Un gigantesco congal
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Opinión

Editorial

Un gigantesco congal

 


En la atomizada nomenclatura municipal de Oaxaca, así sean poblaciones pequeñas y de pocos habitantes, uno de los grandes negocios es la autorización de licencias para la apertura de bares y prostíbulos. La ciudad de Oaxaca de Juárez, al igual que algunos municipios conurbados como Santa Cruz Xoxocotlán, Santa Lucía del Camino, Santa Cruz o San Jacinto Amilpas, no se quedan atrás. Sin embargo, para la ciudadanía y sociedad civil, es preocupante el caso de la capital, cuyo Centro Histórico está convertido en una gigantesca cantina. Es obvio que detrás de las autorizaciones fluyen los sobornos, los moches y demás. Con el peregrino argumento de que nuestra capital es polo de afluencia del turismo, en lugar de construir plazas artesanales, calles dignas, parques decorosos y otras, se ha incrementado el directorio de bares y antros, en donde incluso se han cometido hechos criminales.

En las redes sociales, en donde se difunden hechos en tiempo real, se ha dado cuenta de la apertura de un nuevo antro, esto en las calles de Emilio Carranza, en la Colonia Reforma, que anuncia en su publicidad, espectáculos de desnudos masculinos y shows para mujeres. Sin afán moralista, desde hace mucho que en la misma capital no se tenía noticia de un sitio similar, pero se da en este trienio en donde, asimismo, se ha permitido el consumo de cannabis en el parque público, “El Llano” que, lamentablemente deja de ser el sitio ideal de esparcimiento de las familias oaxaqueñas para devenir fumadero de viciosos. Lo grave de todo ello es que en muchos sentidos la ciudadanía ha perdido la tranquilidad con la que vivía. Es el caso de familias que viven en el Centro de la ciudad en donde les pusieron terrazas cerca, con luces y sonido altisonante.

El hecho de que Oaxaca de Juárez sea considerada una ciudad turística, ello no implica que las licencias se sigan otorgando sin restricción alguna. Se ha dejado de lado la vigencia de los comités de vida vecinales que en el pasado eran foros de expresión ciudadana. Se ha ignorado que, ante todo, lo que no debe perder de vista la autoridad es la seguridad de la población. Existen bares y cantinas que han sido escenarios de ejecuciones, venta de droga y otros hechos delictivos, aún con ello siguen funcionando como si nada, lo que hace presumir no generosos impuestos sino sobornos y corrupción. Por hoy, nuestra capital está convertida en una cantina a cielo abierto y en un gigantesco congal.

 

El infierno vial citadino

 

Uno de los problemas más graves de la capital oaxaqueña es la vialidad. Sin embargo, por esas cuestiones de los gobiernos municipales que sólo ven lo que les conviene a sus ediles, siempre se ha soslayado. No hay rumbo de la ciudad en donde transitar a ciertas horas del día constituya si no un reto, un temerario desafío. El Periférico, por ejemplo. Entre autobuses de transporte público local, foráneo, camiones que se estacionan materialmente para descargar sus mercancías los días de mayor venta en el Mercado de Abasto y el hormiguero de taxis foráneos para y de los Valles Centrales, para cualquier automovilista particular se convierte en un infierno. Puede pasar media o una hora varado mientras algunos tracto-camiones hacen maniobras, pues hasta en los lugares en donde no se permite el tránsito de unidades pesadas, cada quien se brinca el reglamento de tránsito como le conviene.

Hace al menos un mes, un carro-cisterna, que presta servicio para llevar agua para consumo humano provocó en día domingo, un accidente brutal en el Cerro de El Fortín. Según trascendió se quedó sin frenos y rebasó el muro de en medio para incrustarse en un vehículo compacto. Por fortuna, no se supo de desgracias personales. En el mismo sitio ocurrió hace tal vez un par de años un accidente similar. Un camión tipo volteo arrastró a dos o tres vehículos. Es común ver en las calles de la ciudad, en colonias populosas y de mucho tránsito vehicular, tracto-camiones de empresas de pizzas o comerciales, dando vuelta y paralizando el tránsito a todas horas del día. Y nadie les pone un alto. Para el transporte urbano de pasajeros, los alcances, los atropellamientos no son novedad. Ocurren todos los días, como hace poco más de una semana que un conductor ebrio arrastró un vehículo compacto que es encontraban bien estacionado en el ejido Guadalupe Victoria.

Si bien es cierto que el área de vialidad del municipio capitalino parece que existe sólo para los operativos de alcoholímetro y para sancionar, esas operaciones que en sí violentan la seguridad vial son ignoradas. Una vez más, seguramente los moches y cochupos fluyen a placer. Es evidente que dicha área no cumple con su tarea, igual que al solapar las dobles filas o el estacionamiento en rampas de discapacitados. En redes sociales se ha pillado a los aprensivos agentes de vialidad recibiendo sobornos, pero tal parece que aquí no pasa nada.