Muy a pesar de sus críticos y de la mala prensa, el neoliberalismo es la forma actual que prevalece apabullante en materia económica y comercial. Es un fenómeno global en el que confluyen el capitalismo financiero y las intensas relaciones comerciales entre países y bloques de integración. El neoliberalismo ha diversificado los mercados y ha generado contrapesos que modificaron y equilibraron fuerzas entre las potencias. La muy maoísta y comunista República Popular China se ha convertido en la segunda economía más grande del mundo, al haber aprovechado las ventajas comparativas y por haber entrado de manera decidida y agresiva, en la competencia mercantil neoliberal.
Mientras el mundo avanza en el desarrollo industrial, en el intercambio de bienes y en el uso de energías limpias, en nuestro país, desde la cúpula del poder se invocan métodos de producción artesanales y primitivos; se aspira a la utópica “economía cerrada”: producir absolutamente todo lo que se consuma; se combate y ataca a la inversión privada y extranjera, ambas generadoras de empleo y tributarias de impuestos; se sueña con tener muchas refinerías petroleras para “no importar gasolina” y para seguir produciendo combustibles contaminantes, lo que nos llevará al rezago y marginación del mundo moderno. En suma, desde diciembre de 2018, el gobierno de México eligió la vereda tropical, terregosa y empantanada, en vez de intentar el tránsito por las vías rápidas y dinámicas del progreso.
Pero ha sido suficiente un viaje a la “capital del imperio” como dicen los izquierdistas trasnochados, para que el presidente de México se percatara, al contacto con los líderes de dos grandes potencias, de que México es parte de una región de alto potencial económico y que hemos perdido el tiempo en conferencias matutinas y la destrucción de obras, aniquilando órganos autónomos, fomentando la ociosidad con dádivas y combatiendo a instituciones de la democracia.
Mientras aquí se ha favorecido el rezago, en Canadá y Estados Unidos de América se avanza a pasos agigantados para ganarle la partida a China y para penetrar en los mercados mundiales. Pero finalmente alguien preparó un discurso y alguien entendió: el mensaje en la Sala Oval de la Casa Blanca, ya no cayó en el encierro pueblerino y municipal. Esta vez el mensaje salió de la atmósfera local para hacer comparaciones nada menos que con China, la voz “en off” que dominó la pequeñez de la CELAC hace dos meses, quedó en el olvido.
Es de esperarse que esa cacareada transformación hacia la nada, vaya dando un giro no sólo a su discurso belicoso y al vicio de estar creando enemigos. Es momento de actualizar la política y buscar objetivos consecuentes con los compromisos subyacentes en la “Cumbre de América del Norte”, en el TMEC, y en una diplomacia sincera y sin dobleces. Es de esperarse también, que se acabe esa obnubilada idea de que “la mejor política exterior es la política interior”, que ni siquiera llega a ser sofisma, sino un pretexto para no asomarse a las ventanas del mundo exterior, plagado de oportunidades que hemos perdido por una “soberanía” mal entendida y por estar invocando anacronismos del siglo XIX. No hay duda: los viajes ilustran.
Tarea pendiente: deslindarse de la afinidad con dictaduras latinoamericanas: Cuba, Venezuela y Nicaragua y abrazar la democracia.
EXTRA. Hace siete décadas, en noviembre 26 de 1951, se fundó EL MEJOR DIARIO DE OAXACA: EL IMPARCIAL, en el cual he tenido el privilegio de participar desde hace 28 años. Felicidades a la familia Fernández Pichardo y a todo el equipo.