El robo de los alebrijes
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El robo de los alebrijes

 


En octubre del año pasado el gobierno del estado echó a repicar las campanas por haber obtenido del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), la Indicación Geográfica de los alebrijes en favor de la ciudad de Oaxaca y algunos municipios de los valles centrales argumentando que, de esta forma, nadie podría plagiarlos. Lo que no dijo el gobierno estatal es que él es el que está cometiendo el plagio porque los alebrijes no son oaxaqueños.
A la Secretaría de Economía Estatal no le gustará, pero es necesario refrescar el tema porque, al final, el gobierno está litigando, con todos los recursos del Estado, contra una familia de artesanos para arrebatarles lo que su abuelo creó.
Busqué a los descendientes de Pedro Linares, el artesano cartonero de la Ciudad de México que los inventó. Encontré a Leonardo Linares, uno de los nietos de Pedro y platicamos muy a gusto.
Él trabaja todavía en su puesto del mercado de la Merced de la Ciudad de México y nos compartió parte de la confusión del porqué, a pesar de ser ellos los creadores, Oaxaca se apropió, y popularizó, las tallas de madera y no los muñecos de cartón como los auténticos alebrijes.
En 1975 una serie de documentales difundidos con gran éxito en el extranjero mostró a cuatro artesanos mexicanos trabajando: un cartonero, una tejedora de hilo, un pirotécnico y a Manuel Jiménez, de Arrazola, tallando una pequeña figura de madera y decorándola con colores chillantes, a los que también nombró alebrijes. De acuerdo con Leonardo, el señor Jiménez se inspiró en sus figuras y se apropió del nombre que su abuelo inventó.
A partir de entonces, y con la necesidad de obtener algún ingreso, algunos moneros de Arrazola empezaron a producir las tallas de madera y subieron a Monte Albán para ofrecerlas a los turistas. Antes de esta fecha no hay antecedente alguno de la existencia de tales figuras.
Buscando confirmar esta información, busqué al propietario de una antigua y tradicional tienda de artesanías que por muchos años existió en la esquina de Mina y J.P. García, “El Arte Oaxaqueño”. Don Nicodemus Bartolo, su dueño desde 1960, me dijo que, efectivamente, fue hasta principios de los años 90 que esas pequeñas figuras con forma de “marcianitos” empezaron a popularizarse.
Los alebrijes originales, son producto de la evolución de la cartonería, técnica que llegó con los españoles durante el virreinato. Su uso más popular son las figuras de los judas que se queman en Semana Santa y en las modernas figuras de piñatas con personajes del cine y la TV. De acuerdo con Pedro Linares, el creador, para que sea considerado auténtico, el alebrije debe contar en su figura con los símbolos de los cuatro elementos de la naturaleza: aire, fuego, agua y tierra.
Existe en la Ciudad de México toda una tradición de la cartonería artesanal y Leonardo Linares ha sido ponente en diversos seminarios de arte popular. En México existe un reconocimiento con el nombre de Pedro Linares y, en diciembre de 2019, el gobierno de la Ciudad de México publicó en su Gaceta oficial el Decreto que declara oficialmente “Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México a los alebrijes de Pedro Linares”.
En el ámbito académico también existe información al respecto. Martha Woodson Rees, antropóloga y parte del CIESAS Istmo-Oaxaca, reseñó el libro “Crafting Tradition. The Making and Marketing of Oaxacan wood Carving” de Michael Chibnik y escribió: “No son tradicionales. Aquí se ve el papel de la tradición como una estrategia estrictamente comercial, la mercadotecnia para el consumidor global en busca de una “autenticidad” elusiva. Son los gobiernos, estatal y federal, los que a través de la publicidad han buscado darle legitimidad”.
Así es, la mercadotecnia turística ha creado leyendas sobre las tonas y nahuales que existen en la cosmovisión de algunas poblaciones indígenas. Los mismos nombres, “tonas y nahuales”, provienen del idioma náhuatl y no del zapoteco.
Si los campesinos oaxaqueños han creado toda una industria de la talla de madera con creativos decorados no es necesario plagiar el nombre porque aquí podemos darles identidad propia. El consumo de leyendas es para el turista y para los productores de Hollywood, son herramientas para vender, pero no son parte de nuestra historia.
La página web en donde se encontraba el trámite de la denominación de origen fue eliminada y hay algunos otros indicios de que, por hacer las cosas al vapor, el gobierno cometió una pifia.
En este espacio hemos insistido en la necesidad de involucrar a la academia y la cultura en la toma de decisiones como esta. Los funcionarios que llegaron a gobernar pero que nunca han vivido aquí tienen a su alcance los recursos para consultar con las personas adecuadas y evitar esta clase de errores.
Oaxaca no necesita del plagio para darle una identidad propia a las tallas de madera derivadas de los originales alebrijes de cartón. Es de sabios corregir.

Twitter @nestoryuri