A merced del hampa
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Opinión

Editorial

A merced del hampa

 


Poco a poco y casi sin percatarnos de ello, la ciudad capital se ha ido convirtiendo en rehén de raterillos, asaltantes a mano armada y sicarios. En los últimos días se han cometido, a plena luz del día, diversos delitos, como el hecho de privar de la vida a un joven o asaltos a transeúntes, en restaurantes y zonas pobladas, sin que las corporaciones policiales den pie con bola. El uso de motocicletas para cometer los hurtos se ha generalizado. Se han difundido videos de cámaras de seguridad privadas o públicas, del modus operandi de ladrones que despojan automóviles de llantas u otros accesorios. De atracadores domiciliarios que a través de maniobras penetran a los hogares. De ratas que arrebatan teléfonos celulares en calles o mercados o viciosos que usan la llave china para someter a sus víctimas. Es decir, a las corporaciones policiales se les ponen en las manos los elementos para identificarlos y proceder. Pero tal parece que se duermen en sus laureles.

A casi seis meses de entrar en funciones, el gobierno de la ciudad no ha presentado ante la ciudadanía su Plan de Desarrollo Municipal, algo que contempla la Ley Estatal de Planeación. Ahí deben plasmarse las estrategias para abatir o reducir la inseguridad. No se trata de buenas intenciones ni de discursos o promesas, sino de acciones concretas y propuestas viables, habida cuenta de la percepción que tiene el ciudadano común de que ya no se puede transitar por las calles sin el temor a ser asaltado. Y no se trata de que aspiremos a ser el remanso de paz, a sabiendas de lo que ocurre en nivel nacional. No. Sino de que las autoridades se ubiquen en la realidad. Y acepten que la seguridad es un desafío que requiere algo más que echar las campanas al vuelo.

Pareciera casualidad, pero no lo es. Cada que en Oaxaca ocurren hechos delictivos graves, ejecuciones o sonados asesinatos –como los ocho homicidios dolosos del pasado fin de semana- como por arte de magia en las altas esferas del gobierno empiezan a repetir como loros, el viejo cuento de la entidad segura. Sin embargo, algo tiene que hacerse en Oaxaca para no convertirnos en un Guanajuato, Colima, Zacatecas, Michoacán o Guerrero, en donde la muerte sí tiene permiso. Eso sería darle la estocada final a esta noble entidad, que nos ha visto crecer y nos ha dado tanto. Lo menos que podemos hacer es defenderla o al menos denunciar la abulia y la irresponsabilidad de las autoridades.

 

Un Zócalo devastado

 

Como ya lo comentamos en días pasados, el Zócalo de la capital volvió a perder uno de sus ejemplares más emblemáticos: un laurel de la India se vino abajo, con los vientos y lluvias de los últimos días. Otro de sus vecinos quedó seriamente afectado y tuvo que ser derribado. Al paso que vamos, muy pronto el corazón de la capital oaxaqueña estará convertido en un desierto, deforestado y sin especies que aporten sombra y frescura. Es decir, los citadinos perdimos un viejo ejemplar, testigo, seguramente, de más de un siglo de historia. Más reconocido, pues debajo de su sombra se llevaba a cabo el programa musical de los domingos, bautizado justamente como “Debajo el laurel”.

Es triste reconocerlo, pero en el gobierno municipal no existe un plan o proyecto para la protección del arbolado urbano. Desde hace tiempo se dijo que hay decenas de especies que han sido dañadas por plagas. En redes sociales, algunos ciudadanos han subido fotografías que exhiben la vulnerabilidad de higos, laureles y otras especies afectadas por la edad o por hongos, luego del abandono a que han estado sometidas durante años. En la temporada de lluvias de hace un año, un gigantesco higo se vino abajo en la Calzada de la República. Hace al menos un mes, un viejo ejemplar –dicen que histórico- cayó en el Parque Juárez, El Llano. Centenas de viejas palmeras fueron derribadas en algunos boulevares y avenidas. Hoy sólo yacen troncos inertes y muchas especies más que siguen en pie, secas e inertes, pero son un peligro para automovilistas y transeúntes.

Pinos y jacarandas han corrido igual suerte, sin que se haya levantado una mano para salvarlas de las plagas y las enfermedades. ¿Hay alguien en el Cabildo Municipal que haya hecho una propuesta para reforestar los camellones y devolverle a la capital algo del verdor que ha perdido por abulia de los gobiernos locales? Que se sepa nadie. Es evidente que a concejales y funcionarios no les interesa. Pero eso sí, en sentido contrario al deterioro de nuestras especies y a la pérdida de viejos árboles, tal parece que gana terreno lo negativo. Un Zócalo deforestado muestra en todo su esplendor el estercolero en que se ha convertido el Centro Histórico, con pasillos y andadores copados de comerciantes que dan un espectáculo deprimente. De nueva cuenta ante la complicidad o apatía de las autoridades locales. Es la cara que presentará la ciudad, cuando en poco más de un mes se celebre con bombo y platillo, Julio el Mes de la Guelaguetza.