Bandolerismo político
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Bandolerismo político

 


Morena está integrado por tránsfugas, la mayoría de ellos tiene su origen en el viejo PRI

Qué caro le están costando al país los tránsfugas. Ser tomado en cuenta por el presidente los lleva a doblarse sin ningún decoro. La destrucción institucional del país está en marcha.

Tanto en la política como en el ejercicio del gobierno la norma es la traición. Los tránsfugas son, por tanto, naturales en ese mundo. Pero mudarse de un partido a otro no es necesariamente malo, es parte de la batalla por la obtención del poder y, por ello mismo, es rentable, que es finalmente lo que buscan.

En el actual momento político no importa la ética, la moral o la capacidad. Para ser tomado en cuenta por el líder solo es necesario tener lealtad ciega y abjurar, si así lo amerita la circunstancia, de ideologías o principios.

El partido Morena está integrado por tránsfugas, la mayoría de ellos tiene su origen en el viejo PRI, al que nos están llevando de vuelta con este sistema de partido hegemónico y absolutamente pragmático alrededor de los caprichos presidenciales. Para ser parte de ellos se podría ser el mejor de los demócratas, el más rancio liberal o un pillo absoluto. No importa, al integrarse al partido los pecados del pasado son perdonados.

Hoy, como en casi todo el siglo pasado, la disciplina partidista gira en torno a un presidente imperial. Él lo es todo y los otros poderes del Estado deberán estar sometidos a sus órdenes. Se considera justo, por tanto, él se erige como la Ley. Mientras él tenga la verdad nadie se atreverá a contradecirlo, habrá unidad, disciplina y lealtad.

El transfuguismo da paso al bandolerismo político. No se trata de servir, se trata de un riesgo calculado que, de salir como lo planeado, los llevará al poder. Ya no importa abjurar del régimen que ellos mismos crearon, lo importante es sumarse, incrustarse en el nuevo y vivir del erario.

Ser tránsfuga tuvo aceptación. Se trataba, en 1988, de romper con el viejo régimen antidemocrático y autoritario, la gente lo aceptaba y lo apoyaba. Entre ellos estuvieron Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo. El transfuguismo actual tiene profundo rechazo de la gente, las redes y la prensa por sus excesos y el grado de incongruencia de quienes hoy practican unos principios y mañana otros.

Esta falta de principios nos tiene a un paso de volver al pasado autoritario. En apenas unas horas, siguiendo las órdenes del presidente, los diputados desaparecieron la Financiera Rural y con ella más de 8 mil millones de pesos. El Insabi también fue eliminado junto con 500 mil millones. El Consejo de Salubridad Genera también, para dejarlo en manos del Dr. Gatell. Se militariza el espacio aéreo, el tren maya y los ingresos del Fonatur. Se elimina al Conacyt y se crea una ley de ciencia antineoliberal, lo que sea que ello signifique. Y para los deudores del Fovissste, los diputados les regalaron a sus acreedores la facilidad de cobrarse a lo chino.

El tema del INAI es grave. No solo se trata del órgano de transparencia que nos permite conocer la información del gobierno, sino que es la materialización de un derecho constitucional: el derecho a la información. Desaparecer el INAI es quitarnos un derecho constitucional.

Quien apenas hace un sexenio celebraba haber derrotado a la izquierda populista gracias a la victoria de Enrique Peña Nieto, Alejandro Armenta, hoy es el rostro visible del intento de acabar con el organismo que nos garantiza la transparencia gubernamental. Quien tuvo una destacada carrera en la Suprema Corte de Justicia, Arturo Zaldívar, hoy defiende la militarización a la que se opuso apenas en 2018. Estos dos personajes no son ejemplo de tránsfugas sino de algo que podría llamarse metamorfosis inversa: transitar de mariposa a gusano. Y así como ellos, cientos de personajes de mucho menor perfil practican la metamorfosis sin la menor pena.

Más que el ejercicio político, todos estos que han traicionado sus propias palabras son los constructores del nuevo autoritarismo en su afán de amasar riqueza personal. Juegan con fuego, el Frankenstein que están construyendo puede volverse en su contra en el momento que se atrevan a pensar y hablar por sí mismos. Los radicales no perdonan, y en el palacio nacional tenemos uno.

 

DONAJÍ Y MARÍA

Dejando de lado que el escudo de nuestra capital es la cabeza de una mujer decapitada hay algo que pocos observan.

Dice la leyenda que en el oído de Donají creció un lirio, azucena o flor de lis. Es una leyenda indígena, anterior a la llegada del cristianismo. Sin embargo, el lirio o azucena es un símbolo mariano, es decir, un símbolo de la Virgen María. ¿Sabían los indios de este simbolismo? 

El lirio es un símbolo de la anunciación y la resurrección. Simboliza la pureza de María, virgen antes, durante y después del parto.

¿En qué momento se dio este encuentro entre una leyenda indígena y el simbolismo cristiano? ¿Qué mensaje y enseñanza quiere transmitirnos esta representación? El aniversario de nuestra capital es pretexto para pensarlo.

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