Tragedia sobre tragedia
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Editorial

Tragedia sobre tragedia

 


No hay la menor duda que sólo la fortaleza del pueblo oaxaqueño podrá sacarnos adelante. El año pasado padecimos sequía, lluvias, sismos y hasta heladas. Las tareas de reconstrucción no han sido concluidas y se estima que tardará mucho tiempo en que la normalidad vuelva a las poblaciones del Istmo de Tehuantepec que padecieron los efectos de los sismos del 7 y 23 de septiembre. De hecho, la protesta se ha generalizado entre los afectados, pues advierten un serio abandono de las autoridades tanto federales como estatales. Como si nuestra situación no fuera suficiente, el pasado viernes 16 de febrero, se presentó un nuevo desastre. Un sismo de 7.2 grados en la escala de Richter afectó a poblaciones de la Costa, particularmente Santiago Jamiltepec, Pinotepa Nacional, Huaxpaltepec, San José del Progreso y decenas de comunidades más. Edificios públicos, viviendas, iglesias y algunas escuelas dan testimonio de la fuerza de la naturaleza. Sin embargo, como si fuera un mal fario el que nos siguiera a los oaxaqueños, la celeridad, la inmediatez o la falta de protocolos para acciones de esa naturaleza habrían de generar una tragedia inédita y dolorosa.

El presidente de México, Enrique Peña Nieto, instruyó de inmediato al titular de la Secretaría de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, para que acudiera a la zona del siniestro. Éste, junto con el gobernador Alejandro Murat y miembros de su gabinete se trasladaron a Santiago Jamiltepec, en un helicóptero Black Hawk, de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM). Sin embargo, por la falta de visibilidad, afectaciones en la aeronave militar, falta de pericia de los pilotos o, simplemente de la carencia de protocolos para el vuelo de aeronaves militares en el espacio aéreo local, provocaron la caída de la misma. Lo grave es que esto ocurrió en un sitio en el que presuntamente pernoctaban para alejarse de la zona de peligro decenas de personas, entre hombres, mujeres y niños, vecinos de la Colonia Aviación, de los cuales murieron 13, luego de que el helicóptero les cayera prácticamente encima. Dado que se trata de un accidente que compete a las autoridades federales investigar, la Procuraduría General de la República (PGR), tiene a su cargo las indagatorias para deslindar responsabilidades. Nada de ello, por supuesto, es imputable el gobierno de Oaxaca. En gira de trabajo por la región afectada el sábado pasado, el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), general Salvador Cienfuegos, asumió la responsabilidad de la aeronave siniestrada.

¿Istmeños en el olvido?

En menos de dos semanas se cumplirán seis meses del fatídico sismo de 8.2 grados que devastó el Istmo de Tehuantepec, principalmente Juchitán de Zaragoza, Asunción Ixtaltepec, Chicapa de Castro, Santa María Xadani, Unión Hidalgo y decenas de comunidades más, dejando a su paso sólo desolación y muerte. Miles de viviendas fueron afectadas parcial o totalmente. Escuelas, mercados, iglesias, monumentos coloniales, etc., resultaron dañados. Si bien es cierto que parte del gabinete del presidente Enrique Peña Nieto, así como el mismo gobernador Alejandro Murat y sus colaboradores estuvieron día y noche en la zona del siniestro, hay aún remanentes de dicha tragedia que hacen pensar que ni siquiera se han levantado los escombros. Hay que recordar asimismo, que el 23 de septiembre, otro movimiento telúrico, éste de 6.1 grados, terminó de vulnerar lo que había quedado en pie, dejando de nueva cuenta más muertos y damnificados. A ello había que agregarle las intensas lluvias que se sintieron esos días en todo el estado y, posteriormente, los fuertes vientos que hicieron casi imposible toda tarea de reconstrucción.

A la corrupción que trajo aparejada el censo de damnificados, la posterior distribución de tarjetas de Bansefi, tanto para los que tenían daño total como parcial en sus viviendas, sin faltar los buitres que se aprovecharon de la desgracia, tanto funcionarios locales como delegados federales, había que agregar la inconciencia de los mismos istmeños. Albañiles que se cotizaban a precio oro o vendedores de materiales de construcción que materialmente inflaron los precios, haciéndolos poco más que imposibles de adquirir. Todos quisieron hacer el negocio de su vida a costillas de los damnificados. No obstante, una vez que se presentó el sismo de 7.1 grados, que afectó a la Ciudad de México, Morelos y el Estado de México, la atención gubernamental dio un viraje fatal para los oaxaqueños. Dejamos de ser prioridad de la Federación para ser un estado más, afectado por los siniestros. La realidad está a la vista. Hay en Asunción Ixtaltepec y en Juchitán de Zaragoza, casas que aún no han sido levantadas, ni siquiera sus escombros. Y las protestas por ello no se han hecho esperar. A diario, en todas las carreteras que van o vienen del Istmo hay bloqueos de los damnificados que han sido dejados materialmente a su suerte.