Hoy, La Guelaguetza
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Editorial

Hoy, La Guelaguetza

 


Para muchos oaxaqueños deberíamos decir que hoy se celebra el Primer Lunes del Cerro. Y en efecto, ése fue el nombre original luego que desapareció el de “Homenaje Racial”, fundado en 1932, con el objeto de hacer un encuentro de los diversos grupos étnicos de la entidad, sus tradiciones, costumbres, gastronomía, etc., para fortalecer nuestra identidad originaria y dar una idea a los extraños, de nuestra grandeza fincada en lo multiétnico y pluricultural. Hasta los años 80 del Siglo XX, aún se conocía como los Lunes del Cerro, pero la moda que es madre de la mala costumbre hizo que fuera transmutando a Guelaguetza. En efecto, hoy se celebra el primer lunes. En una semana será la octava. Sólo era la presentación de bailes y danzas, en un evento matutino ambos lunes. Sin embargo, el crecimiento en su comercialización y la visión del folklore como negocio, le añadió dos eventos más de tipo vespertino. Ahora son cuatro: dos el primer lunes; dos el segundo.

Hoy, a noventa años de haberse realizado el primer programa, oaxaqueños y turistas nacionales y extranjeros disfrutarán de un rico programa en dos presentaciones, no sólo bailes y danzas, sino como una invención de algunos, otros eventos como bautizos, mayordormías y bodas. El primer número abrirá como ya es tradicional con “Las Chinas oaxaqueñas”, acompañadas de la banda de música, las chirimías, el tambor y ataviadas con vistosos trajes regionales y las tradicionales canastas de flores. Al menos trece delegaciones de distintas partes del estado y de las ocho regiones participarán en el evento matutino, como Loma Bonita, Huautla de Jiménez, Huajuapan de León con el tradicional “Jarabe Mixteco”; Tuxtepec, con la espectacular “Flor de Piña”, un disfrute de colorido y belleza de los trajes típicos. También participarán Zaachila, con la legendaria “Danza de la Pluma” y Ejutla de Crespo, con el típico “Jarabe Chenteño”, entre otros.

En el evento matutino, vale la pena disfrutar de los bailes de San Antonino Castillo Velasco; Cuilapan de Guerrero en su particular interpretación de La Danza de la Pluma”; Tuxtepec, con su inconfundible baile y comunidades como San Sebastián Tutla, Tecomaxtlahuaca, Ocotlán de Morelos, Huaxpaltepec y Pinotepa Nacional, entre otros. La Guelaguetza, con todas sus mutaciones, del folklore devenido negocio, con las críticas e innovaciones; estilización y moda, sigue siendo la fiesta más tradicional de los oaxaqueños y la expresión de su riqueza cultural.

 

También los Valles Centrales

Pero no todo se concentra en la capital oaxaqueña. No sólo el turismo que viene del interior del país y el extranjero sino los mismos oaxaqueños deben voltear a ver las actividades de tipo cultural que se celebran en algunos municipios y comunidades de los Valles Centrales. En el entorno de las fiestas de julio hay un sinfín de eventos en poblaciones como la Villa de Zaachila, que también celebra su propia “Guelaguetza”, con justificada razón, habida cuenta de que para sus habitantes, fue la cuna de la cultura zapoteca. Otro sitio más en la Villa de Mitla, que también celebra la tradición folklórica, además de ferias gastronómicas y artesanales, incluso en comunidades como San Marcos Tlapazola; Tlacolula de Matamoros o Santiago Matatlán, en donde se produce un buen mezcal. No hay que ignorar a Feria del Tejate que se lleva a cabo en San Andrés Huayapam o la Muestra Gastronómica que suelen celebrar algunas poblaciones.

Oaxaca es, pues, un vertedero de cultura, tradición y costumbres. Fiel reflejo de nuestro entorno multiétnico y pluricultural. Si bien es cierto que la mayor parte de actividades se concentran en la capital, en un entorno de cinco a cincuenta kilómetros a la redonda hay una variedad de expresiones, dignas de ver, compartir y disfrutar. Los visitantes que llegan cada año, gracias al imán que tiene el Centro Histórico, sus restaurantes, bares, museos, mercados, parques, etc., tienen mucho más que ver si van a los mercados artesanales de Atzompa, San Martín Tilcajete, San Bartolo Coyotepec u otros, además, claro, además de visitar esas bellas reliquias históricas del arte novohispano en Tlalixtac de Cabrera, Tlacolula, Huayapam y centenas de templos coloniales, con retablos excepcionales.

Para comer, el universo de opciones en muy amplio. Hay negocios de venta de comida para todos los bolsillos y posibilidades. Desde los clásicos restaurantes de Zaachila, en donde el plato de mole con pollo se cotiza en más de 400 pesos y un servicio personal sale arriba de los mil pesos, hasta ahí mismo, en el Mercado Gastronómico, en donde una familia de cuatro miembros puede disfrutar de antojitos, barbacoa, mezcal y dulces regionales por menos de 700 pesos. Y no se diga de los elegantes y cotizados restaurantes de moda, cuyos precios están por arriba de los mejores en la Ciudad de México o Monterrey. Es decir, hay para todos los gustos y bolsillos, además para los refinados en arte y cultura, hasta los más modestos amateurs.