años, la unidad de los pueblos y culturas oaxaqueñas, entre sí y con sus autoridades. La figura del gobernador era punto de encuentro y cohesión política y social en un estado históricamente incomunicado.

Pero, además, era la fiesta del pueblo, la gente subía al cerro a hacer un día de campo, llevan sus alimentos y música, hasta que se hizo una verdadera verbena popular. La construcción del Auditorio Guelaguetza en 1974, como un foro al aire libre al estilo de un teatro romano, influyó en los grandes cambios que se empezaron a hacer en la Guelaguetza.

Oaxaca había sido siempre una ciudad turística de altísimo nivel. Es decir, el turismo que la visitaba era un turismo culto, que no solo venía a conocer el arranque arqueológico de la zona de Monte Albán, que, gracias al descubrimiento de la famosa Tumba Siete y su valioso tesoro en 1932, los trabajos en Mitla en 1940 y Yagul en 1974, entre otros, sino la riqueza y diversidad cultural de los pueblos de los Valles Centrales, con su tianguis, mercados, gastronomía y artesanía, hacían que llegaran a Oaxaca, un turismo conocedor, que valoraba altamente esta riqueza humana y que no reparaba en pagar buenos servicios de hospedaje, alimentación y expertos reconocidos guías.

Sin embargo, el declive turístico de Oaxaca, se debe, en gran medida a la ignorancia, desprecio y racismo de las élites económicas y políticas de la ciudad de Oaxaca. En efecto, cuando los seudo empresarios turísticos y los rapaces funcionarios empezaron a transformar el turismo en un negocio de masas, donde las “mochadas” de las empresas impusieron sus homogéneas prácticas comerciales a nivel nacional. Donde los ignorantes funcionarios de turismo y cultura, empezaron a vulgarizar y abaratar la Guelaguetza, comenzó la distorsión de una fiesta que nunca “ha sido original”, pero que sí, estaba en el corazón del pueblo.

El hacer una mega cantina, un espacio comercial y de promoción, hasta llegar a ser un objeto de promoción política personal de gobernadores, para hacer amigos y relaciones, llegando al exceso de inventarse dos Guelaguetzas más, para hacer más rentable el show.

Esta gente, sin escrúpulos, ignorantes, ambiciosos e insaciables, que se atreven a destruir un patrimonio cultural del pueblo, por obtener beneficios políticos y económicos, son los que han asesinado a “La gallina de los huevos de oro”. Difícil se antoja la misión imposible de recuperar, no solo La Guelaguetza, sino el valor cultural del turismo en Oaxaca. Porque estamos hablando de la dignificación de las culturas populares e indígenas. Estamos, tal vez, en la última oportunidad de revertir estos excesos, abusos e ignorancia, y devolver al pueblo de Oaxaca, lo que siempre fue su orgullo y su identidad.

Puede ser, que el nuevo gobierno estatal, sensible, educado y consciente, enfrente tan titánico desafío. De no hacerlo, no solo a La Guelaguetza, le ocurrirá lo que le sucedió a la Feria de Aguascalientes o al propio Acapulco, que la ambición los desfondó y hoy, ya no son lo que en su día fueron para México.

El turismo en Oaxaca se ha comercializado a tal punto, que lo original, la esencial, lo propio-nuestro, casi se ha perdido. Se ha masificado un turismo baratón, que viene a comprar chucherías, a embriagarse y a buscar ofertas para CONSUMIR CULTURA POPULACHERA.

Educayotl, AC. Educar para el futuro con la sabiduría del pasado.

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