Vulnerabilidad y educación
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Opinión

Vulnerabilidad y educación

 


Hace tiempo me había asaltado la siguiente cuestión: ¿Qué medidas debería tomar el gobierno para combatir las injusticias educativas que viven los niños en situación vulnerable? Y con vulnerabilidad me refiero no solamente al equivalente de pobreza, sino de riesgo e inseguridad. En sexenios anteriores han resuelto una parte del problema ofreciendo las asistencias alimentarias, distribución de dispositivos tecnológicos, entre otros apoyos igual de desechables conforme los cambios de gobierno. ¿Será necesario demostrarles cómo funcionan los grupos delictivos y la trata de personas? La vulnerabilidad es su mejor arma. ¿Se ha implementado programas que prevengan situaciones de riesgo?

Ante la situación inédita que atravesamos se ha puesto en relieve la situación lamentable que vive la mayoría de la población infantil y juvenil: las infancias y juventudes que se ven amenazadas por la violencia y la desesperanza, ¿las escuelas son espacios de convivencia y generadores de cambio o sólo reproductoras de desigualdad y de estratos sociales?

Hace algún tiempo tuve una experiencia que me dejó reflexionando sobre mi quehacer profesional. ¿Tengo las herramientas didácticas correctas para enfrentarme a un grupo en situación vulnerable? ¿Tengo las aptitudes necesarias, tanto emocionales como pedagógicas para responder a las necesidades que mi grupo requiere? En ese entonces la respuesta fue un “No” rotundo. Yo no era capaz de enfrentarme a frases como: “y para qué ponerle atención si cuando regreso a casa lo único que hace mi papá es golpearme”, “A mí mandan a la escuela porque lo que quieren ellos es drogarse”, “Si aprendo algo nuevo no me sirve, porque lo único que quiero yo es ver a mi mamá. Ella está en la cárcel”. No creo que ningún maestro esté preparado para escucharlo. Tanto es así que lo que hace este sistema es alejarse de las tremendas patadas de realidad en vez de prestarle atención.

​Algo que suele ocurrir con las plazas educativas en Oaxaca es enviar a los recién egresados o a practicantes normalistas a zonas altamente conflictivas más como un castigo que como resolución a las injusticias educativas. ¿Entonces cuáles han sido las estrategias para la escolarización en poblaciones vulnerables? Huir. Las consecuencias: la idea falsa de creer que la escuela no es para ellos, algo así como una especie de enemigo, de privilegio que no les corresponde. Una automarginación.

​Los maestros que han hecho frente a este problema son para mí una fuente de inspiración. Pero va mucho más allá que la sola participación del profesorado comprometido y humanitario. Se necesita de una intervención complementaria entre maestros, investigadores, artistas y sobre todo de agentes políticos que garanticen la practicidad de los derechos infantiles. Escucharlos y hacerlos participar en comunidad. Quizá si se abriera un diálogo interdisciplinario que se especialice en la enseñanza-aprendizaje en población de vulnerabilidad podrían comenzar a aparecer respuestas y posibles soluciones para una educación más igualitaria, incluyente que haga valer los derechos de los niños y niñas, de jóvenes.

​En este contexto de pandemia, la virtualidad ha marcado nuevos retos educativos. Las infancias y juventudes están expuestas sin restricción a lenguajes violentos, a ideologías devoradoras de consumo y de éxito. Debemos encontrar el punto medio en donde la tecnología sea una herramienta de búsqueda de la verdad y no un arma contra nuestra integridad. La educación es para formar ciudadanos libres, justos y bondadosos, no para crear individualismos, genios malencarados o lo que tanto hemos temido, el uso de la inteligencia para chingar cada vez mejor.

El currículum oficial materializa el modelo utilitarista que nos quiere convencer de que no sólo los privilegiados tienen acceso. Y contra eso debemos enfrentarnos. Es en poblaciones de vulnerabilidad donde se corre mayor riesgo de atropellos contra los derechos individuales, contra las infancias. Es ahí en donde se comenten delitos graves contra las niñas y mujeres. Hay lugares que con pistola en mano llegan a correr a maestros por fomentar valores que van en contra de la comunidad. Aunque sea así mismo un machismo degenerado y abusivo. ¿Hasta dónde debemos aprobar las tradiciones y costumbres? Pero eso ya es harina de otro costal.

​Y mientras las plazas comerciales se abren (que nunca dejaron de abrirse) y las escuelas se mantengan en espera de mejores tiempos para dar solución a las desigualdades educativas, entonces dudo mucho que el interés sea real y haya sólo, como siempre, propósitos embusteros que nada buscan resolver.

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