Historia, ficción y facción
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Historia, ficción y facción

 


La historia, una de las disciplinas académicas que deben practicarse con mayor seriedad y con profundo rigor en su investigación. Ha sido usada hoy y siempre, como instrumento político por estadistas y activistas, con fines de proselitismo y de manera perversa, para mentir o para dar interpretaciones erróneas y con ello influenciar a masas, de suyo ignorantes, sobre hechos y personajes; en suma, para tergiversar conceptos y violentar la realidad.
Con la historiografía se hace uso de lecturas y referencias que, deben analizarse y, de ser necesario, someterse a verificación con el uso de fuentes de información primarias, originales y originarias.
Es cierto, todos los que escribimos o poseemos abundante información histórica, nos valemos de ella para aclarar, dudar y hacer comparaciones. No sólo eso: el conocimiento puede permitir el uso de licencias retóricas para tener parámetros que permitan apreciar comportamiento social y político, principalmente en etapas cruciales de la vida nacional.
Hoy en día, desde matutina tribuna cotidiana, utilizada por quien ocupa la presidencia de la República, se hacen menciones frecuentemente a trozos aislados de la historia de México, acomodando héroes y villanos a gusto y modo de quien detenta el poder, generando con ello adhesiones y simpatías, pero también animadversiones hacia personajes que pueden ya tener un sitio en los anales y registros documentales, según han probado especialistas.
Es harto conocido que, durante dos décadas del siglo XIX, se dio una lucha con ferocidad entre dos facciones políticas: conservadores y liberales. Etapa de guerra civil, de intervención extranjera, de división y de muertes. Los liberales salieron triunfantes y desde entonces el término “conservador” se convirtió en el blanco de señalamientos con o sin razón. El vocablo “liberal” se convertía en paradigma de pureza y patriotismo, se dividía una etapa histórica en un trozo de maniqueísmo, con buenos y malos sin punto medio. A lo conservador se le identificó con la “derecha” y a lo liberal con la “izquierda”, aunque para la izquierda marxista del siglo comentado, el liberalismo económico pertenecía a la “derecha” y al capitalismo, dándose una interminable lucha ideológico que desembocó en revoluciones e influyó en dos guerras mundiales y hasta la Guerra Fría.
En México parecía que se habían desterrado las pugnas del pasado. Liberalismo y conservadurismo se almacenaban en las bodegas del olvido y el país ingresaba a la modernidad, a la globalidad y al salto hacia los primeros escalones del futuro: la inteligencia artificial, la robótica y en general la posmodernidad.
Pero hoy, desde el poder, se renuevan las viejas rencillas, absurdas disputas y el país es conducido hacia la polarización, el encono, la división. Se ha reinventado el “conservadurismo”, los “conservadores”, los “adversarios” y enemigos sin nombre y sin valor para decir quiénes son; sin pudor se alude a la historia para crear antagonismos, lo que sólo ocasiona daños económicos, decadencia y malestar social.
Haremos una paráfrasis de una verdad histórica: cuando Hitler iniciaba en Múnich, Baviera, su ascenso al liderazgo, “El ministro presidente bávaro Eugen von Knilling, había comentado…que el enemigo está a la izquierda, pero el peligro a la derecha” (Kershaw, Ian, Hitler 1889-1936, p. 209, Península, Barcelona 1999). Hitler representaba, con Ludendorff, el ala derechista radical y populista volkisch, que atacaba al gobierno de la República de Weimar, acusando a judíos y bolcheviques de las desgracias alemanas después de la Gran Guerra.
Bien. Hoy en día, en nuestro México, bien podemos parafrasear a Knilling y decir que “el enemigo está a la derecha y el peligro a la izquierda”, por ese acomodo de malos y buenos que desde el virreinal Palacio Nacional se elogian y condenan alternadamente todas las mañanas, logrando sólo un mal objetivo: dividir al país y generar condiciones para la inestabilidad, la decadencia y la caída en nuestra economía y las finanzas del Estado. Esos son los lamentables resultados: ficción y facción, enemigos de la realidad, de la historia.