Somos testigos de un viejo debate en la ciencia política.
El punto de partida, en gran medida, de la división y distinción del espectro ideológico tradicional en la política, la derecha y la izquierda, se nos hace presente. Entre especulaciones de un gobierno autoritario y por el otro lado, de un gobierno más que democrático, de una regresión o un progreso, estamos a menos de un mes, de la toma de protesta, este próximo 1º de Diciembre del Presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
La llegada de un gobierno de izquierda a nuestro país en términos generales, en elementos ideológicos, marca un cambio de dirección, de sentido, en muchas de las acciones y prioridades de un gobierno.
Esta larga transición, ha sido una muestra y algunos afirman, una simulación con tintes moderados de lo que se observará en su nuevo gobierno.
Lo que nos ofreció el candidato ganador estas pasadas elecciones, fue un cambio de timón en la forma de gobernar, una renovación “moral”, una cuarta transformación.
¿Pero qué tanto se tiene que cambiar para lograr eso?
La izquierda históricamente ha apostado en términos económicos, por la intervención del Estado en la Economía, por la regulación del mercado, esto siempre, con la fundamental justificación de que se debe velar, proteger y reivindicar a las clases vulnerables, siendo así, esperaremos de este nuevo gobierno: ¿Un Presidente que no obedece los mercados, sino que los mercados le obedezcan?
Guste o no, es otra forma, otro sentido de gobernar.
Lo que debemos reflexionar, es: ¿Qué tanto reaccionarán los mercados, inversionistas y el sector privado en general a este nuevo esquema?
Tanto nacional, como internacionalmente observaremos sin duda, cambios importantes.
La pregunta es: ¿Cambio positivo o cambio negativo?
