Ley del Talión

Un viejo comandante policiaco me explica que, ante los laxo de las nuevas leyes y la escasa capacitación de los policías, el poder económico de la delincuencia organizada y la facilidad con que hoy se dejan sobornar Ministerio Público y Jueces, en la era moderna cobra vigencia la Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente. 

Las bandas criminales reclutan sicarios en los estratos sociales más bajos, con muy poca escolaridad. Atraídos por la buena paga se convierten en individuos temerarios sin el más mínimo respeto a su vida y la de sus semejantes. Se convierten en sujetos imposibles de readaptación, protervos a los que les interesa solo morir o matar. Esto explica el fenómeno de las ejecuciones humanas en Oaxaca y en todo el país. Sucede, principalmente, entre las bandas criminales, pero hay casos también en que algunas autoridades accionan de la misma forma. 

El origen de la Ley del Talión se halla en una palabra de la lengua latina, que es talis o tale y significa “idéntico”. La ley del Talión es mencionada en la Tabla VIII de la Ley de las XII Tablas. La misma estaba relacionada con los delitos penales. Era aplicada cuando alguien infligía un daño físico a otro; entonces, era condenado a sufrir lo mismo que había realizado.

CUATRO EJECUTADOS 

El caso más reciente que explica este fenómeno y que mi interlocutor pone como ejemplo, ocurrió hace tres días en la entrada de Ocotlán, donde a las once de la mañana, en un lugar muy transitado, fue ejecutado “El Rabioso”, de la misma manera en que asesinaba. Junto fueron abatidos otras tres personas, entre ellos una mujer.       

Es un clásico paradigma de la Ley del Talión. El principal de los ejecutados “ya debía muchas” y fue abatido precisamente en el lugar donde hace dos años mató a balazos a un agente policiaco. Sus tres acompañantes murieron por eso que llaman ahora “efectos colaterales”. Cuatro sujetos armados, sin más ni más, dispararon contra “El Rabiosos” y al atravesarse sus acompañantes también murieron. 

“El Rabioso” recibió el mismo castigo -dice el comandante- porque su carrera delictiva nadie la podía parar. De la cárcel salía y entraba constantemente.  Hace cuatro años, en agosto, estuvo a punto de asesinar a Javier, otro sicario que manejaba la organización “14 de junio”. Era tan bárbaro que, portando dos pistolas, una de ellas se la robó a un policía que mató, apuntó al que iba al frente de una manifestación de mototaxistas de la “14 de junio” en la carretera al Aeropuerto, a la altura de San Antonio de la Cal. La multitud lo detuvo y lo lapidaron. Fue consignado y en su historial delictivo encontraron antecedentes de homicidio y lesiones, robo, etc. El caso es que a pesar de que al momento de ser detenido le decomisaron dos pistolas y fue sorprendido infraganti, logró su libertad al poco tiempo. Una de las armas era de un agente ministerial que investigaba un asalto en carretera.

Otro hecho de sangre en el que participó el delincuente asesinado ocurrió en el mismo lugar donde el miércoles pasado fue muerto. Hace dos años, varios agentes investigadores le marcaron el alto a unos sospechosos, entre ellos iba “El Rabioso” quien les disparó de inmediato. Allí hirió al policía que murió horas después. El Rabioso huyó con dos cómplices y otro murió en el lugar. 

A pesar de la carrera delictiva de “El Rabioso”, detenido por los mototaxistas de la “14 de junio” cuando intentaba matar al líder, solo estuvo preso unos meses. Esto es lo que los hace individuos desalmados. 

Por las declaraciones surgidas durante el proceso, se sabe que este tipo de delincuentes sirven también a intereses de sindicatos. El dirigente de la “14 de junio” que escapó de morir dijo que “El Rabioso” obedecía órdenes de los líderes de la CTM y del Sindicato Libertad que “me quieren ver muerto” para apoderarse de la organización “14 de junio”. De nada sirvió la acusación. Nadie investigó.  

INCORREGIBLES  

Otro miembro de la banda que encabezaba “El Rabioso” está señalado por haber intentado matar el año pasado a un joven conocido como “La Paloma”, en Ocotlán de Morelos. Le disparó, pero el caso fue ignorado por las autoridades o, tal vez, ni siquiera prosigue la denuncia porque se trata de criminales de gran temeridad. Es cuando no queda otra opción que aplicar la Ley del Talión, me dice el viejo policía. 

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