Tiempos difíciles
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Editorial

Tiempos difíciles

 


La semana anterior, el titular de la Secretaría de Turismo, Juan Carlos Rivera Castellanos hizo un anuncio preocupante: sólo si las condiciones del semáforo epidemiológico son propicias se llevaría a cabo en diciembre, nuestra tradicional Guelaguetza. Sin embargo, al ponderar las circunstancias actuales, bajo la premisa de que la pandemia ha seguido su curso sin ceder un ápice, dicho evento será cancelado, sustituyéndolo por un festival decembrino. Es importante subrayar que, según observadores de la realidad sanitaria en el país, cuando México se acerca ya a los 100 mil decesos y la crisis en los países europeos lacerados por un rebrote del mal, no hay asomo siquiera de que las cosas mejoren en el corto plazo, por lo que, es más probable que la llamada nueva normalidad se perfile para el 2021, si no es que después. No se trata de una visión pesimista, sino real.

Por ejemplo, muchos prestadores de servicios turísticos se aprestaban para celebrar en diciembre nuestra fiesta máxima, pero ya vemos que no será posible. El pasado fin de semana largo, el promedio de ocupación hotelera fue estimado por la misma dependencia estatal, alrededor del 30 0 35 por ciento, que apenas rinde los recursos necesarios para el mantenimiento de la misma infraestructura. Se sabe de programas y mecanismos para paliar la crisis, pero son insuficientes. Uno de esos factores es el cierre de zonas arqueológicas por parte de los trabajadores sindicalizados del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Oaxaca, es innegable, es un destino cultural. Miles de los turistas que arriban del país o el extranjero, vienen para conocer nuestros museos, las evidencias del pasado prehispánico, además, claro, de la gastronomía, las bellezas naturales y otros.

Está por demás decir que se avecinan tiempos difíciles. Si bien, el mundo espera la vacuna y su aplicación, o la medicina eficaz para combatir este mal mortal, es evidente que no será de manera automática. Hay quienes opinan que tendremos que acostumbrarnos a vivir con el mal y a cuidarnos del mismo. Por lo pronto, a todos nos ha creado una nueva cultura, como el aseo constante de manos, la sana distancia y evitar las multitudes. Empero, los efectos en la economía mundial y, particularmente la de México y Oaxaca, se advierten graves. Una mayor pobreza asoma a la puerta, sin que el gobierno federal –como ya hemos dicho- admita esta realidad preocupante.

Mercados, unos polvorines

Hace sólo unos días, el Heroico Cuerpo de Bomberos acudió al Mercado Benito Juárez Maza, ubicado en el Centro Histórico de la capital, a sofocar un incendio que se presentó en el área de carnes asadas. Uno de los argumentos de los locatarios y directivos de dicho centro comercial fue en el sentido de que el cochambre que se acumula en las chimeneas y en los anafres en donde se asa el tasajo o la cecina, pudo haber provocado dicho siniestro. Desde luego que se trata de un elemento que seguramente contribuyó, pero no es el único. Hay que recordar que, si bien se han dado remodelaciones recientes, hay males que tienen años sin corregirse, como es el manejo de tanques de gas sin los elementos de seguridad obligados o las obsoletas instalaciones eléctricas. Todo ello, en su conjunto hacen de algunos de nuestros mercados citadinos, verdaderos polvorines.

El pasado 27 de mayo, una chispa desprendida de un local que era reparado provocó un brutal incendio que arrasó más de 120 locales comerciales. Eso dijeron los informes periciales de la Fiscalía General del Estado. Hasta la fecha no se han reparado los daños y desperfectos, sin soslayar que hubo familias que no sólo perdieron su fuente de trabajo sino también su patrimonio, en la mercancía que almacenaban y que sucumbió con el fuego. Lo que sorprende es que los inspectores de las comisiones de Protección Civil, tanto estatales como municipales, omitan sus recorridos por dichos espacios públicos para detectar ese tipo de anomalías, además, de daños estructurales en construcciones viejas, rutas de evacuación, extinguidores, etc. Nadie ignora que nuestra entidad es altamente sísmica y que los movimientos de tierra son frecuentes, por lo que tienen que tomarse las providencias necesarias para evitar la pérdida de vidas.

Los dos siniestros que mencionamos líneas arriba deben ser una lección para las autoridades. Dentro de los mercados deben existir comités de vigilancia o de protección civil, integrados por los propios locatarios, para verificar este tipo de situaciones. Que la abulia y la irresponsabilidad no sean factores de riesgo. Si los interesados no se hacen corresponsables de sus propios negocios y espacios en donde se ganan la vida, nadie va hacerlo por ellos. Tampoco las autoridades locales deben ser omisas ante este tipo de situaciones que, por fortuna, a la fecha, no han generado más que daños materiales y ninguna desgracia personal.