Apuesta por campañas serias
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Editorial

Apuesta por campañas serias

 


Desde el domingo 3 de abril iniciaron formalmente las campañas políticas por la gubernatura. Candidatos y candidatas pues, buscarán en un plano de equidad, la simpatía ciudadana que se traduzca en votos el próximo cinco de junio. Unos con estructura edificada desde hace mucho; otros u otras bogando contra corriente en un medio permeado por la publicidad que sólo recoge las bondades de un partido y los errores de los otros. Nada nuevo para los oaxaqueños, salvo para aquellos jóvenes que debutarán en las casillas. Esperemos que quienes buscan el voto superen las viejas formas de proselitismo. Mítines masivos, discursos y muchas promesas. Algunas totalmente ficticias. El pueblo bueno y sabio ha madurado, aunque muchos sectores sigan enajenados, ya nadie los puede sorprender. Nada ofende más al ciudadano de a pie, que las promesas fallidas.

Candidatos, candidatas, equipos de campaña y partidos políticos están obligados a suscribir acuerdos de civilidad, para evitar que las diatribas y los denuestos, tan comunes en redes sociales, no promuevan el odio y la polarización entre los oaxaqueños. Ya es común escudarse en cuentas apócrifas de trolls o bots, para denostar, descalificar y en busca de satisfacciones primitivas, alentar una confrontación perversa y ordinaria en el ambiente político. No se trata –decía don José Pagés Llergo, maestro del periodismo mexicano- “arrojar anzuelos en el mar tormentoso de las ambiciones, en una sucia cadena que invita a aprisionar las conciencias de quienes tienen la vocación de esclavos”. No. Hay que ganar simpatías con carisma –elemento esencial de la política-, pero, sobre todo, con la propuesta viable de que se busca un Oaxaca mejor.

Existe un pleno convencimiento de que los oaxaqueños le apostamos a elecciones maduras, civilizadas y en paz. A campañas de propuestas que conlleven vocación de servicio y no de enquistarse en el poder para buscar el beneficio pecuniario, que es lo que mucho ha movido a los gobernantes. Sin embargo, hay un factor que no se debe perder de vista. Alentar la confrontación y el odio más tarde que temprano mostrará sus efectos más perniciosos. Más allá de ideologías, pertenencias, credos y posturas políticas, ya es tiempo de superar el encono y ese odio que se percibe, en un ambiente oaxaqueño de intolerancia, insatisfacción o frustración que arrastran muchos que, desde el anonimato, lanzan dardos envenenados, asumiéndose depositarios de la moral pública. Para ello sólo queda la denuncia o ponerlos en la ruta de la ley.

 

Una perniciosa dualidad

 

Desde hace poco más de una semana, nuestra Alma Mater, la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca –la UABJO- está sumergida en uno de los capítulos ominosos que tanto daño le han ocasionado a la población estudiantil y a la formación académica. Los tiempos políticos y de campañas a la gubernatura, también le han pegado de frente. La institución no sólo es un suculento platillo, sino un enclave de la gobernabilidad, la estabilidad social y votos, obviamente. El viernes uno de abril, luego de que el rector, Eduardo Bautista presentaría una licencia al cargo, dirigentes sindicales y caciques, sin cuidar las formas protocolarias, convocaron a reunión de Consejo Universitario. Sin convocatoria previa y violentando la Ley Orgánica de la Universidad, designaron rector interino, para el período 2022-2024. Sin embargo, este proceso apresurado no dejó contentos a todos. Hay un rector legalmente reconocido; otro no.

Se trata de un proceso inédito, en el cual el elegido concitó –ciertamente- el apoyo de diversas fuerzas que se mueven en la institución y, particularmente, en el seno del Consejo Universitario. Pero, por lo visto, no fue suficiente. No es un secreto que, históricamente, hay grupos, clanes familiares y cofradías que le apuestan no a la academia sino al porrismo; no a la formación profesional sino a medrar del presupuesto universitario. Compartimos como muchos oaxaqueños la urgencia de refundar a la universidad. Hay ahí especímenes jurásicos que llevan cincuenta años o más vegetando, luego de que se apoderaron prácticamente de escuelas y facultades. Y eso debe terminar. Una institución de amplio espectro formativo y profesional, no puede ser coto ni propiedad de particulares.

De algunas universidades que padecieron agitación, violencia y confrontación política en los años setenta, como la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla –la BUAP- o la de Sinaloa, devenidas hoy ejemplos de desarrollo académico, sólo la UABJO no ha podido superar el estigma de atraso y rezago. Sigue en las mismas. Acotada por sindicatos, porros, grupos políticos y clanes familiares. Ya urge que haciendo a un lado la manida autonomía, venga un gobierno que meta orden y acabe con esas inercias y vicios que tanto daño le siguen causando a la UABJO. Obviamente, con el consenso de los universitarios que quieren mejorar la institución. Con certeza, las generaciones del futuro lo habrán de agradecer, cuando puedan concluir sus carreras sin paros, sin bloqueos, sin venta de calificaciones ni acoso de porros y viciosos.