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Opinión

Editorial

Ayotzinapa

 


Nueve años después, persiste la exigencia nacional e internacional de que se conozca qué sucedió con los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa. Las madres y padres de todos ellos afirman que mientras no tengan indicios de que sus hijos ya no están, ellos siguen vivos. De ahí su reclamo en una reunión con el presidente Andrés Manuel López Obrador que se entregue la documentación faltante sobre el caso y que podría ayudar a dar con el paradero de los estudiantes, tal y como lo acreditaron el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) creado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

La Comisión de la Verdad del Gobierno concluyó el año pasado que el hecho fue un “crimen de Estado” en el que participaron autoridades de todos los niveles, incluyendo las Fuerzas Armadas. Por ello es necesario conocer la verdad, aclarar lo que sucedió y castigar a los responsables, que no exista un halo de impunidad como ha sucedido con otros muchísimos casos. La hipótesis más aceptada al día de hoy es que amenazaron, sin saberlo, parte de la logística comercial de la red de delincuentes locales: los autobuses. Los criminales de Iguala usaban autobuses para mandar heroína al norte de Estados Unidos. Los normalistas fueron al municipio a tomar vehículos para acudir, días más tarde, a las marchas conmemorativas de la matanza de Tlatelolco en la Ciudad de México.

Los normalistas y las madres y padres de los 43 desaparecidos no se cansan de exigir al gobierno que solucione el caso y de una vez se sepa dónde están sus compañeros y que todos los culpables sean encarcelados. La pregunta que se hacen, tras la salida del GIEI del país, es ¿cómo el gobierno federal garantizará que harán las investigaciones sin ocultar la verdad, modificar evidencias o retrasar la investigación?

 

Trasplantes

 

La principal razón por la que se realizan los trasplantes es porque se busca reemplazar algún órgano o tejido enfermo o lesionado y sustituirlo por uno sano. Para muchas personas, un trasplante es la única alternativa para salvar la vida ante enfermedades como insuficiencia cardiaca, cirrosis, hepatitis fulminante, cáncer de hígado, insuficiencia renal, diabetes mellitus y queratótomo, que destruye las córneas.

La donación de órganos y tejidos de una persona hacia otra debe de ser un acto altruista, voluntario y de solidaridad, y éste puede ser en vida o cuando la persona fallece. Para que la donación de un órgano o tejido se lleve a cabo, es importante que la persona donante manifieste por escrito o de manera verbal su voluntad de donar sus órganos.

En vida, cualquier persona puede ser donador incluso las y los menores a partir de los dos años, aunque éstos solo pueden donar médula ósea con autorización de la madre, padre, tutor o representantes legales. Las únicas personas que no pueden ser donantes son aquellas con alguna discapacidad. Los órganos que pueden ser trasplantados son: corazón, riñones, hígado, páncreas y pulmón; en tejidos, son, la médula ósea, córneas, piel, hueso, válvulas cardiacas, cartílago, tendones, arterias y venas.

Siendo la donación un proceso complejo, requiere forzosamente su abordaje integral y la participación de actores desde las diferentes aristas que lo componen: sociología, política pública, antropología, comunicación social, derecho, medicina, y de actores como conductores de ambulancias, pilotos y personal de compañías aéreas y aeropuertos, ministerios públicos, y muchos más.

Durante los últimos años el Centro Nacional de Trasplantes ha analizado la posibilidad de establecer nuevas alternativas para difundir la cultura de donación de órganos y tejidos entre la sociedad mexicana, con miras a incrementar las tasas de donación en forma efectiva. Implementar estrategias con perspectiva de género, intercultural e integrales, con el objetivo de alcanzar mejores resultados en términos de eficiencia y equidad en materia de donación y trasplantes de órganos y tejidos.