El dominio mental de los pueblos colonizados
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Toltecáyotl

El dominio mental de los pueblos colonizados

 


La injusticia, exclusión y explotación que ha existido desde el inicio de la invasión española durante los tres siglos de Colonia, y su continuidad, en los dos últimos siglos, con la invasión de otros pueblos europeos y de Medio Oriente en el periodo neocolonial, se ha logrado hacer, debido a la feroz implementación de los dogmas y estrategias coloniales.

La colonización es antes que todo, un proceso mental, que es introyectado de manera estructural en la mente de los invadidos a través del sistema educativo, la televisión, la radio y ahora las redes sociales, haciendo que pierdan la conciencia, por medio de borrar la memoria histórica y la identidad cultural ancestral. Al perder la conciencia, desaparece de su esencia de vida, la necesidad de la libertad, la autodeterminación y la dignidad existencial. 

Los individuos y los pueblos de esta manera, aceptan mansamente la exclusión y la explotación. Aceptan como una realidad histórica que así ha sido, así es y así será, porque dios así lo quiere. El objetivo de la colonización es hacer que el invadido colonizado, piense y vea el mundo como su opresor y se invente el abuelito español y se tiñan el cabello de rubio, desmantelando cualquier huella de su cultura Madre en su vida y en su ser. Por la colonización esta gente se siente inferior e incapaz, actúa permanentemente como un ser derrotado, por lo que, de manera consciente e inconsciente trata de actuar como sus opresores.

Al pensarse como parte de los invasores colonizadores, se suman al proceso de explotación, robo y despojo. Se convierten gustosos, sin dudarlo, en las fuerzas de represión y depredación, ejerciendo la violencia contra sus propios pueblos, sin la menor compasión. Así podemos ver en imágenes, como los policías roban o extorsionan a personas muy humildes o pueden patear en la cara a una mujer detenida y esposada, tirada en la batea de una camioneta de la policía. No hay piedad y compasión con los pobres y, como ellos dicen, para los indios.

La colonización, llega a tal punto que, por este fenómeno, la mayoría del pueblo no se da cuenta e interactúa familiar, laboral, educativa y comercialmente en esos parámetros. La premisa es o estás a mis pies y mi servicio, o estás en contra mía. La percepción que tiene el pueblo de la invasión, despojo y violencia, es desde el punto de vista del invasor, por eso llaman sin ninguna vergüenza a este lamentable hecho, LA CONQUISTA DE MÉXICO. Desde 1492, cuando Colón bautizó a los pueblos invadidos con el nombre de INDIOS, hasta la fecha, acepta y utiliza este nombre el pueblo para reconocerse, desconociendo y negando el nombre milenario del Anáhuac y de sus habitantes como anahuacas. “Si no te nombro, te desconozco, no existes”, y así ha sido en estos cinco siglos. No se reconoce la civilización Madre, no se reconoce el gentilicio, la identidad ancestral. En síntesis, no se reconocen los derechos de las víctimas históricas de la invasión, que sigue hasta nuestros días, ahora con las mega empresas extractivas, las de alimentos procesados, productos chatarra y bebidas azucaradas.  

Este fatalismo histórico religioso de ver la colonización como un designio divino, tiene que ver con la evangelización y la destrucción de la milenaria espiritualidad anahuaca. Desde el inicio de la invasión, la colonización llegó con la espada y con la cruz. Más potente y letal que el acero o la pólvora. La Santa Inquisición durante tres siglos se dedicó a desaparecer cualquier manifestación de la espiritualidad de los pueblos invadidos, y con ella, los valores y principios de su milenaria cultura. La noción de la voluntad divina de la pobreza, la sujeción y la mansedumbre ante el abuso, la violencia y el exterminio, no termina en 1821, ni en 1857, llega hasta nuestros días. La jerarquía eclesiástica siempre acompañó y arropó a los invasores, desde los de espada hasta los que bendicen las fábricas, las grandes tiendas o las empresas. A lo largo de estos cinco siglos, se ha consolidado en el cerebro y el alma de los fieles que, la pobreza es mejor que la riqueza, y que la obediencia es el camino de las buenas ovejas, porque se repiten sin cesar que, “será más fácil que pase por el ojo de una aguja un camello, que entre un rico al reino de los cielos”. Desde luego que han existido y existen grandes excepciones en la iglesia, pero el daño ya está hecho. Más en nuestros tiempos, cuando los feligreses están abandonando los templos católicos, para caer en las manos rapases de los llamados pastores, pertenecientes a iglesias y sectas que han invadido el país en una nueva conquista religiosa, financiados especialmente por agencias estadounidenses, quienes se dedican a explotar la búsqueda de una respuesta a la espiritualidad no encontrada por los errores de la iglesia católica, que en menos de 70 años han perdido aproximadamente el 20% de sus feligreses. En Chiapas el arribo de diversas sectas, es ya un problema. Por ejemplo, existen en el país ocho mil personas convertidas al islam y en Chiapas hay una comunidad de 700 musulmanes. El problema no es la religión, sino la intención de su introducción, que, más temprano que tarde, traerá problemas como ha sucedido en otros países. Educayotl AC. www.toltecayotl.org