Neoliberalismo sexual
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Neoliberalismo sexual

 


Para poder abordar el concepto de neoliberalismo sexual que nos presenta Ana de Miguel en su libro titulado “Neoliberalismo sexual: El mito de la libre elección” , es fundamental conocer el término “cuestión femenina”, el cual desde el inicio de la tradición marxista referente a la emancipación de la mujer, ha destacado como un tema que debe abarcar  de manera  conjunta a líderes revolucionarios mujeres y hombres.

En este sentido, León Trostky decía que para cambiar  las condiciones de vida, se debería ver a través de los ojos de la mujer.  Lenin solía refererirse  a la opresión de las mujeres como esclavitud doméstica,  la cual es un elemento central en la teoría marxista en donde la fuente de la opresión de las mujeres radica en el papel de la familia como reproductora de fuerza de trabajo para el capitalismo, y en el papel desigual de la mujer en su seno. Engels sostenía que el papel de la mujer proletaria significa que la esposa se convertía en la sirvienta principal y si llevaba a cabo sus tareas al servicio privado de su familia, permanece excluida de la producción pública y sin salario.

Ahora bien,  resulta de especial interés la reflexión que hace Ana de Miguel sobre  amor romántico, el sexo y la prostitución, en la que analiza que es  “la ideología patriarcal”  quien cosifica la sexualidad en productos o servicios y establece una alianza entre el comercio y la trasgresión. La autora afirma que existe una falsa libre elección, que ayuda a  constituir  el “patriarcado del consentimiento”  que ha hecho que las mujeres crean y repitan la frase  “yo hago con mi cuerpo lo que quiero”, sin darse cuenta que  en la lógica del mercado capitalista acumulación y reproducción de la riqueza, ellas siguen fungiendo el papel de objeto sexual . De acuerdo con esta fórmula, el trabajo en la industria del sexo es un logro de la nueva libertad que disfrutan las mujeres contemporáneas. Sin embargo, la estrategia consiste en apelar a la libre elección como si ésta fuera el fundamento del feminismo, restando valor “al análisis de la estructura social generalizada y patriarcal que actúa determinando de forma coactiva las elecciones de las personas”. Por más que muchas de ellas se crean libres hasta para equivocarse y por más que algunos nos hagan creer interesadamente que hemos alcanzado la plena igualdad. La libertad que no atiende a los condicionantes estructurales, y que por tanto permanece ciega a la subordiscriminación que sufren las mujeres, se ha convertido en el lazo perfecto que suma las prepotencias del mercado con los poderes masculinos. Un contexto en el que asistimos a la vuelta del rosa y del azul, es decir, a una socialización diferenciada en razón del sexo y en el que el mercado continúa convirtiendo, ahora con más radicalidad que nunca, el cuerpo de las mujeres en cuerpos disponibles para ser usados, disfrutados o maltratados por la mitad masculina.

En virtud de lo anterior, el tema del consentimiento hace invisible el fundamento de la institución de la prostitución: por un lado, el hombre que demanda que su deseo sexual sea satisfecho y, por el otro, la ideología que encuentra normal, natural y deseable que lo haga, de esta forma los hombres tienen acceso al cuerpo de las mujeres pagando una cuota, haciendo con ellos lo que les plazca, suponiendo que el acuerdo es justo para ambos, cuando la vulneración y transgresión del cuerpo de la mujer no debería seguir siendo objeto de consumo para nadie.