¿Quién frena la violencia?
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Opinión

BARATARIA

¿Quién frena la violencia?

 


La escalada de violencia continúa en Oaxaca, y es el Istmo de Tehuantepec, concretamente Salina Cruz, donde el hampa se ha establecido para consumar decenas de asesinatos. Ante esta incertidumbre, surge la pregunta: ¿Quién frena la violencia?

Pero también la ciudad de Oaxaca y los municipios conurbados no escapan a esta espiral de violencia que atemoriza a todos, menos a los funcionarios que se empeñan en decir que en Oaxaca no pasa nada.

Así, colonias asentadas en San Martín Mexicapan, Santa María Atzompa y El Bajío, se han visto sobresaltadas en las últimas horas, pues ahí han ocurrido hechos de sangre que han conmocionado a propios y a extraños.

En el primer asentamiento humano, la madrugada del martes fue hallado en un domicilio particular el cadáver de una comerciante victimada, al parecer, por su propio hijo, un joven de 25 años adicto a las drogas, ese maldito vicio, como el alcoholismo que sigue acabando con hombres y mujeres y llenando las prisiones de resentidos sociales.

Dentro de esas víctimas, 12 en total, ocurridas en lo que va del presente mes de noviembre, se destaca el asesinato de dos hermanos, trabajadores de Petróleos Mexicanos de la Refinería “Antonio Dovalí Jaime”, de Salina Cruz, lo que dio pie a la detención de una banda de delincuentes, dos de los cuales participaron en esta doble ejecución y a los que se les decomisó drogas y armas.

Aquí hay que destacar la participación efectiva de los grupos policiales y de La Marina que en una rápida actuación lograron aprehender a los presuntos responsables, lo cual no siempre ocurre así, de ahí que decenas de responsables de estos asesinatos de mezclen de manera impune con los ciudadanos como usted o como yo, que se dedican al trabajo honrado.

Hace algunos días. se publicó en las redes sociales, un vídeo donde un trío de niños, al parecer colombianos, jugaban a ser sicarios de un cartel de la droga y uno de ellos expresaba, con férrea decisión, de ser en un futuro “un barón de las drogas”, porque eso deja más dinero que ser un abogado o un doctor. El otro día, un catedrático de nuestra gloriosa Universidad Autónoma Benito Juárez me comentaba que algunas jovencitas estudiantes, solo algunas, ambicionaban en un futuro inmediato, convertirse en pareja de algún narcotraficante “para así tener la vida resuelta”.

Estas jovencitas son exhibidas en el aula de clases por sus propios compañeros, relata el académico. Y ni qué decir de los jóvenes que son adictos a las drogas o al alcoholismo, por lo cual frustran sus estudios para luego engrosar las filas de la delincuencia donde más temprano que tarde terminan con sus vidas y de paso, frustran a sus padres y hermanos.

La vez pasada escuché la conversación en un taxi colectivo, de dos pastores evangélicos los cuales, en esa noble misión de inculcar la religión, señalaban que, en poblados del Valle de Tlacolula, la Villa de Mitla era la que se destacaba por tener un elevado número de casos de jóvenes adictos a las drogas, producto, en su mayoría, de hogares desintegrados. Además, llama mucho la atención, sobre la creación de organizaciones no gubernamentales que instalan centros contra las adicciones de personas que necesitan ayuda para dejar las drogas, lo cual quiere decir que el número de adictos está incrementándose en la entidad oaxaqueña.

Ante este panorama tan negro, como la conciencia de los delincuentes, surge el llamado a los padres de familia para estar más atentos a lo que sus hijos realizan.

Ellos tienen una función explícita de no permitir que el barco familiar se hunda. No hay que bajar la guardia, es necesario que ellos se acerquen a los muchachos, que les expliquen los riesgos de convertirse en adictos o distribuidoras de este tipo de drogas; el llamado es también a los maestros para que orienten a sus alumnos, que les llenen de confianza para que estos les revelen en qué andan metidos.

Es, a veces, el maestro el mejor amigo de un alumno que los propios padres, entonces hay que aprovechar esta coyuntura. En esta lucha por blindar a las familias, debe ser importante el papel de los vecinos para alertar al padre de familia de enfrente de nuestras casas, sobre la actitud de los jóvenes, alertar sobre las amistades que tienen o sobre sus vicios.

Es importante dar un grito a tiempo que lamentarse después.

Hace unos días, el gobierno estatal puso en marcha un programa en jóvenes, contra las drogas, lo cual es loable, pero ahí urge estar atentos, para que este tipo de programas se realicen al pie de la letra; que se cumplan los objetivos, que sus alcances sean reales y estos programas no aniden en la corrupción de los malos funcionarios y los recursos no se destinen a otros fines.

Urge también más elementos policiales para salvaguardar la integridad física de los ciudadanos, que haya una depuración en las filas de las corporaciones policiales para evitar que sean infiltrados por el narcotráfico y después, solo sirvan a ellos y no a la ciudadanía que paga con sus impuestos los salarios de las fuerzas del orden.

Aún estamos a tiempo de salvar a las nuevas generaciones, antes de que el cáncer de la delincuencia nos invada.