No es un asunto de ideologías, o de doctrinas políticas ni de proyecto de Nación diferentes, eso que le da sentido a los partidos políticos y a la democracia en la que la mayoría es la que decide cuál es la integración de gobiernos y de modos de gobernar.
No es por ahí el asunto en esta ocasión. Es porque mucho extraño pasa en el país en el que estamos todos, y los presagios son temibles. Hay nubarrones por donde quiera que se mire; hay tropiezos, hay torbellinos de pronto, pero sobre todo hay inquietud entre la población nacional.
Hoy la mayoría de la población mexicana vive su presente con temor. Lo que pasa y lo que ocurre en todos los ámbitos inquieta porque da la impresión de que ya no tenemos esa tranquilidad y paz social que si bien parecía sostenerse en injusticias y quebrantos, la vida daba para buscar la paz y el sosiego. No éramos enemigos uno del otro, como surgió del discurso de odio de AMLO.
Hoy se camina por la vida con temores, con miedos, no sólo por la violencia criminal que cada día es más alarmante en la mayor parte del país, aunque desde el gobierno federal, los estatales y municipales el discurso político insista en que todo está bien, que las cifras de criminalidad están a la baja o que de plano ya todo está bien. Que no hay que temer. ¿No hay de qué?
Se dice que la economía está fuerte, que no habrá recesión y que, en todo caso, si la hay, los mexicanos tendrán que hacer uso de sus ahorros para salir del bache por su propia cuenta. Lo dijo el mismísimo titular de la Unidad de Planeación Económica de la Secretaría de Hacienda, Rodrigo Mariscal, en Americas Society; dijo que los mexicanos tienen “ahorros suficientes”. Más que una solución o, incluso esperanza de solución, es una amenaza.
Y sí. Resulta que cada día es más visible un enorme deterioro en la vida de todos en tanto estabilidad económica como de estructura social y emocional. Mucho confluye para que esto sea así. El deterioro de la economía doméstica causa estragos. La creciente inflación contradice el entusiasmo gubernamental en lo económico.
Además la economía depende de las decisiones que toma cada día el exaltado e inestable Donald J. Trump, presidente republicano de los Estados Unidos…
El mismo que cada día asesta golpes bajos al gobierno mexicano que se consuela con llamadas telefónicas pero que no informa a los mexicanos bien a bien cuáles son los acuerdos a los que se llega con el hombre naranja y cuáles son los compromisos que adquiere la presidencia mexicana para su propia subsistencia y estabilidad y si cede soberanía y lo niega.
El crimen organizado y la delincuencia están en peligroso auge en todo el país. No hay un día, uno sólo, en el que no sepamos que mueren cientos de mexicanos, ya por sus vínculos con esos grupos criminales o por daños colaterales. Además la delincuencia común hace de las suyas en las calles de México. Asaltos, secuestros, violaciones, agravios, robos… tanto cada día. Más que nunca antes.
Hay un sentimiento de fracaso entre los mexicanos. Fracaso porque nunca hemos tenido gobiernos a la altura de nuestra identidad, de nuestros valores sociales, de nuestros problemas, requerimientos y riquezas. No los hemos sabido construir y hemos dejado que abusivos y aprovechados u “ocasionados” se hagan del poder político y abusen, sin saber gobernar.
Acaso hoy una parte de la población se consuela por las dádivas que otorga el gobierno federal a través de lo que eufemísticamente llama “gasto social”, pero que no es más que la compra de voluntades con recursos públicos, lo cual también termina por ser un fracaso de las políticas públicas que debería sanear cualquier gobierno democrático y de izquierda.
La educación mexicana está en deterioro. Muchos maestros que pasan la vida en las calles reclamando –lo que está en su derecho- pero que olvidan su responsabilidad única y verdadera: enseñar, estar frente a los niños en las aulas y hacer de ellos mexicanos justos, prósperos, libres…
La salud está en capítulo mortis. Los mexicanos pagan cada día millones y millones, a raudales, a la salud privada porque simple y sencillamente la salud pública no tiene ni principio ni fin. Está en franco deterioro, y no por falta de capacidad y conocimiento de los médicos…
… Si por falta de una administración de la salud eficiente desde el gobierno. Los muertos por falta de atención médica pública se multiplican en tanto que desde el gobierno se dirime qué hacer y mantener la ilusión absurda de que nuestro sistema de salud sería “mejor que el de Dinamarca”.
Si. Millones de mexicanos se satisfacen en sí mismos. En sus fiestas. En sus conciertos masivos. En sus bailes públicos, en los estados y los municipios. Pero es simple y sencillamente un placebo estimulado por gobiernos que vuelven a la vieja historia de que el pueblo se conforma “con circo”, según dijera el mismísimo Porfirio Días.
Y sin embargo, frente a este ánimo desolador y pesimista –pesimista con razón, en vista del panorama nacional adverso-, por encima de todo esto están los mexicanos. Los mexicanos que históricamente han sabido salir delante de sus tragedias.
Los mexicanos que luchan-trabajan-se esfuerzan-sudan la gota gorda cada día para vivir y para encontrar eso tan intangible pero tan necesario que se llama ser felices.
Y sí, la democracia es el camino. No la democracia fallida y falsa como las elecciones del 1 de junio que de democrático tienen cero y son destructivas de la República…
Sí una democracia en la que todos asuman su responsabilidad y busquen en sus baúles de vida la responsabilidad individual y social; el orgullo y la dignidad… esa fuerza múltiple para rescatar México de sus grandes problemas nacionales de hoy. Solo los mexicanos lo harán. Sí, señor.