¿Por dónde nos vamos?
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¿Por dónde nos vamos?

 


El término democracia, gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo es un genérico porque existen diversos modelos: social democracia, democracia centralista, democracia popular y doctrinariamente democracia representativa y democracia participativa. Cada administración pública electa mediante esa fórmula, le adjudico el adjetivo que quería, independientemente de las características de su gobierno. El PRI en las etapas más duras de la dictablanda llamaba a sus gobiernos una democracia, aunque en realidad vivíamos una dictadura de seis años de un presidente absolutista.
Durante la promulgación de la constitución de 1917 y hasta el Cardenismo vivimos una democracia nacionalista y revolucionaria, con Ávila Camacho se declaró católica, con Alemán desarrollista, y con Don Adolfo Ruiz Cortines, austera. El PRI adoptó como consigna y lema ideológico político Democracia y Justicia Social, que junto a la frase esquizofrénica de Revolucionario Institucional, sirvió de base para diseñar políticas públicas, elaborar discursos y darle una sustentación ideológica política a sus administraciones. Se manejó el modelo de la democracia representativa, las cuales se expresaban a través de los diputados y senadores.
Don José López Portillo, expresó que era el último presidente de la Republica que gobernaría con los principios de la Revolución Mexicana. Hombre inteligente y gran estadista, percibió que el neoliberalismo, nuevamente, como en el siglo XIX, había tomado carta de naturalización y era el modelo económico que sustituía al estado de bienestar que siguió a la Segunda Guerra Mundial.

Si bien, Miguel de la Madrid inició discretamente el cambio de modelo, incubo a los Chicago Boys que instauraron el modelo económico neoliberal, dio entrada a los grupos egresados del ITAM y del TEC al sector público, que sin pensar en las condiciones sociopolíticas del país, aplicaron en la forma más brutal y despiadada el neoliberalismo, el mercado era el rey del desarrollo. Los resultados se vieron en el corto plazo, cien familias empezaron a acumular enormes cantidades de capital, principalmente los Salinas de Gortari, y cincuenta millones de personas fueron más pobres cada día, miles de jóvenes dejaron de estudiar, los campesinos vieron disminuidos sus ingresos y con el tiempo, el crimen organizado y las mafias que manejan el narcotráfico se apoderaron de extensas zonas del país trayendo como consecuencia una violencia generalizada y desconocida. El modelo nos llevó a la ruina y a la guerra que nos han costado más de 180 mil asesinados, más de 32 mil desaparecidos, más de medio millón de desplazados, miles de encarcelados, huérfanos y viudos. Se estableció finalmente un Estado fallido en nuestro país. La representatividad fracasó y sirvió únicamente al neoliberalismo para que este estructurara los mecanismos de una acelerada acumulación de capital en beneficio de las oligarquías. Nos abrimos al mundo incorporándonos a la OECD y formamos parte de la cola de los países desarrollados
Un nuevo fantasma recorre el mundo de la democracia, ante el fracaso de la democracia representativa, donde los diputados y los senadores solo los conocen en su casa, y sirven para apuntalar el neoliberalismo, surge en todas las estados la necesidad de pasar a una democracia participativa, en la cual el ciudadano participe más en las decisiones de gobierno. Como manifestaciones visibles de este modelo tenemos las, el plebiscito, el referéndum, la iniciativa popular y las ONG para poder modificar las legislaciones locales y nacionales.
Más de Treinta millones de votos expresaron el pasado primero de julio su repudio y decisión a cambiar estado de cosas en que se está desarrollando México, entre ellos, la democracia representativa, manifestada en un poder legislativo fallido, esos millones rechazaron el grado de corrupción que el sector público y privado habían alcanzado, la falta de políticas públicas en beneficio de las clases populares, los malos gobiernos, la entrega del patrimonio nacional y la falta de estrategias de desarrollo; la violencia generalizada y finalmente el fracaso de neoliberalismo como modelo económico.
Andrés Manuel López Obrador, hoy ya presidente Electo, entendió y conformo el mensaje del pueblo de México, hay que cambiar el estado de cosas a un modelo de democracia participativa en la cual el ciudadano este bien informado y tenga posibilidades de participar en las decisiones. Se trata de cambiar el modelo de desarrollo y las políticas públicas para que ahora beneficien a las mayorías populares. López Obrador va a retomar el modelo de Nacionalismo Revolucionario que surgió de la Revolución Mexicana, y que funcionó con más altas que bajas hasta don José López Portillo. Los enunciados son muy simples justicia social, rescate del patrimonio nacional, fortalecimiento de la soberanía del estado y del país, distribución de la riqueza, desarrollo social, no sólo crecimiento y un estado que atienda básicamente las necesidades de los obreros, campesinos, y clases medias urbanas, y sobre todo, honestidad en el manejo de la administración pública. Respeto a las instituciones y al estado de derecho.
Dentro de este nuevo esquema se encuentra disminuir las enormes diferencias que existen en nuestro país. México tiene la mayor desigualdad económica en América Latina, Cincuenta millones de pobres ganan menos del salario mínimo, y 13 millones están por debajo de los niveles de subsistencia, mientras existen en la lista de los hombres más ricos del mundo, más de cinco personas de nacionalidad mexicana. Carlos Slim sube y baja del 1er lugar del hombre más rico de la tierra.
Las reglas están muy claras se restablecen el respeto entre los tres poderes del estado, se defenderá el patrimonio nacional, se va a disminuir el estado obeso, y se van a equilibrar los niveles de sueldo que gana la alta burocracia con los de los trabajadores medios, se mantendrá el principio de la no intervención y respeto a la soberanía de los estados. López Obrador ha iniciado un proceso de participación más amplio proponiendo el referéndum al mandato presidencial cada tres años y nuevas figuras de calificación popular que permitan un nuevo modelo de gobierno.

LA RESISTENCIA
La resistencia al cambio ha empezado antes de que López Obrador tome posesión. Los movimientos de algunos gobernadores con sus congresos legislativos que están legislando sobre mecanismos que blinden a sus estados contra futuras reformas federales, la liberación de Elba Esther Gordillo, que coincide con la entrega de la constancia de mayoría de AMLO, para ligar los dos hechos, demuestran una perversión y un principio de resistencia al cambio y a la aceptación de la voluntad popular mayoritaria. No va a ser fácil el cambio.