¿Destruyendo el futuro?
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Hoja por hoja

¿Destruyendo el futuro?

 


Uno de los programas sociales (Jóvenes construyendo el futuro) diseñados por el gobierno federal, es aquel destinado a personas de entre 18 y 29 años de edad, que no estudien ni trabajen (llamados popularmente “ninis”; para que sean ocupados en empresas, negocios y gobierno, como “aprendices”, motivo por el cual reciben un estipendio mensual o beca de 3 mil 748 pesos, incluyendo seguro médico, de vida y hasta de maternidad. Se dice que hay más de 370 mil jóvenes inscritos, pero lo cierto es que se desconocen resultados y efectividad de ese programa; jamás se mencionan en las llamadas “mañaneras” del presidente, pero de algo hay plena seguridad: los beneficiarios están en edad de votar y la beca se asemeja más a un pago por una lealtad encaminada a fines electorales. Todos los programas sociales tienen semejante propósito, dado que el dinero se entrega en directo, con dedicatoria presidencial. Se privilegia la limosna en detrimento del trabajo y el esfuerzo personal como medio honesto de ganarse la vida.

Pero si hay un plan de construir un porvenir, la realidad de nuestra economía y de las finanzas públicas, muestran que ese futuro está siendo destruido en el presente. Se combate oficialmente a la iniciativa empresarial, que sin duda es creadora de empleos y auténtica generadora de impuestos, que son la mayor parte de los ingresos corrientes gubernamentales, con los cuales debe de darse satisfacción a esos programas que tanto alarde hace de los mismos el poder en turno. Los contribuyentes, mayores y menores, son quienes mantienen al régimen gubernamental y sus proyectos, de otra manera la Hacienda pública estaría sin los ahorros que tanto se alardean.

No es la primera vez que se destruyen instituciones del Estado mexicano. Lo que se dice fue la “Tercera Transformación”, la revolución de 1910-1917, se encargó de agotar los fondos de Tesorería, que con políticas públicas acertadas se habían acumulado en el Porfiriato. Las etapas revolucionarias fueron minando las estructuras gubernamentales y del Estado y hasta se sirvieron de los ferrocarriles porfirianos para el transporte de revolucionarios y sus soldaderas: sin los 20 mil kilómetros de vías férreas porfirianas, Villa, Obregón o Carranza hubieran estado imposibilitados de consumar sus proezas de destrucción.

Al final de las revueltas y traiciones, dos presidentes tiránicos y absolutos dominaron el panorama político y de gobierno: Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Pero, así como se conoce su parte en el desmembramiento institucional, se reconoce también que iniciaron una notable etapa constructiva: primero la educación pública; seguida del reconocimiento por parte de Estados Unidos y otras potencias como el Reino Unido, a pesar de un acto al parecer de pérdida de soberanía: los Acuerdos de Bucareli. Siguieron la creación del Banco de México, única entidad emisora de papel moneda y reguladora de la banca; la Comisión Nacional de Irrigación; la consolidación de secretarías como Hacienda, puestas en manos eficaces. En suma, entre 1920 y 1936, hubo de todo: asesinatos políticos (Serrano, Gómez entre otros), magnicidio (Obregón), persecución religiosa (Calles), creación de un partido oficial todopoderoso: el PNR devenido en el PRI; el “Maximato” callista que impuso a Cárdenas y éste supo conducir la política hasta dejar en 1940 a un presidente conciliador y de ahí un despegue que, a pesar de sus fallas, logró mantener una gran estabilidad, rota entre 1970-1982 (Echeverría y López Portillo).

Hoy se habla de una “cuarta transformación”, que ha ido cerrando los caminos a la inversión y a la oportunidad política: división, polarización, desempleo; destrucción de instituciones autónomas y otras dependencias; aunado todo a una severa crisis de salud mal manejada por la autoridad respectiva y con reconvenciones de la Organización Mundial de la Salud. Al parecer, estamos presenciando una etapa en la que al futuro se le está minando el terreno para que sea de prosperidad, crecimiento y desarrollo. Hay una voluntad suprema, totalitaria y absoluta que augura más pobreza, más desempleo y la conculcación de derechos y libertades públicas. Se abrió el ánfora de Pandora, pero hay tiempo de rectificar.