El gran reto de la humanidad
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Toltecáyotl

El gran reto de la humanidad

 


El sistema mundo originado en la cultura occidental, que se arropa en una serie de mitos y dogmas para sostenerse como “la verdad universal”, como: la democracia del dinero, la libertad, los derechos humanos, la soberanía de los estados, ha resultado la más terrible dictadura que jamás ha existido en la historia de la humanidad.

El ser humano ha sido despojado de su conciencia de ser, de su alma y de su propia vida. No es exageración decir que los pueblos de los países dominados por el sistema mundo, viven en las mismas circunstancias o peores que los animales industrializados para generar riqueza. Los países, ricos y pobres, tratan a sus ciudadanos como pollos, cerdos o vacas de factorías agroindustriales.

El ser humano moderno ha perdido su conciencia de ser humano, le han inhibido sus instintos de conservación y de perpetuación de la especie, y lo han despojado de sus costumbres tradicionales, de su cultura popular, para vivir a través de la trasmutación de sus valores, principios y actitudes, con paradigmas ajenos a su historia y su cultura. El ser humano moderno es individualista, consumista, pragmático, resignado e inconsciente, ha perdido la espiritualidad para ser devorado por un mundo vorazmente material.

Toda esta desgracia es producida por un puñado de ¿personas?, que poseen el poder económico, político y de comunicación, de gran parte del planeta. Ese famoso “uno por ciento”, que, en realidad, como apuntan los expertos, son las personas que poseen este inmenso poder, que jamás ha existido, caben en un autobús y sobran asientos.

Este poder está estructurado en mitos y dogmas, que se sostienen por los sistemas globales supra nacionales de finanzas, comunicación, organismos supra nacionales, iglesias y poderosos ejércitos. Los pueblos están tan enajenados que no saben que es lo que les pasa, viven en la irealidad. Creen en la democracia creada por el dinero, en la política, los partidos políticos, en las leyes y las instituciones de justicia, la educación para el trabajo donde adoctrinan a las nuevas generaciones y las dejan catatónicas para ser utilizadas en la creación de la riqueza.

Han hecho creer a gran parte de la humanidad que la creación de la riqueza es el único  gran objetivo de la humanidad, y desde luego, de los Estados a partir de la iniciativa privada. El ser humano moderno ha perdido la conciencia de la responsabilidad de vivir una vida en plenitud armónica, en armonía con todos los seres vivos.

Amale lector, medite usted, sobre el misterio de la vida, y verá, que todo ser vivo en el planeta tiene una razón de existir, desde una hormiga, un venado, un pez, o una flor, un árbol, un bosque. Todos los seres vivos en el planeta tienen una función y una razón de ser. La única especie, la más reciente, no la tiene per se.

La grandeza del ser humano es que no está acabado, no está definido existencialmente. Será la conciencia, venida de la educación y la cultura, lo que le permita al ser humano la autodeterminación, es decir, definir su destino. Encontrar la razón de vida es un privilegio y un desafío. Encontrar su camino y su destino es una responsabilidad existencial elemental, negado para los otros seres vivos.

Cuando se pierde esa conciencia, se pierde el sentido de la vida. Pasa uno entonces a ser un pollo o un cerdo de granja avícola en donde “otros”, definirán su destino. Al perderse el alma, que es lo más sagrado de un ser humano, pierde su condición y se vuelve un objeto de producción y consumo, una pieza desechable del gran sistema. Mucha gente al pensar o presentir esta verdad, busca escapar por la puerta falsa de las drogas, los vicios o la conversión a ser seres desalmados.

En todo el planeta el ser humano ha creado modelos de vida a lo largo de miles de años. En Egipto, Mesopotamia, India, China, la Zona Andina y el Anáhuac. Estos arquetipos de seres humanos los encarna Akenatón, Zoroastro, Krisna, Confucio, Lao Tse, Viracocha o Quetzalcóatl, modelos humanos de una vida virtuosa, que, aunque aparentemente diferentes, en esencia, están creados por los mismos valores y principios de vida. La familia, la comunidad, el respeto a la vida, la fraternidad y la solidaridad, conforman parte de estos valores, pero especialmente, la búsqueda de la trascendencia espiritual de la existencia.

La cultura de la modernidad se ha encargado de tratar de destruir estos valores y las civilizaciones que los crearon. Prenden hacer creer al ser humano que son parte de un modelo antiguo y primitivo, ya superado. Que el pasado ya pasó y que es anacrónico y retardatario. Sin embargo, los valores y principios de estas civilizaciones, hoy representan, la única posibilidad de superar la crisis civilizatoria del mundo moderno. Educayotl, AC. “Educar para el futuro con la sabiduría del pasado”. www.toltecayotl.org