Hubieron, “habemos”, habían… (verbo político)
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Hubieron, “habemos”, habían… (verbo político)

 


Venezuela ha dado personajes que han trascendido las humanidades y la política. En el primer caso, el mundo de habla hispana se vio enriquecido por innovaciones y ajustes a la gramática de la lengua española, por el gran filólogo, educador, diplomático, político y, en general, hombre de letras y cultura universal Andrés Bello (1781-1865), especialmente en el arte de la conjugación de los verbos y muchas otras materias relacionadas con la lingüística y la filología. En suma, uno de los hombres, como Vasconcelos y Rodó, de mayor altura en América Latina.

En el segundo caso, Venezuela dio al mundo de la radicalización política, a Hugo Chávez (1954-2013), golpista ascendido a la presidencia de su país, caracterizado por ser uno de los grandes populistas del siglo XXI y cuyos resultados –sobra decirlo– han llevado a ese gran país al desastre político y a la dictadura, encarnada en él mismo Chávez y en su innombrable sucesor, ambos con la mira de mantenerse de por vida en el poder. A Chávez, la medicina castrista, en 2013, le impidió extender por más años esa antidemocrática aspiración.

Bello fue conocido en México cuando se enseñaba gramática correctamente, cuando se conjugaban bien los verbos, cuando las artes literarias abrían no sólo espacios estéticos, sino que contribuían a mejorar la comunicación oral y escrita. La correcta redacción de textos se caracterizó por la ortografía y el discurso por la prosodia.

Chávez ha sido conocido en México no para la democracia, sino para la burda imitación de cómo ir desarticulando las instituciones del Estado y para mantener al pueblo a base de dádivas, no de remuneración al trabajo.  Privan los fines exclusivamente políticos y de procuración del voto; como en el calvinismo: salvar por gracia y predestinación, no por el esfuerzo, obras y trabajo digno.

Hoy en México se ha olvidado al insigne Andrés Bello y en cambio se sacraliza a Hugo Chávez. La Venezuela de grandeza, en el olvido. La Venezuela de la demagogia populista, en auge.

Escuchamos a diario homilías políticas, fervorines laicos, sermones evangélicos incendiarios contra adversarios reales e imaginarios. Por ejemplo, se oye decir “habían muchos conservadores”, creyendo que se debe usar como “plural” de haber, el hecho de que “había muchos (o pocos) conservadores”, que es la forma correcta. También cotidianamente se dice “hubieron muchos neoliberales”, en otro mayúsculo error. O bien, los políticos locuaces dicen “habemos muchos de izquierda”, cuando quieren decir “somos” o “existimos”, ¡el horrendo “habemos” no existe en nuestra lengua!

En esos casos, la inflexión del verbo haber, se pretende usar como si fuera un verbo regular, pero se trata de un auxiliar para la conjugación de modo y de tiempo. El “habían” debe ir seguido de un participio, ejemplo: ellos habían hablado (pretérito pluscuamperfecto de indicativo); el “hubieron” se usa en pretérito perfecto de subjuntivo: “una vez que hubieron comido”, también seguido de un participio. Eso nos enseñó Bello (y Word lo usa correctamente, pero no saben qué es eso)

Parece que el arte del buen decir es justamente lo que se quiere evitar, no sólo para exhibir pobreza en el lenguaje y falta de cultura general, sino que se usa una manera o “modito” de hablar propio del trópico, donde la enseñanza se hundió en los pantanos, para alcanzar una meta nada virtuosa de mantener desorden y confusión, desdeñando los grandes problemas nacionales que el Covid-19 y la economía han generado, el desempleo, la alta morbilidad, la incesante mortalidad, el mayor número de pobres.

La política mexicana se ha bajado del avión, para placearse en chimecos o en acémilas; abandonó la tecnología de punta para el regreso a la tracción animal; se desdeñan las energías renovables por el anticuado uso del carbón y del petróleo, de alta contaminación; se olvidaron las formas de expresión correctas, para el empleo de barbarismos y, lo muy muy grave: se desdeña la ley, se arrumba la constitución, se aplican usos y costumbres exóticos y ajenos al orden para el que las instituciones fueron creadas. Para eso se usa un lenguaje torcido. Dixi.