Entrando a la pospandemia
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Opinión

Entrando a la pospandemia

 


Por Julio Faesler

Al reservar la mayor parte de las inversiones públicas a los tres proyectos iconos del Presidente, el proyecto de Presupuesto de Egresos para 2022 no prevé fondos para sostener el aumento de las actividades productivas de la comunidad nacional. El presupuesto 2022 destina más del 80% del presupuesto de egresos a los proyectos icónicos lanzados por el presidente López Obrador. No se prevén recursos financieros para las pymes ni para medicinas.

Continúa, por otra parte, con los programas sociales diseñados para rescatar a la mayoría de la pobreza sosteniendo un nivel mínimo de la demanda cotidiana familiar.

Este esquema coincide con el modelo de la renta universal, como el que el candidato presidencial Anaya, del PAN, prometía establecer. La Cepal, por su parte, propuso la renta universal como programa permanente para corregir las profundas brechas de desigualdad social que se abren en América Latina e incorporar a la población desfavorecida a la actividad económica. El instrumento contiene cierto valor anticíclico.

Repartiendo poder de compra a la comunidad se estimula la economía. Contra esto se alega que el reparto indiscriminado premia el ocio y se induce al beneficiario a no buscar empleo productivo que la sociedad requiere. En la práctica, como se ve en nuestro país, el resultado es positivo.

Los varios programas sociales de la presente administración están sirviendo para mantener un mínimo de consumo familiar. Complementados cada vez más con las generosas remesas de compatriotas en el exterior, dichos programas tienen un gran valor político, lo que en mucho explica el que hasta ahora se mantenga constante el índice de apoyo del que goza el Presidente. No sirven, sin embargo, para promover el empleo ni para aumentar la estructura productiva nacional.

Muchas veces hemos repetido la urgencia de ofrecer a las miles de pequeñas y medianas actividades agrícolas e industriales, que ocupan el grueso de la población trabajadora, el capital de trabajo indispensable para consolidar su operación y ampliar su oferta de artículos para el mercado interno y la exportación.

Por razones de presupuesto y un instintivo y mal entendido rechazo a endeudarse, el gobierno se ha resistido a pasar del simple apoyo familiar al siguiente peldaño de apoyo económico. El margen para expandir nuestra producción está lejos de agotar su potencial y la demanda insatisfecha de empleo sigue presente en al menos un millón anual.

Por evitar inflación y endeudamiento, aunque los datos oficiales muestran que ni uno ni otro de estos factores se han respetado, el gobierno de López Obrador ha caído en el grave error de desaprovechar la oportunidad de respaldar a las unidades de producción y la fuerza de trabajo de millones de compatriotas sin empleo que esperan ser ocupados en elevar la producción que corresponde a un país de 130 millones de habitantes. Se desperdician, incluso, las vastas oportunidades del T-MEC.

La demanda de empleo que traemos desde antes de brotar covid-19 sigue y, desafortunadamente, se ha perdido tiempo. Las cosas se complican aún más al aparecer en escena miles de migrantes que están llegando a México procedentes de El Caribe, Centro y Sudamérica, incluso desde África y Asia, pidiendo asilo y trabajo.

Una proporción importante de esos refugiados, por ejemplo, la caravana de más de cuatro mil almas, incluyendo aproximadamente 1,200 menores que viajan sin sus padres, que atraviesan en estos días nuestro país rumbo al norte y, de no ser aceptados por EU, se quedarán entre nosotros y en lugar de regresar a sus lugares de origen de donde huyen, buscarán tramitar su residencia en México. Su inesperada presencia, incorporada en forma ordenada y productiva en nuestra sociedad mexicana, podrá convertir a esos individuos en un elemento de riqueza para nuestro país.

No contamos, menos ahora, con un presupuesto federal reducido e incompleto, para el deseable propósito ni siquiera para incluirlos en los programas sociales existentes y, menos aún, para crear las plazas de trabajo para alojar a estos asilados.

La responsabilidad del gobierno de México está ante todo con su propio pueblo. Pero la solidaridad que debemos ejercer con los migrantes que tocan a nuestras puertas es también obligación de conciencia. Tenemos incluso un papel a desempeñar en el alivio del dramático problema migratorio internacional.

A estas responsabilidades podemos responder si aumentamos nuestra producción y con ello ocupamos el lugar que nos corresponde en la comunidad internacional. El desorientado y magro presupuesto de egresos nos llama a corregir el desperdicio de recursos que en estos tres años todos hemos caído.