El mal gusto por el riesgo
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El mal gusto por el riesgo

 


A quien gusta de poner en riesgo sus capacidades y conocimientos para dominar situaciones, se le denomina “temerario”, si bien este vocablo implica tener destreza y valentía. Sin embargo, hay quienes sin destreza o valentía ponen en riesgo sus capacidades limitadas y conocimientos reducidos, para intentar vencer, especialmente a fantasmas creados por su mente son, con mucho, ignorantes.

En la vida académica y estudiantil, éstos últimos salen reprobados, gracias la existencia frecuente de evaluaciones y exámenes. En el mundo laboral sucede lo mismo: a mejores capacidades y la destreza en su uso, se le otorgarán ascenso. Ni abundar de los círculos científicos, son élites privilegiadas por la superioridad mental e inteligencia.

Pero el segmento de la vida social y económica que estremece por su temeridad ciega, es la política. Ascender en política es ir obteniendo “permisos” ilegales para violentar a otros; más ascenso implica más prepotencia y una cerrazón absoluta al sentido común, a la verdad y a la razón. Hay políticos que buscan afanosamente patentes de corso, eso autorización ilícita para despojar a quien sea y para justificar la razón de la fuerza bruta.

La política en el mundo actual, esté retomando algunos vicios de la tiranía y del populismo. Estamos observando ejemplos, como el de América Latina, donde parecen recuperar vida los cruentos años de los “gorilatos”, aquellos golpes de Estado escenificados por militares que tomaban el poder por la fuerza e imponían regímenes de autoritarismo, de crueldad, de genocidio y de toda suerte de violación a derechos humanos. Hoy en día, seres con las mismas pretensiones de aquella época funesta de las décadas 1960 y 1970, acceden al poder por fórmulas democráticas: el sufragio popular es el pretexto para justificar triunfos y al subir al mando, emplear la voluntad personal absoluta, pasando por encima de los derechos y de las libertades públicas. 

Ocioso pareciera mencionar los casos de Venezuela, Nicaragua, Perú o Argentina (ya ni decir Cuba y habrá que ver lo que se hará en Chile y Brasil), donde el voluntarismo personal atropella a las sociedades y lesiona sin pudor la vida económica, haciendo de sus países cotos personales de rencores, violencia, odio y Polarización. Países donde las instituciones que en su momento procreó la democracia republicana, son aniquiladas, dejando a sus pueblos en la indefensión. Los nuevos poderes ejecutivos sobajan vergonzosamente a los legislativos y judiciales, concurriendo con ello a lo más deleznable de las dictaduras. (Increíble, pero Estado Unidos, con Joe Biden, está creando un grave riesgo de odio: provocar que la OTAN entre en una guerra contra Rusia por un país de paja: Ucrania).

México está en la lista. Se ha hecho merma de las instituciones y organismos autónomos, se van reduciendo presupuestos para la operación indispensable de contrapesos al poder y entidades necesarias para la modernización tecnológica y científica. Se va dando fuerza a líneas ideológicas confusas que obscurecen las intenciones y ánimos de mejora y progreso. Los programas sociales son, hoy en día, un negocio, moneda de cambio con la cual se compran votos para lograr permanencia en el poder al estilo tribal, donde el cacique decide caprichosamente el destino del grupo, con grandes peligros, como el mal manejo de la pandemia que ya nos coloca en el cuarto lugar mundial de muertes por Covid19.

Hemos viso, desde diciembre de 2018, que se van tomando decisiones temerarias, pero de alto riesgo social. La democracia se puede derrumbar fácilmente y no hay un proyecto económico-social real ni plan de gobierno. Hay que repetir que un tren lúdico, un aeródromo adaptado y una refinería sin futuro, no son proyectos de desarrollo, como tampoco lo es esa trampa de revocación de mandato.

 

 

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