El amor a la nación
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Opinión

El amor a la nación

 


 

El nacionalismo es una ideología afín al gobernante autoritario, convergente a las sociedades cerradas, creadora de sentimientos intolerantes, de extremismos revolucionarios, puente de emancipación de países con fuerte identidad interna, causante de grandes guerras de la historia humana y de crueles guerras civiles.

Algunos lo han considerado natural y necesario en la lucha en la formación de las naciones. El nacionalismo como producto histórico, es una conjunción entre sociedad, época, pensamientos, creencias, costumbres, religión, moral, orden jurídico y político, sin olvidar la idea de economía, de imperio, guerra y conquista.

Este conjunto de ideas impulsoras de acción, de explicación y justificación de una comunidad política, solo se entiende y se justifica desde él mismo, desde fuera, la razón no es instrumento explicativo, nacionalismo y religión se tocan de raíz en el subsuelo de la comunidad humana. El nacionalismo relativiza a las comunidades políticas y justifica sus existencias, pavimentando sus veredas y a veces sus caminos reales.

Los nacionalismos equilibrados les otorgan importancia a las particularidades humanas ante la tendencia de su universalidad, sobre todo en el ámbito de la cultura, envuelta en lenguas, costumbres, tradiciones, órdenes jurídicas, económicas, sociales, políticas, religiosas e ideológicas que enriquecen la vida humana.

La diversidad de las formas de existencia del hombre es una de sus mejores riquezas, la diversidad cultiva. El problema se presenta cuando una de las culturas trata de imponer a las otras sus valores, su orgullo de ser, incluso sus heridas y complejos. De la afirmación de lo propio se pasa al rechazo y menosprecio de lo ajeno (Vargas Llosa: 1994). El sentimiento patriótico y nacionalista es recurso favorito de los gobernantes autoritarios para procesar sus proyectos. El gobernante de la sociedad abierta busca la interculturalidad, es decir, el diálogo entre las culturas.

El nacionalismo, en pleno siglo XXI, debe significar la construcción de una morada digna para cada una de las poblaciones de los Estados. Debe ser una tarea titánica de sus gobernantes, encontrar la vía idónea de desarrollo humano, este desarrollo humano debe ser acompañado por desarrollo económico, político y social.

Se deben constituir sociedades justas, libertarias y democráticas, desde luego, sociedades ubicadas dignamente en regiones de mercados comunes, de proyectos comunes. Hoy en día, es imposible el desarrollo autónomo de los países, se deben regionalizar para el beneficio de sus poblaciones.

A manera de ejemplo, México deberá mejorar su posición en el mercado de Norteamérica, insertarse mejor, con mayores posibilidades de competición, desde luego, sin perder identidad, valores y principios. Nuestro país debe aprovechar la vecindad con los americanos, de paso con los canadienses.

El nuevo nacionalismo mexicano debe dejar de ser defensivo, enconchado y abrirse para competir.