Identidad en retazos
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

BARATARIA

Identidad en retazos

 


“La noche del 24 de diciembre, en cada templo se organiza la respectiva Calenda con farolillos de un color distintivo, acompañando el paseo del niño Dios conducido por las madrinas. Entre las 20 y 21 horas comienza el recorrido por la ciudad, dando una vuelta al contorno del zócalo y dirigiéndose a la casa de la “madrina” para prestar el cumplimiento tradicional”, nos narra un testimonio de no hace muchos años.

Entre 2007 y 2010 fueron quizá las últimas y de las más llamativas; llegó la carestía, se interpuso la pandemia y esta tradición, simplemente, desapareció. Al primer cuadro se daban cita desde diferentes barrios: de Xochimilco, al norte de la ciudad; de Jalatlaco; la festividad se extendía a La Merced o el Barrio de los 7 Príncipes. Cada zona, con su respectivo templo, adornaba un carro alegórico, su madrina y el Niño Dios que, luego de la calenda, se llevaba al templo del barrio para la Misa de Gallo del 25 de diciembre.

De las más vistosas eran las que partían desde algunas cuadras del zócalo, como del Barrio de las Chinas, de doña Genoveva Medina, o la infaltable calenda del templo de la Sangre de Cristo o aquella que venía desde el poniente de la ciudad, del barrio del Ex Marquesado.

El día 24 por la mañana se colocaba al Niño Dios en una charola de plata o en una canastilla arreglada exprofeso; hacia las 15 horas llegaba la música, al anochecer se congregaban los vecinos que acompañarían en la calenda. Los padrinos, para agradecer su presencia, brindaban atole de leche y tamales.

De acuerdo con la distancia al centro de la ciudad y al templo se determinaba la hora en que partiría la peregrinación.

Las calendas comenzaban su tránsito y arribo a la plazuela del zócalo alrededor de las 20 horas y a las 23 horas se daba la conjunción de todas ellas, formando prácticamente la madre de todas las Calendas de Oaxaca que, incluso, debían esperar turno para rodear la plazuela principal, mientras otros 6 a 8 barrios hacían espacios o ampliaban su itinerario a calles aledañas hasta que llegara el turno.

De acuerdo con otro relato, las calendas eran precedidas por el farol insignia que lleva el nombre del templo respectivo y seguidas por los clásicos pastores o los simbólicos Reyes Magos, éstos a pie o a caballo; cerrando la calenda, el cortejo de damas de las madrinas que llevan en brazos al Niño. La mayor parte de las calendas se hacían acompañar con la introducción de los fastuosos carros alegóricos.

Los carros eran adornados con luces de colores; muchas con su propia planta de luz; niños, acólitos, vestidos para la ocasión de pastores, de peregrinos y alguna pequeña representando a la Virgen María.

“A las once y media de la noche los templos daban el primer repique para la Misa de Gallo; a esa hora salían las procesiones, hermandades y cofradías de las principales casas del barrio, con velas apagadas presentándose a las doce frente al templo, donde la madrina descubría sobre una bandeja de plata al Niño Dios”. Nos relata Guillermo García Manzano en Espacios culturales de Oaxaca. “…el capellán llevaba al sagrado Niño hasta el nacimiento de oloroso musgo y fragantes ramas”.

La Calenda del Niño Dios anunciaba a los diversos barrios de la Verde Antequera la llegada de la Navidad. Por costumbre se tenía que dar tres vueltas al zócalo y regresar hacia el templo. El fin de la fiesta lo marca la colocación del Niño Dios en el pesebre del nacimiento en cada templo y en las casas y entonces todas las campanas de la ciudad repicaban y se quemaban cohetes y cohetones al unísono.

Este relato, armado de varios testimonios, ha quedado en simple recuerdo. La calenda del Niño Dios ha desaparecido y el artesano Carlos Ocampo Prieto señala lo que, a su juicio, han sido las causas de que se haya perdido esta tradición: los altos costos de los permisos y la burocracia de autoridades municipales; la carestía, que ha llevado a precios prohibitivos adornar un carro alegórico, comprar las vestimentas, iluminar el carro y adquirir los implementos como los farolitos, que narran los testimonios.

Ocampo Prieto era uno de las personas que se dedicaban a adornar y poner a tono los carros alegóricos, este diciembre, relata a EL IMPARCIAL, nadie se acercó, ni siquiera para preguntar por los precios. Hace algunos años lo podíamos observar laborando con frenesí los días previos a Navidad a un costado de la Hemeroteca, en la boca calle de la entrada del Jardín El Pañuelito. Hoy no hay engrudo, papel crepé; ninguna flor elaborada con papel, ni pilastros y, mucho menos, monos de calenda.

Otro factor, señala, es la falta de sacerdotes, anteriormente cada templo contaba con su capellán, hoy en día, un solo padre debe brindar tres o cuatro servicios en Nochebuena, algunos templos comienzan desde las 18:00 o 19:00 horas, adelantado la Misa de Gallo, por ello se trastocaron también las calendas.

Pero también la insensatez, la displicencia, insensibilidad e insensatez de aquellos que deberían apoyar e impulsar este tipo de hechos netamente oaxaqueños, tradiciones y preservación de la cultura.

En la Secretaría de Cultura de los gobiernos estatal y municipal han transitado docenas de funcionarios que creen que cultura es la venta folclórica al turismo. La calenda del Niños Dios se ha perdido y, con ella, parte de nuestra sensibilidad e identidad como oaxaqueños, y nadie se ha preocupado ni llorará por ello. Incluso, ni siquiera para emitir el acta de defunción a esta tradición.

La carta de presentación, la apuesta es para La Guelaguetza, que ha sido comercializada y mercantilizada, manoseada por propios y extraños; las expresiones de barriadas no son rentables para los funcionarios venidos de fuera y muchos oaxaqueños que no las comprenden.

Ahora solo nos queda el recuerdo y, en unos años más, quizá ni eso.