Se terminó el día del presidente
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Opinión

De Frente y de Perfil

Se terminó el día del presidente

 


Hasta el primer lustro de la década de los 80, el Informe Presidencial se sostenía con el mismo formato, donde rara vez sucedía algo fuera del protocolo. Algún legislador de oposición al PRI intentando protestar en contra de alguna medida o acción de gobierno que no le satisfacía, pero hasta ahí. 

Las protestas por supuestos fraudes electorales fueron ganando terreno y la ocasión propicia para manifestar su desacuerdo con los resultados electorales era el Informe de Gobierno, ya que la atención se encontraba centrada en la transmisión del evento, aunque eran los tiempos en que las televisoras cuidaban que estas no salieran en pantalla y que ni siquiera se escucharan más allá de murmullos ininteligibles. 

El cambio se produjo en 1988, cuando la oposición en conjunto protestó por lo que consideraban un fraude electoral que el seis de julio de ese año le otorgó el triunfo al candidato presidencial del PRI, Carlos Salinas de Gortari, sobre Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel de Jesús Clouthier y Rosario Ibarra de Piedra. El barullo al interior de San Lázaro fue grande, con un Porfirio Muñoz Ledo que no recibía aún su reconocimiento como senador de mayoría protestando en el salón de plenos, donde fue acallado por los gobernadores priistas, soltando uno que otro golpe. 

Después de eso nada fue igual, aunque se siguieron afuera los ritmos de los informes, dentro del salón de plenos se formaban grandes protestas, especialmente en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, donde en su última rendición de cuentas acuñó la frase “ni los veo, ni los oigo”, en relación a la gritería al interior de San Lázaro. 

Antes de eso, en otra ocasión, los diputados de oposición dieron la espalda al orador como medida de protesta y en otras más se plantaban al frente con sendos cartelones de protestas varias. 

Con todo y ello, la mayoría formada por el PRI en el Congreso de la Unión evitaba que las cosas pasaran a mayores, aunque se vivía una gran tensión en cada ocasión que el Presidente acudía ante diputados y senadores. 

Las cosas no fueron tan dramáticas con el siguiente Presidente Ernesto Zedillo, aunque en la segunda parte de su mandato, los priistas perdieron el control de la Cámara de Diputados, por lo que en 1997, el eterno Porfirio Muñoz Ledo se convirtió en el primer diputado de oposición en responder un Informe de Gobierno y lo hizo con fuertes recriminaciones al Ejecutivo. Les fue peor al año siguiente cuando Carlos Medina Plascencia externó fuertes reclamos al Presidente, por lo que el líder de la bancada priista, Arturo Núñez, lo catalogó como “mariquita sin calzones”. 

Con el siguiente Presidente, Vicente Fox, las cosas empeoraron, aunque rindió sus primeros cinco informes en San Lázaro, pero en el sexto fue impedido de hacerlo y con ello se terminó la tradición de que los Ejecutivos acudieran a la inauguración de las sesiones del Congreso de la Unión. 

Los diputados de oposición se apoderaron de la tribuna como protesta por los resultados electorales que  dieron el triunfo a Felipe Calderón Hinojosa, sobre Andrés Manuel López Obrador, por medio punto porcentual, los que fueron considerados como fraudulentos en 2006. 

Aquel primero de septiembre se vivieron momentos de gran tensión, con el Presidente Fox fuera del recinto parlamentario, los legisladores de oposición apoderados del recinto y las azoteas cercanas y todo San Lázaro rodeado de políticas, militares y francotiradores apostados por varias horas, hasta que el presidente de la Cámara, Jorge Zermeño, decidió recibir los documentos en el lobby. 

De esa manera Fox fue el último Presidente en leer de manera presencial su Informe de Gobierno en 2005, después de eso se innovaron formas y con Felipe Calderón se estableció el método de que los Ejecutivos lo hacen al día siguiente en Palacio Nacional, donde ocurre la misma parafernalia, con gobernadores, miembros del gabinete, legisladores e invitados especiales presentes en el soliloquio presidencial. 

Las redes sociales se han dedicado a desmitificar lo que anteriormente era el Día del Presidente y ahora con menos boato, los Ejecutivos federales dan un informe más austero el 2 de septiembre, después de entregar los documentos en el Congreso el día primero. 

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