Porrismo, un mal endémico
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Opinión

Editorial

Porrismo, un mal endémico

 


Uno de los problemas que se le ha acuñado al ex rector Martínez Helmes, hoy detenido de manera preventiva en el penal de Tanivet, Tlacolula, es el de fomentar el porrismo al interior de la UABJO. Los grupos porriles, hay que decirlo, no son un fenómeno nuevo en la institución. Existen desde principios de los años setenta. Son grupos de golpeadores quienes reciben salarios a veces en nómina en escuelas y facultades y sirven para paliar cualquier inconformidad en contra de rectores, de directores o funcionarios. Apelativos como “El Crosky”, “El Perro”, “La Thalía”, “Chava Taquero” y muchos más que han sonado en los últimos años, son producto de la descomposición en la misma Máxima Casa de Estudios. Los que tienen a sus grupos los mueven a placer cuando se trata de desestabilizar la vida universitaria, tomar escuelas, rectoría o bloquear cruceros y avenidas. 

El porrismo es uno de los males endémicos que no dejan avanzar a la institución. Resultan focos de violencia y freno a la academia y la investigación. Además, son demasiado onerosos. Cuando se trata de borrar malas cuentas o evidencias legales, sólo basta enviar a dichos porros para que incendien los archivos y asunto resuelto. Si se trata de designar a un nuevo director de escuela y facultad, para poder mantenerse en el cargo, éste debe negociar puestos, horas de clase, negocios ilegales al interior como es el narco-menudeo, además, claro, de la abominable venta de calificaciones. Dicen con sorna muchos oaxaqueños que para terminar una carrera en la UABJO, lo importante es inscribirse y no morirse. Hay quienes tienen 15 y hasta 20 años sin concluir una carrera y ahí siguen lucrando con los espacios.

El porrismo va de la mano con la venta de espacios. Es increíble que un estudiante o padre de familia tenga que pagar hasta doscientos mil pesos por un espacio en la Facultad de Medicina y Cirugía o en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales o que tenga que participar en acciones fuera de la ley, marchas o mítines para que pueda tener calificación aprobatoria. Es una infamia que haya quienes jamás pisaron las aulas y en acuerdos económicos oscuros con maestros o directores; con funcionarios de archivo, registro escolar o informática, ahora se digan profesionistas o que para aprobar su examen profesional tengan que pagar 30 o 40 mil pesos, mientras funcionarios o viejos lobos de la corrupción les pongan jurados a modo, tesis profesionales hechizas y hasta fiesta de graduación y anillo contemple el paquete. 

 

¿Virtuales o presenciales?

 

Desde el pasado 3 de enero, miles y miles de alumnos de los diversos niveles educativos del sistema educativo oficial volvieron a clases presenciales. Sin embargo, pese a que en Oaxaca no hubo un informe oficial al respecto, hay evidencias de que miles de escuelas también postergaron el retorno presencial. Y a los padres y madres de familia no les hace falta razón. La nueva cepa de ómicron se ha expandido por México y el mundo con una velocidad inaudita. Ninguna de las anteriores lo hizo con tal velocidad. Si bien la Federación ha minimizado su impacto, justamente porque no se han detectado casos de mayor letalidad, el pasado viernes 7 de enero se registraron más de 28 mil casos nuevos de contagio. Y conforme avanzó la primera semana de clases presenciales, se vio con crudeza la necesidad de seguir cumpliendo con los protocolos que exigen conservar la sana distancia, el uso del cubre-bocas y el gel antibacterial, que contrasta con el triunfalismo presidencial de que todos ya están en las aulas.

La descalificación a las universidades del país desde el púlpito mañanero, no es algo simple. Rectores y directivos tienen la gran responsabilidad de cuidar y proteger la salud de sus alumnos. No es una cuestión de ideologías o apatía. Es una responsabilidad institucional. La cepa ómicron está desatada y, al parecer nada la ha podido contener hasta el momento. Si bien no tiene un amplio espectro de letalidad, no es lo mismo con su capacidad y velocidad de expansión que es demasiado rápido. Creemos prudente que las autoridades educativas deben tomar sus providencias al respecto y no por congraciarse con el que manda, tengan que sacrificar a niños y jóvenes en un retorno presencial que puede tener graves consecuencias, como ha ocurrido en Puebla. 

Hay un reconocimiento tácito que el regreso a clases, si bien es cierto que habrá de estimular la economía y la nueva normalidad, también es un reto tanto para las autoridades como para los padres y madres de familia. Los niños ya no son inmunes a los contagios como alguna vez se pensó. Son tan susceptibles como cualquier adulto. En el caso de los jóvenes mayores de 15 años, muchos ya recibieron su primera dosis de la vacuna, pero no tiene el esquema completo. Como lo han reconocido las mismas autoridades sanitarias, la nueva cepa ómicron agarra parejo, no importa si están o no vacunados. Es más preocupante aún que la misma Organización Mundial de la Salud (OMS), ha advertido que en el futuro inmediato pueden presentarse cepas de mayor riesgo.