Aumenta la pobreza
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Opinión

Editorial

Aumenta la pobreza

 


En México, la pobreza y la pobreza extrema históricamente han tenido un rostro rural; sin embargo, en la actualidad, nuestro país es predominantemente urbano y la concentración demográfica en las ciudades y zonas metropolitanas ha traído consigo fenómenos de exclusión, desigualdad, desempleo y pobreza.

Es un proceso que está relacionado con la falta de crecimiento económico y de desarrollo de la sociedad, pero también con atributos vinculados al territorio; es decir, diferencias en la especialización económica local y distribución de la población.

Los recursos económicos son un elemento esencial en la vida de las familias urbanas, sus ingresos les permiten adquirir los alimentos, ropa y calzado, cubrir las necesidades del hogar y pago de servicios, pagar el transporte público o privado para ir a la escuela o al trabajo, asistir al médico, tener la oportunidad de acudir a eventos culturales y de recreación, entre otros.

Hoy, el ingreso se mantiene como uno de los factores que influyen en la pobreza y es uno de los problemas que requieren de pronta solución. El diseño de políticas públicas y programas que incentiven el empleo bien remunerado y con las condiciones laborales adecuadas, permitirían que la población de zonas urbanas, sin importar el tamaño de la localidad en donde residan, mejore sus condiciones de vida y tenga acceso a las mismas oportunidades que el resto.

Tanto el gobierno federal como la administración estatal deben de estar preocupados por el aumento de la pobreza en zonas urbanas, debido a que en éstas las carencias pueden derivar en resentimientos sociales y delincuencia con mayor facilidad que en las áreas rurales. Hoy se admite que combatir esta pobreza urbana no merece dilación porque estos contrastes, esas desigualdades que se dan en las ciudades generan un clima de más violencia, de violencia social. La desigualdad que se genera en las ciudades causa encono y resentimiento.

Algunos problemas que se registran en esas zonas -como el robo a transeúntes o en el transporte público- reflejan la relación que existe entre pobreza urbana y violencia social. Son zonas donde de manera reincidente no hay una presencia institucional del Estado mexicano de manera notable. Existen los servicios urbanos pero son precarios, como también los servicios educativos pero son de mala calidad. Sí existen servicios de seguridad pública pero son deficientes. Y esto, entre el hacinamiento, la falta de oportunidades y las condiciones precarias de vida, genera cierto tipo de violencia.

 

Desastres naturales

 

Si bien no todas las amenazas naturales generan consecuencias devastadoras, una combinación de factores naturales, culturales, sociales y políticos contribuyen a que se originen desastres. Durante los últimos 20 años, más de 1.35 millones de personas han perdido la vida como resultado de la vulnerabilidad y la exposición a amenazas naturales, en especial mujeres y niñas.

La mayoría de muertes a causa de desastres naturales se deben a eventos meteorológicos, en especial inundaciones, tormentas y olas de calor, y han duplicado sus cifras durante los últimos 40 años. Otra parte importante se da por eventos geofísicos extremos, en especial terremotos, pero también tsunamis y erupciones volcánicas.

Los desastres naturales son inevitables, pero los daños que estos causan pueden minimizarse; en cambio, la vulnerabilidad social, económica y ambiental pueden exacerbarlos. En cualquier caso, nadie está a salvo de ser víctima de una catástrofe natural. Por lo tanto, la reducción del riesgo de desastres concierne a todos, desde los campesinos hasta los jefes de estado, desde los banqueros hasta los abogados, desde los meteorólogos hasta los jefes de medios de comunicación.

De ahí la trascendencia de establecer un plan familiar que se debe adaptar a cualquier tipo de emergencia y a las necesidades específicas de cada familia según la cantidad de personas que la integren, además de conocer las características propias del lugar en el que se habita.

El objetivo es actuar con oportunidad y salvaguardar la integridad física y bienes patrimoniales de las personas en caso de emergencia, por ello, son vitales las capacitaciones constantes tanto a empresas como a instituciones públicas para que con este tipo de cursos adquieran conocimientos, elementos y destrezas para que puedan desarrollar sus programas internos de protección civil, a fin de que sean los primeros en responder ante la contingencia.

Nunca como ahora es necesario sensibilizar a la opinión pública sobre una serie de acciones, políticas y prácticas que se han aplicado con éxito para reducir la exposición a los desastres en distintas comunidades, y con las que se ha contribuido a salvar hogares y medios de vida. Esto representa un gran desafío que solo se puede superar a través de la coordinación, la cooperación y la colaboración entre los diversos grupos implicados.