Libertad y el Nobel
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Opinión

Libertad y el Nobel

 


Por Yuriria Sierra

Inédito y urgente. Por primera vez en 120 años, el Nobel de la Paz no se concedió a líderes globales ni a activistas ambientales, sociales o por los derechos humanos.
El reconocimiento fue para quienes se encargan de contar esas historias que protagonizan líderes y activistas, los que dan voz a segmentos poblacionales que difícilmente son escuchados, a ese gremio tan necesario porque enriquece la narrativa y revela detalles de la vida pública que en ocasiones se convierten en instrumentos a favor de quienes ostentan el poder. Elementos todos para entender el mundo en el que vivimos.
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“La señora Ressa y el señor Muratov representan a todos los periodistas que defienden esos ideales en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa se enfrentan a condiciones cada vez más adversas (…) El periodismo libre, independiente y basado en hechos sirve para proteger contra el abuso de poder, la mentira y la propaganda de guerra”, fueron las palabras de Berit Reiss-Andersen, presidenta del Comité del Nobel al anunciar que los periodistas Maria Ressa, de Filipinas, y Dimitri Muratov, de Rusia, eran merecedores del Nobel de la Paz 2021.
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La filipina es cofundadora de la página Rappler, que ha publicado artículos críticos contra el presidente Rodrigo Duterte, incluyendo varios sobre su polémica y supuesta lucha contra el narcotráfico.
Por su parte, Muratov es uno de los fundadores y jefe de redacción del periódico ruso Novaya Gazeta, que ha sacado a la luz casos de corrupción y arrestos ilegales en ese país, uno de los más celosos del mundo en cuanto a información oficial se trata.
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Aunque tenemos el antecedente de Svetlana Aleksiévich, periodista, sí, pero ella ganadora del Nobel de Literatura en 2015; este año en particular, este premio y esta coyuntura es reflejo contundente de la necesidad de subrayar la importancia del periodismo, de la urgencia de cuidar y salvaguardar las condiciones de la libertad de expresión.
El Comité del Nobel envía un mensaje contundente a muchos gobiernos en el mundo que intentan callar a la prensa de sus respectivos países por su disgusto a la crítica y, casi siempre, a la verdad.
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La labor y el valor del ejercicio periodístico merecía ser reconocido de esta forma: imposible no escuchar este reconocimiento. Es una manera también de enfatizar el combate de las noticias falsas, que muchas veces se fraguan dentro de las oficinas de gobierno, sólo por convenir a sus intereses. Esta batalla es también una manera de proteger a todas las democracias del mundo.
Así que éste es un premio para subrayar los peligros del abuso de poder de muchos líderes globales.
Es un aliento para todas y todos, compañeras y compañeros, que cada mañana son blanco de exposiciones injustas e innecesarias en salas de prensa, conferencias y palacios.