Ficticios acuerdos de paz
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Opinión

Editorial

Ficticios acuerdos de paz

 


Los conflictos agrarios y viejas rencillas entre comunidades han explotado en los últimos días en enfrentamientos, en algunos casos, con su cuota de sangre. Es el caso del que resultó de los diferendos entre Llano de Guadalupe y San Miguel El Grande, distrito de Tlaxiaco, que dejó tres muertos de la última comunidad. Pocos días después surgió otro más: el que libran desde hace tiempo, San Juan Mazatlán Mixe y Santo Domingo Petapa, que dirimieron sus rencillas agrarias con las armas. ¿El saldo? Un muerto y heridos de la primera comunidad. Cuando llegaron al lugar de la disputa, efectivos militares, policiales y funcionarios fueron retenidos, al igual que ocho vecinos de Petapa. Después de horas de negociación y promesas, los servidores públicos fueron liberados. Cabe señalar que no es la primera vez que San Juan Mazatlán recurre al secuestro para lograr canonjías o doblegar al gobierno. Es parte de la estrategia de quienes mueven los hilos en dicha comunidad del Bajo Mixe.

Si bien no se concretó un enfrentamiento violento en la Sierra Sur, entre Atoyaquillo y Santa Cruz Zenzontepec ni la sangre llegó al río, con la experiencia que se ha vivido, de acuerdos de paz ficticios, la Secretaría de Gobierno, ha insistido en dichas medidas. Presionadas por el gobierno, las autoridades tanto municipales como comunales, se toman la foto y aparecen sonrientes con los funcionarios que hicieron la operación. Mañana o pasado se olvidan del citado acuerdo y las hostilidades siguen cuando alguna de las participantes desentierra el hacha de guerra. En lo que va de esta administración se han dado ya dos o tres casos de comunidades que no tienen el menor interés en pactar la paz. Es decir, están muy lejos de cumplir compromisos de esa naturaleza.

Todo ello tiene una explicación: no confían en el gobierno ni en sus buenos oficios. Además de ello, las mesas de diálogo alientan que los crímenes cometidos por una u otra comunidad, sigan quedando en la impunidad. ¿Alguien sabe si hay órdenes de aprehensión para los que asesinaron a los tres ciudadanos de San Miguel El Grande, hace un par de semanas? Es la impunidad lo que lacera a los pueblos en conflicto. Si la paz es la prioridad hay que empezar por hacer cumplir la norma y abatir la impunidad. Quien asesina es un criminal. Segar una vida es un delito, que no se va a resolver con ficticios acuerdos de paz o mesas de diálogo.

 

Obsesiones del magisterio

 

Cada protesta, cada exigencia al gobierno y la presión ante sus peticiones, el magisterio afiliado al llamado Cártel 22, tiene una fijación: el turismo y los ciudadanos que se disponen a viajar por placer, negocios, salud u otros. He ahí su proclividad a cerrar los accesos al Aeropuerto Internacional de Santa Cruz Xoxocotlán o la Terminal de Autobuses de Primera Clase. Los pasajeros no pueden abordar y pierden sus boletos o, en otros casos, tienen que recorrer grandes distancias arrastrando sus maletas. Se trata de un atentado no sólo al libre tránsito que son los bloqueos, sino a los derechos humanos de quienes tienen obligadamente que viajar. Dicho esquema lo han copiado los normalistas que militan en la CENEO y grupos parasitarios que, encubiertos en organizaciones sociales, medran del erario estatal. La imagen de Oaxaca como una tierra de nadie se pone de manifiesto cuando no es posible viajar, ante el temor de quedarse varado en una carretera, en una terminal de autobuses o aeropuertos.

Desgraciadamente, el gobierno en sus tres órdenes, ha sido omiso ante este tipo de atentados al Estado de Derecho. En principio porque el magisterio, en el gobierno de la Cuarta Transformación, lejos de ser metido al orden, opera con absoluta impunidad. El discurso de que no se usará la fuerza pública “para reprimir”, le ha dado alas a los dirigentes para seguir violentando las garantías individuales de los ciudadanos. Además, continuar afectando el proceso enseñanza-aprendizaje, al tenor de líderes que asumen estar construyendo un régimen que se encamina al socialismo, cuando en el fondo no son más que farsantes que, cuando no reciben su quincena a tiempo, dan de brincos.

La semana pasada empezaron ya los paros locos; los atropellos del Cártel 22 a los derechos civiles; al clima de libertades, a la paz social y a la gobernabilidad. Desde hace mucho tiempo, los oaxaqueños han dicho ¡basta! El daño y las afrentas que se le han hecho a la educación pública durante 43 años no tienen comparación en la historia de este país. Los oaxaqueños queremos a los mentores en sus aulas no en las calles; enseñando a sus alumnos no adoctrinando, movidos por lidercillos (as) que asumen hacer la revolución evocando consignas y manuales de doctrinas desde hace mucho tiempo extintas en este mundo global. El maestro, antes digno de respeto y veneración, se ha convertido en un farsante, fanático y chantajista.