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Salario pulverizado

Hoy más que nunca, la frase “el salario no alcanza” se ha convertido en una realidad cotidiana para millones de personas. La inflación, el encarecimiento de la canasta básica, los servicios y las rentas han rebasado por mucho los ingresos que la mayoría de las y los trabajadores reciben cada quincena. No se trata sólo de un problema económico, sino de una cuestión de dignidad humana: trabajar tiempo completo y aún así no poder cubrir lo esencial, como comida, vivienda, transporte y salud, es un síntoma de un sistema que no está funcionando para la mayoría.

Los salarios mínimos, aunque han tenido aumentos en los últimos años en algunos países, siguen estando muy por debajo de lo necesario para vivir con dignidad. El crecimiento económico no ha significado una mejor distribución de la riqueza; al contrario, se ha concentrado en unos cuantos, mientras la clase trabajadora enfrenta deudas, estrés y múltiples trabajos para sobrevivir.

Muchos jóvenes no pueden independizarse, las familias deben elegir entre pagar el gas o comprar carne, y cada vez más personas cae en la informalidad para generar un ingreso extra. Esta situación no sólo refleja un problema económico, sino también social y político. Es urgente replantear las políticas salariales, garantizar empleos dignos, frenar la especulación inmobiliaria y fortalecer la seguridad social.

Decir que el salario no alcanza ya no es una queja aislada, es una demanda colectiva. Es hora de que el trabajo deje de ser una condena y vuelva a ser un medio para vivir bien.

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