Una crisis recurrente
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Opinión

Editorial

Una crisis recurrente

 


Justo cuando se daba la visita de que hablamos en el editorial de ayer lunes, trascendió una nota preocupante: la Comisión Federal para Prevenir Riesgos Sanitarios (Cofepris), había suspendido la operación de la Central de Esterilización y Empaquetamiento (CEYE), del Hospital Civil “Aurelio Valdivieso”, como una medida de prevención, dado que se detectó que no cuenta con equipo de esterilización de material quirúrgico. No se trata de algo menor, habida cuenta de las constantes demandas y protestas de médicos, enfermeras y personal administrativo de dicho nosocomio. Hoy por falta de uniformes, mañana por falta de equipo médico, pasando por temas laborales o por la salida de los directivos que les mandan y que, muchas veces resultan un fiasco. En fin, dicho nosocomio no ha vuelto a ver la normalidad al menos en los dos últimos sexenios, si bien no exento de prácticas de corrupción y otras, pero dado el papel que cumple sobre todo en las clases sociales más desprotegidas.

Ha quedado para el anecdotario político la visita que hiciera el gobernador Alejandro Murat en los primeros días de su gobierno, justo cuando el citado hospital atravesaba por una de sus peores crisis de ese tiempo. Enfermos sin comida, lavandería sin insumos, suciedad, abandono, etc. El recién ungido gobernante ofreció solemnemente resolver los problemas. Hoy, está a menos de cuatro meses de terminar su mandato y la crisis continúa como si esos seis años no hubieran pasado. Si se compara la problemática que padece el “Aurelio Valdivieso” con todo el entorno de los Servicios de Salud en Oaxaca (SSO), no hay duda que es la institución que siempre lleva la peor parte. Hay que recordar sólo los tiempos de pandemia, cuando se suspendían los servicios dado que médicos y enfermeras no contaban ni con cubre-bocas, guantes o gel anti-bacterial.

Es más, en plena crisis se dijo que incluso había un proyecto de ampliación de dicho nosocomio, que muchos vieron como un exceso discursivo. Lo cierto es que en esta administración muy poco se puede hacer. Es decir, debe quedar como un pendiente para el gobierno de Salomón Jara, si es que entre sus prioridades está el sistema de salud, porque de no ser así, veremos el derrumbe completo de una institución tan noble como el hospital al que hacemos referencia. Esperamos que esto no ocurra y que le echen una tabla de salvación que será, al mismo tiempo, para miles de personas económicamente desprotegidas que siguen llegando a tocar a sus puertas.

 

Preocupante realidad

 

El boom mezcalero que se vive actualmente en Oaxaca ya exhibe signos preocupantes. En principio, de aquella bebida tradicional y espirituosa que la gente humilde bebía en los años 60-70 del Siglo XX, ni señas. Hoy, el destilado vive una euforia nunca vista en vinos u otros licores. Hemos comentado en este espacio editorial que hay restaurantes en el Centro Histórico de la capital oaxaqueña, en donde una copa de mezcal tiene un costo entre 750 y 800 pesos. La locura y trasnacionalización –como lo comentó un investigador mexicano que imparte cátedra en la Universidad de Lille, Francia- es un serio riesgo, pues ya todo mundo se dice mezcalero, productor, envasador, intermediario o exportador del destilado. Muchos extranjeros, artistas, deportistas y otros ya están en el negocio. Buscan un proveedor, que compra el maguey, destila el mezcal y vende a quien tiene la patente y la marca, grandes cantidades. Si a ello se agregan los impuestos y certificación, nuestra bebida se convierte en un artículo de lujo.

La siembra intensiva de maguey en sus diversas variedades se ha convertido en una prioridad. El campesino ya no siembra maíz o frijol para su supervivencia sino maguey, para venderlo al intermediario, que se quedará con las rentas mayores. Además, comentan especialistas, ello ha provocado la deforestación de la selva baja, con cuyo pasto o raíces se alimentaba el ganado. Para tener más espacios qué sembrar arrasan con todo. Hay sitios que históricamente no fueron apropiados para la siembra de maguey y hoy están utilizados para ello. Es decir, se vive una verdadera fiebre que ha sido utilizada por empresas trasnacionales que han encarecido el producto a precios en verdad exorbitantes.

A ello hay que agregar la pulverización de cámaras o consejos reguladores, que sólo sirven a los intereses de quienes los detentan y no de los pequeños productores. Los cacicazgos están también presentes, para la formación de asociaciones que buscan sólo el crecimiento político de quienes están hoy en día en el ánimo del gobierno. En fin, hay toda una retahíla de problemas que, de no irse resolviendo, harán de nuestra bebida más tradicional no más que un mito para los oaxaqueños. El Estado debe ir interviniendo para regular esta euforia con la que muchos quieren abandonar la pobreza para convertirse en potentados. Casos lo hay y muchos. La realidad del mezcal ya es preocupante, más allá de Ferias exitosas u otros eventos.