Los coletazos de la pandemia
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Opinión

Editorial

Los coletazos de la pandemia

 


No nos ha hecho falta razón cuando hemos advertido, en este mismo espacio editorial, que aún falta ver el lado oscuro de la Covid-19, no sólo en la devastación moral y sentimental que ha dejado en Oaxaca, con más de 2 mil 700 decesos y arriba de 38 mil contagios probados, sino los coletazos económicos. Cientos y cientos de medianas y pequeñas empresas han tenido que cerrar, entre ellos, hoteles, restaurantes, agencias de viajes, tiendas de artesanías, etc., ante el golpe brutal que ha recibido la industria turística. El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de Oaxaca, ha reducido de manera radical sus operaciones. La industria hotelera en los tres destinos principales, difícilmente se recuperará en el corto plazo. La pandemia ha arrasado no sólo con vidas sino también con esperanzas, con proyectos de vida, con ilusiones.

La semana pasada, aquellos que pese a la contingencia sanitaria acuden eventualmente al cine, recibieron la noticia de que algunas salas que operan en plazas comerciales han cerrado operaciones. Es decir, uno de los espacios de sano esparcimiento de los citadinos y oaxaqueños en general, cerraron sus puertas. Y se presume que son empresas de probada solvencia económica, pero ya no pueden más. Mantenimiento, salarios, operación, impuestos, rentas, etc., las han abatido. Muchas otras pequeñas empresas se han mantenido porque son familiares y quienes trabajan ahí no representan erogaciones importantes en salarios. Pero las más, han sucumbido. El desempleo ha asomado a la puerta desde hace casi un año. El paso de semáforo rojo a naranja o de éste a amarillo, en poco ha contribuido a normalizar las actividades económicas. Los efectos han sido devastadores.

En este entorno hay que añadir que, junto con todo este espectro nocivo, la canasta básica ha incrementado su costo. Carne, huevos, verduras y demás productos, han resentido un incremento sustancial, en sentido contrario a la seguridad en el trabajo y la baja en los salarios de empresas locales. Muchos le han apostado a la solidaridad ciudadana, como son los músicos de bandas que, instrumentos en mano, se ubican en esquinas o cruceros a pasar el sombrero. Tienen razón. Ni fiestas, ni bodas, bautizos o calendas. Sin embargo, hay que llevar el gasto a casa, porque la familia tiene que comer. La realidad, desde donde quiera verse, es patética y preocupante.

La eterna victimización

La semana pasada trascendió la visita a la zona triqui, del Subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas. Se dice que fue sorpresiva, pues según los miembros del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI), no estuvieron todos sus compañeros, es decir, los que permanecen en la capital oaxaqueña, los que radican en la Ciudad de México y los que viven en otras partes del país. No es un secreto que dicha etnia es trashumante y que, lo mismo se moviliza en el Valle de San Quintín, Baja California, que en La Ciudadela en la capital del país; en la zona de Copala o, inclusive, en la capital oaxaqueña. Insistimos: se trata de una etnia a cuyos miembros les hacen pervivir alargando la mano, en luchas enconadas con sus enemigos de la misma etnia y con un odio soterrado nunca visto.

Esta organización, escisión del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), como ya lo hemos dicho, trata hoy en día de victimizarse, pues insiste su dirigente, Macario Merino, en que sean considerados “desplazados” para poder ser considerados en las medidas cautelares tanto de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como de la Comisión Nacional (CNDH). El objetivo no es simple. Ante el posible retiro de las llamadas medidas cautelares de sus paisanos que desde hace diez años se posesionaron de manera ilegal de los pasillos del Palacio de Gobierno y, con la evidencia de que sus dirigentes han hecho el negocio de su vida instalando ahí un mercado, pretenden ocupar dicho lugar con el mismo argumento: asumiéndose víctimas y seguir lucrando con ello para continuar recibiendo subsidios del gobierno estatal. En pocas palabras: tomar el lamentable papel de víctimas y seguirlo explotando a placer.

Aunque se desconoce cuál será el papel de Encinas, es importante reconocer que el pueblo oaxaqueño, en general, está harto de que vengan funcionarios para conocer la situación de violencia en la zona triqui, pero ignorantes de la realidad y de los antecedentes. Resulta una afrenta a los oaxaqueños que se lleven una idea errónea de la historia de conflicto y la violencia que ha ocurrido en dicha etnia, tomando partido por aquellos que se asumen víctimas y jamás entiendan el contexto del daño que han hecho sus prejuicios al pueblo. Los triquis, han pervivido eternamente confrontándose con sus hermanos de raza.