Un faro en la ceguera: José Saramago
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Un faro en la ceguera: José Saramago

 


“Para un auténtico escritor, cada libro debería ser un nuevo comienzo en el que intenta algo que está más allá de su alcance”
Ernest Hemingway

Hace nueve años (18 de junio del 2010) falleció a causa de una leucemia José Saramago, con 87 años de edad y 30 páginas de una nueva novela. Recuerdo que a los 14 años leí por primera vez “Ensayo sobre la ceguera”, un libro que he redescubierto muchas veces a lo largo de mis años como lectora, la frase “no son ciegos, «están ciegos»” es una de las más penetrantes e inquietantes de la obra. El escritor portugués en esta novela nos habla de esa incapacidad del ser humano por reconocer al prójimo. La misma que nos convierte de pronto, en seres infames, en criaturas que necesitan de la guía de otros para comprender y sobrevivir. Cuando se habla de José Saramago, se invoca al agitador de conciencias, al hombre que nunca claudicó en su afán de denunciar injusticias y de posicionarse ante cualquier conflicto de su época. Saramago fue ese escritor apasionado que tenía la necesidad de levantar toda piedra, aun sabiendo que debajo podían esconderse auténticos monstruos.
José Saramago uno de los literatos más distinguidos que nos ha ofrecido Portugal (al lado de Fernando Pessoa), nació el 16 de noviembre de 1922 en Golegã, Portugal. Sus padres fueron José de Sousa y María da Piedade, una pareja de labradores y artesanos, ambos analfabetos. Su madre a quien se le negó la educación fue quien le regaló su primer libro y la causante de que el pequeño José fuera un lector voraz. Cuando tenía dos años, decidieron emigrar a Lisboa en busca de una mejora económica. Establecidos en la capital portuguesa disfrutaron de cierta estabilidad. Su padre empezó a trabajar como policía y él tuvo la oportunidad de cursar estudios básicos. Entró en una escuela industrial durante unos años, sin embargo la bonanza duró poco y se vio obligado a abandonar sus estudios a los 15 años para empezar a trabajar en una herrería mecánica. José tenía que ganarse la vida y demostrar su tenacidad por querer aprender: se convierte en autodidacta y así con 25 años (a la par del nacimiento de su primera hija) publica “Terra do Pecado.” A partir de 1955 empieza a traducir al portugués las obras de Hegel y Tolstoi. Al mismo tiempo, se esfuerza por dar una adecuada madurez a su estilo, para tener alguna oportunidad de alcanzar el éxito con sus escritos. Sin embargo sus esfuerzos no fueron reconocidos y ningún editor se atrevió a publicarlo (rechazo de su obra Clarabóia), hecho que lo llevó a un alejamiento de 10 años del mundo de la escritura. No fue hasta 1966 cuando lo volvió a intentar con “Provavelmente alegría” y más tarde con “El año” de 1993. Ambas lograron el reconocimiento de las editoriales, de modo que empezó a colaborar con la editora portuguesa: Estúdios Cor. Llegado el éxito literario, José Saramago sintió la necesidad de embarcarse en el periodismo. Empieza a trabajar en el “Diario de Noticias” y, más tarde, en el “Diario de Lisboa”, llegando a ser director adjunto y comentador político Tras la llegada de la Revolución de los Claveles en Portugal, el 25 de Abril de 1974, (en la que participa activamente) decide dedicarse exclusivamente a la escritura y a la revolución. Era una figura reconocida y respetada, y ansiaba dar al mundo más trabajos, más libros. En 1976, publica “Los apuntes”, obras de teatro como “A noite” (La noche, 1979) y libros de cuentos como “Casi un objeto.” En los años 80, José Saramago ya era un autor mundialmente conocido. Logró la consagración literaria con Memorial del convento. Más tarde, llegarían “La balsa de Piedra” (1986), el polémico “Evangelio según Jesucristo” (1991) y sobre todo, “Ensayo sobre la ceguera”, (1995). Su escritura había madurado y era más refinada, sus escritos eran libros más comprometidos, por lo cual, llegado el año 1998, el Comité de Estocolmo (Suecia) le otorga el más elevado reconocimiento: el Premio Nobel de Literatura.

 

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