Pandemia no cede
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Editorial

Pandemia no cede

 


Si bien es cierto que Oaxaca se mantiene en semáforo epidemiológico verde, los contagios y decesos no ceden. La Ciudad de México regresó a partir de esta semana a amarillo. Pero, ¿cuáles son los motivos por los que la Covid-19 sigue ocasionando estragos, a pesar de que al menos la tercera parte de los mexicanos han sido vacunados? La respuesta es simple: se han relajado los mecanismos sanitarios de protección, como la sana distancia, el uso del cubrebocas y el aseo constante de manos. Por ejemplo, ha sido nota cotidiana en El Mejor diario de Oaxaca, el hecho de que haya miles de personas circulando por el Centro Histórico, incluyendo turistas del país o el extranjero, sin las medidas de protección ya señaladas. En bares y antros se observan cientos de personas, sobre todo los fines de semana.

Nadie les llama la atención respecto al aforo permitido. Son raros los negocios que, aunque les ocasione pérdidas importantes, ubican mesas vacías entre otras, para conservar la sana distancia. Es más, se han observado negocios en los que ya se omite la toma de temperatura. Se habla con insistencia de una tercera ola, como la que sigue lacerando a países como Brasil y otros, que no hemos padecido aún en México, sin embargo, con ver las estadísticas diarias podemos darnos una idea de que el mal no se ha ido y que seguramente el llamado efecto rebaño tardará más tiempo del esperado. Incluso los canales de comunicación oficiales para saber cómo se encuentra la situación pandémica han dejado de abordar el tema. La información oficial sigue fluyendo y es preocupante el incremento diario de contagios y decesos.

Se ha hablado en los últimos días de la vuelta de algunos hospitales que fueron reconvertidos a Covid-19, a la normalidad, lo cual puede ser cuestionable, dado que será más difícil volver a su estado anterior. En pocas palabras, existe una excesiva confianza de que todo ya es normal, cuando se ha sabido que hay días en que se han registrado hasta 30 decesos. Ello implica que la pandemia está muy lejos de haberse ido. El gobernador del estado, Alejandro Murat, que ya no ha aparecido en las conferencias de inicio de semana para dar un panorama de la Covid-19, pero ha insistido de manera esporádica en que no es tiempo de bajar la guardia sino de seguirnos cuidando, independientemente si la persona ya se ha vacunado. Y eso es lo que todo debemos hacer para evitar volver a lo peor de la contingencia.

Abulia ciudadana

Hay de dos: o el simulacro del pasado 21 de junio no tuvo la difusión oportuna y masiva como era requerido o, existe entre la ciudadanía tal abulia que nos asumimos inmunes a cualquier evento de la naturaleza, calificado como siniestro. El gobierno estatal difundió fotografías de trabajadores y funcionarios que salieron de sus oficinas. Sin embargo, para quienes estuvieron en sus domicilios particulares, en restaurantes o mercados, la alerta sísmica sólo provocó pánico. En pocas palabras, para los observadores de dicho ejercicio, la participación ciudadana fue poca. En El Mejor diario de Oaxaca se publicó con antelación la convocatoria para participar en el simulacro y, de manera amplia, las redes sociales dieron los pormenores de este ejercicio tan necesario para medir la capacidad de la población en la salvaguarda de las personas o familias, en caso de desastre natural.

El citado ejercicio se llevó a cabo al año del sismo que devastó a pueblos de la Sierra Sur, como San Juan Ozolotepec, San Mateo Piñas y otras comunidades. En Oaxaca, no es un secreto, hemos padecido a lo largo de la historia un sinfín de movimientos telúricos. Somos una zona de alta sismicidad. Sólo hay que recordar el terremoto de 8.1 grados, ocurrido el 7 de septiembre de 2017, que fustigó con dureza a la zona del Istmo de Tehuantepec. Miles y miles de casas, edificios, escuelas, hospitales, etc., sucumbieron por la fuerza del siniestro. Después, los istmeños tuvieron que padecer una cadena de siniestros aunque de menor magnitud, pero letales y dañinos. Obras de historiadores locales ubican sismos con efectos mortales, como los ocurridos en 1928 y 1931, en el siglo pasado, que trajeron consigo efectos colaterales en la economía y la paz social.

El gobierno estatal debe promover la creación en los 570 municipios de los comités de protección civil, no sólo para atender emergencias ocasionadas por fenómenos naturales como sismos, incendios o inundaciones, sino también para crear conciencia entre la población de la importancia que implica la aplicación de protocolos de salvación y protección. No se trata de un ejercicio ocioso, mucho menos de algo que pueda ser soslayado entre las prioridades del gobierno. Resulta paradójico que, nuestros representantes populares, a la hora de votar por el Presupuesto, siempre minimicen la importancia del rubro de protección civil.