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Pegatinas Reivindicativas

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No sé en dónde les haya tocado el simulacro conmemorativo de los sismos del 19 de septiembre. En mi caso, fue en mi centro de trabajo. Al punto de las 12:19 horas, cuando sonó la alarma sísmica, las cuadrillas de protección civil guiaban al personal a la salida más próxima. Era fácil reconocerlos: casco amarillo o naranja, chaleco fosforescente con líneas reflejantes; el ensamble lo completaba un enorme cartel que señalaban las diferentes áreas operativas, así como un semblante que invitaba a seguir sus instrucciones.

Se notaba que las personas asignadas a los grupos de protección civil habían recibido algún tipo de capacitación y practicado unas cuantas veces, pero no las suficientes como para organizar correctamente a todo el personal una vez fuera de las instalaciones. Primero, nos mezclaron entre las áreas; después, nos formaron hacia una dirección. Por último, nos hicieron cambiar todo hacia el lado opuesto. Una vez lograda la formación deseada por las personas encargadas del simulacro, se dio lectura al saldo del ejercicio. Saldo blanco, señalaron. Se acomodaron frente a las filas de trabajadoras y trabajadores, dándonos las espaldas, se compusieron los cascos y se tomaron la foto.

Fin del simulacro. Todos volvimos a nuestras áreas alrededor de las 12:45. Apenas comenzábamos a retomar el ritmo de trabajo cuando de nueva cuenta sonó la alerta sísmica. Después de la experiencia de hace cinco años, casi nadie dudó en volver a salir de las instalaciones. Salimos a paso veloz, pero con cierta calma. Ya en los espacios designados como seguros, esperamos se sintiera algún movimiento, sin que fuera el caso. Todas y todos atentos a nuestros celulares para buscar causas a este nuevo alertamiento. Fue el sismo registrado a las 13:05 horas, al sur de Coalcomán, Michoacán, con una magnitud inicialmente reportada de 7.4 y ajustada a 7.7 grados.

Solo una variación de alrededor de veinte minutos entre el simulacro y el siniestro real. Unos cuantos minutos que hicieron toda la diferencia entre las características del desalojo de las instalaciones durante el ejercicio y ante un hecho real.

Para empezar las pancartas y los cascos habían desaparecido. Solo uno de los varios responsables de protección civil se hizo notar con chaleco puesto antes de que nos devolviéramos a las instalaciones tras solicitarnos a parte del personal que permitiéramos terminaran la revisión de las estructuras. Pero, para ese entonces, dos terceras partes de las y los trabajadores ya habían ingresado a sus oficinas.

Aunque el desalojo se hizo de forma pronta y ordenada, sí hubo personas que no abandonaron el edificio y de las filas y agrupamiento por áreas mejor ni hablamos. No hubo informe de saldo, instrucción única para volver a las instalaciones ni foto. Al final, como otras tantas veces, se actuó por inercia, con base en la experiencia individual y sin protocolo.

Resulta por demás preocupante que, en Oaxaca, así como en buena parte del país, no se cuente con una verdadera cultura de protección civil a pesar de encontrarnos ubicados en territorios que -aunque generosos paraísos- son zonas de alta sismicidad.

Se revisten formalidades, se portan insignias y distintivos, se cumplen con los pasos marcados por el manual. Solo para la foto. A la hora de la verdad, es otra historia.

@GalateaSwanson