NIGROMANCIAS: Maestro rural y política
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NIGROMANCIAS: Maestro rural y política

 


Eran los maestros rurales autoridad no sólo en el aula, también en lo social, en lo económico y en lo político

 

Hoy comparto con ustedes amables lectores, una pizca de historia que ingratamente hemos olvidado. Es la historia que todos quisiéramos repetir, de ésas que siempre se lamenta que hayan dejado de ser un lugar común en este México nuestro. A pesar de todos los sofisticados avances tecnológicos y científicos, aun no logramos superar esas épocas gloriosas de nuestra historia. 

Al centro, como se empeñan en decir ahora, estaba siempre, el campo y todo lo que hace de las sociedades rurales una fuente inagotable de riqueza integral. En ellas el Maestro Rural, formaba parte fundamental de su desarrollo, sí, de ese desarrollo rural que hemos sustituido por lo urbano; eran los maestros rurales autoridad no sólo en el aula, también en lo social, en lo económico y en lo político; consulta obligada al señor profesor para cada paso a dar; porque respondían a esa necesidad humana sin la gula económica que hoy mueve a muchos del gremio a participar en política.

Quién no ha escuchado alguna vez a las abuelas y a los abuelos contar sus vidas, sus correrías de escuelas, la estoicidad de sus hazañas para lograr escalar peldaños hasta llegar a las metas trazadas. Cuando la familia era el centro del debate y de la planeación de las vidas de sus miembros para salir adelante en la vida; lugar y espacio donde se esmeraba el pasaje de cada uno de ellos para vencer vicisitudes y remar a contracorriente por alcanzar el sueño de “ser alguien en la vida”. 

Hoy el lugar común no existe más, la superficialidad ha sustituido al sentido de pertenencia y a la responsabilidad social, a la autoridad legítimamente constituida y acatada por convicción y respeto profundo, no por sumisión.

Oaxaca, estado pobre por designio de sus gobernantes, pero rico en sus recursos, naturales y humanos, tuvo alguna vez profesionales, que, aunque no eran profesionistas en el sentido actual, amaban su trabajo, su verdadera vocación de servicio, su profesión, en el sentido más profundo del verbo profesar. 

Muchos de nuestras abuelas y abuelos fueron maestras, maestros municipales, rurales, que no llegaron a cursar más allá del sexto año de primaria, pero que dado su alto aprovechamiento (así se calificaba, no había estupideces como “calidad”) eran seleccionados como Aptos para el servicio docente; y entonces iniciaban un verdadero apostolado con su universal conocimiento de las ciencias, la lengua, las artes y las actividades físicas y cívicas, lo hacían con todas sus aptitudes y con la mejor y más noble actitud. 

Esa parte no creo que haya mexicana(o) alguna(o) que la ignore. Su mejor evaluación era, justamente el gran reconocimiento social y la superación de sus discípulas(o)s. Era pues, una enorme escuela de maestros convencidos de su vocación magisterial y de su servicio patriótico. 

Es rica la historia de miles de familias mexicanas, sobre todo de estados como Chiapas, Hidalgo, Guerrero, Morelos, Tlaxcala y Oaxaca, donde la pobreza es la vida misma, en cuyo seno, se formaron no solo maestros de generaciones de niñas y niños que aprendieron de sus conocimientos, sino –y aquí lo más importante- esas y esos maestros fueron en sus familias primeras generaciones que tuvieron acceso a una formación profesional, a una carrera, a una posibilidad de sacar adelante a los demás miembros de sus familias. Si señoras y señores, muchas hijas, tantos hijos de campesinos, de obreros, de jornaleros, de sastres, de albañiles, de empleados, pero sobre todo mucha gente del campo, de las comunidades, tuvo la posibilidad de estudiar, graduarse y servir al país no solo en las aulas sino como eslabón para que sus hermana(o)s aspiraran a otra profesión más costosa, muchos médicos, ingenieros, abogados, contadores lograron sus estudios de la mano de algún(a) maestra(o) que contribuyo a mejorar el nivel (nivel no calidad) de vida de sus familias y hasta de otras personas cercanas a ellas.

De normales de internada(o)s surgieron innumerables profesores que sin esas escuelas públicas y que el Estado mexicano procuraba, no hubieran forjado el perfil del México de las épocas más brillantes. En Oaxaca, eran Reyes Mantecón, Comitancillo, Tamazulapan, en Chiapas, Mactumactzá, en Guerrero, Ayotzinapa, por mencionar solo las más cercanas a mi memoria. De ellas, amigas y amigos surgieron gente de enorme talento y gran capacidad cognitiva que brindó sus saberes y contribuyó a mejorar la vida de sus familias, de sus comunidades y de las comunidades donde les tocaba impartir sus conocimientos, y sobre todo, del país. Este ingrato país que hoy, está a punto de cerrar todas esas escuelas para convertir la educación pública en un banco de datos fríos donde se vende calidad y se compra basura como los juguetes chinos. Esa es la historia que ni los propios profesores de hoy ni mucho menos las empresas interesadas en hacer de la escuela pública un gran negocio se atreven a revisar. 

Bueno para que la nostalgia no nos gane y no piensen que no sabemos en qué mundo vivimos hoy, les dejo mi añoranza que, en lo personal me tocó vivir y beber de ella en las historias de familia. Hoy es buen día para recordarla y reflexionar en torno a la vocación rural de la enseñanza. Nos leemos próximamente, mientras tanto que haya paz; comentarios, opiniones, menciones y mentadas a [email protected]

Twitter: @JTPETO